Joven cuida a solitaria mujer discapacitada: un día no la encuentra en casa y ve una carta en su cama - Historia del día
Un joven le promete a una anciana solitaria que había conocido en una casa de retiro que la ayudaría. Le da la oportunidad de pasar los últimos años que le quedan en su propia casa.
Los amigos de Simón Linares no podían entender por qué se había ofrecido como voluntario en el hogar de ancianos local. “Hombre”, gritó su amigo Daniel. “¿No te aburres con esos viejos?”.
Simón negó con la cabeza. “No sabes de lo que estás hablando. Hay algunas personas increíbles en el hogar, y tienen historias interesantes que contar”.
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Para Simón, que se había criado en hogares de cuidado y no tenía abuelos, estar con los residentes era como tener una gran familia.
Simón ya había decidido lo que quería estudiar: enfermero geriátrico. Había terminado la escuela secundaria y comenzaría la universidad en el otoño, pero mientras tanto, trabajaba en un supermercado local.
Estaba ahorrando todo el dinero que podía, y los fines de semana iba al hogar de ancianos. Su residente favorita era Dalia Torres, una vivaracha mujer de 78 años.
Dalia solo había estado en el hogar durante seis meses; había ingresado después de una caída en la que su cadera se había fracturado. Los médicos habían ordenado reposo total en cama y ahora su movilidad estaba gravemente comprometida.
“¡Quiero irme a casa!”, le dijo llorando. “¡No quiero morir en una cama extraña que ni siquiera me pertenece!”.
“¿Has hablado con tu hijo al respecto?”, le preguntó Simón.
Dalia afirmó con la cabeza. “Él dice que no puedo estar sola y que no puede pagar un cuidador de tiempo completo. Él y su esposa dejaron muy claro que no puedo quedarme con ellos…”, suspiró. “No tengo a donde ir”.
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Simón observó cómo una lágrima caía por la mejilla de Dalia. “Tal vez pueda ayudarte. Trabajo de 10:00 a. m. a 6:00 p. m. en el supermercado, pero podría ir a tu casa bien temprano, levantarte y darte el desayuno. Te dejaría el almuerzo listo, y volvería en la noche para preparar tu cena, meterte a la cama... lo que sea que necesites”.
“¿Harías eso?”, preguntó Dalia con esperanza en sus ojos. “¿En serio? Puedo pagar, no mucho, pero…”.
“Pagas tus compras y mi gasolina, ¿de acuerdo?”, dijo Simón sonriendo.
Y así, Dalia volvió a mudarse a su hermosa casa antigua, donde estaba rodeada de recuerdos de días más felices. Su salud comenzó a mejorar dramáticamente y el fisioterapeuta quedó atónito por su progreso.
“Todo es gracias a ti, Simón", exclamó Dalia, caminando por el jardín de rosas con su bastón. “Tú haces milagros. ¡Gracias por venir todos los días!”.
Una tarde, llegó a la casa de Dalia después de terminar su turno en el supermercado y encontró la casa vacía y en silencio. Preocupado, corrió de habitación en habitación, pero no había ni rastro de ella.
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En su dormitorio encontró encima de la cama un sobre dirigido a él.
“Querido Simón, por favor no te preocupes. Estoy perfectamente bien y a salvo con mi nieta Francis. Mi hijo y la madre de Francis se divorciaron hace 10 años y perdimos el contacto.
Me contactó hace dos semanas y admito que lo mantuve en secreto porque quería sorprenderte. Francis está casada, su esposo tiene un viñedo y quiere que viva con ella. ¡Tengo una bisnieta!
Te extrañaré mucho, y quiero que sepas que has sido como un nieto para mí. Te quiero con todo mi corazón.
Dalia
P.D. Aquí está la dirección de Francis y tienes mi número de teléfono, así que mantente en contacto”.
Había un documento grueso doblado en el sobre y cuando lo abrió, ¡era la escritura de la casa y estaba a su nombre! Él miró a su alrededor y sonrió.
En ese momento sonó su teléfono. “Simón”, gritó una voz de mujer. “¡Nuestro plan funcionó! Gracias nuevamente por encontrarme y contarme sobre mi abuela. Me alegra saber que tengo al menos un pariente. Has ayudado a dos personas a encontrar una familia”.
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“Queríamos esperarte, pero estábamos atrasadas para tomar el vuelo. Te invitamos a que nos visites pronto”.
Simón sonrió. “¡Está bien Francis!”, dijo. “Eres lo que Dalia realmente necesita: familia. Esta casa que ama está llena de viejos recuerdos, pero necesita hacer nuevos”.
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El joven llamaba a Dalia a menudo, pero cuando ella le preguntaba qué estaba haciendo, siempre se mostraba evasivo. Entonces, un día, unos seis meses después de que se fuera, él la invitó a ella y a su nieta a visitarlo.
Cuando las dos mujeres llegaron a la antigua casa de Dalia, ¡apenas podían creer lo que veían! La vieja casa estaba recién pintada y los jardines estaban muy bien cuidados. Había varias personas mayores caminando por el jardín y entrando y saliendo por la puerta.
Simón saludó a las dos mujeres e inmediatamente condujo a Dalia a su antigua habitación. “Esta es la única habitación de la casa que no he cambiado”, le dijo. “Es tu habitación ahora y siempre”.
“El resto de la casa es para personas como tú, que son demasiado activas para estar en un hogar de ancianos, pero no pueden vivir solas. Has hecho feliz a mucha gente, Dalia, ¡especialmente a mí! ¡He podido hacer realidad mi sueño!”.
Dalia le dio un gran abrazo. “Tú eres quien me salvó, Simón. Sé que la vida te traerá cosas maravillosas”.
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¿Qué podemos aprender de esta historia?
- Nunca te alejes de tus seres queridos, especialmente de los más vulnerables: los niños y los ancianos. A pesar de su juventud, Simón sentía una verdadera vocación de servicio y apreciaba cuidar a personas mayores y ofrecerles una vida mejor, y así pudo darle a Dalia lo que su hijo no.
- El amor al prójimo y la bondad siempre son recompensados. Dalia le dio a Simón su casa y le permitió ayudar a más personas ancianas a vivir con dignidad.
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