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Flickr/Donald
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Mendigo ve silla de ruedas nueva cerca de la basura: oye la voz de un hombre dentro del contenedor - Historia del día

Mayra Pérez
16 may 2022
18:00

Un vagabundo acude al rescate de un anciano en silla de ruedas y su amabilidad hacia ese total desconocido transforma su vida de una forma que jamás imaginó.

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Cheo Farías era un hombre desafortunado, y su abuela siempre le repetía: “¡Naciste con mala estrella!”. Él procuraba hacer siempre lo correcto, pero de alguna manera todo le salía mal.

Decidió convertirse en enfermero y comenzó a trabajar en un hogar de ancianos. Le encantaba ayudarlos. Cuando le ofrecieron un puesto mucho más lucrativo en un gran hospital, lo rechazó.

Un enfermero joven atiende a un anciano. | Foto: Pexels

Un enfermero joven atiende a un anciano. | Foto: Pexels

“El dinero no es importante”, dijo. Pero su esposa no estuvo de acuerdo...

Inmediatamente después de que Cheo se negara a cambiar de trabajo por el doble de dinero, su esposa, Edith, lo abandonó y se llevó a sus dos hijos con ella. “¡Necesito más de mi vida!”, le dijo. “Y tú no eres el hombre para dármelo”.

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Cheo estaba devastado. Amaba a Edith y nunca había pretendido ser lo que no era, así que no entendía su enojo y su decepción. Extrañaba a sus hijos, por lo que se sumergió en su trabajo.

Trabajó en el hogar de ancianos durante otros quince años, y cuando tenía cincuenta y cinco, sucedió algo terrible. Al llegar al lugar, vio carros de policía afuera y gente llevándose los residentes entre llantos y sollozos.

Al final, resultó que el propietario de la residencia había malversado todo el dinero, incluido el fondo de pensiones de los empleados. Cheo no solo no tenía trabajo, sino que se había quedado sin el dinero que había invertido para su jubilación en los últimos treinta años. Estaba en la ruina.

Esa noche, fue a su casa y se preguntó si tal vez su esposa siempre había tenido razón. Se había dedicado a lo que creía que era la causa más noble, ¡y mira lo que había conseguido!

“Eso es por mi mala estrella”, se dijo a sí mismo. “Siempre me va a llevar por mal camino”.

Un vagabundo sentado en una escalera. | Foto: Pexels

Un vagabundo sentado en una escalera. | Foto: Pexels

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Cheo tenía algunos ahorros, por lo que durante los siguientes 18 meses logró mantenerse al día con el alquiler y los servicios públicos. Pero al no conseguir otro trabajo, terminó viviendo en las calles.

Nunca se había imaginado que estaría en tal situación. “¿Cómo me pudo pasar esto?”, se preguntaba sí mismo.

Y no estaba solo. Había mucha gente en las calles viviendo su misma pesadilla. Poco a poco, aprendió los trucos para sobrevivir a la intemperie y también tuvo que poner en práctica constantemente sus habilidades en enfermería.

Cuando alguien se lastimaba, sabía que podía acudir a él. Trató cortes y magulladuras, congelaciones e infecciones diversas, que son problemas que sufren los desamparados. De alguna manera se convirtió en una bendición para los otros vagabundos.

“Debo ayudar a quien pueda, siempre que tenga la oportunidad”, se dijo Cheo.

Una noche, decidió ir a un restaurante para echar un vistazo al contenedor de basura. El personal de la cocina siempre dejaba las sobras en bolsas selladas para las personas sin hogar, un gesto que lo había salvado de morir de hambre.

Al acercarse a la parte trasera del negocio, se sorprendió al ver una silla de ruedas cerca del contenedor. Parecía bastante nueva, probablemente costaba unos cuantos miles de dólares.

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Persona en silla de ruedas. | Foto: Pexels

Persona en silla de ruedas. | Foto: Pexels

Cheo calculó que podría obtener un buen dinero por ella. Entonces recordó a Susy. Era una mujer sin hogar que sufría de diabetes y estaba discapacitada. “¡Podría darle esa silla de ruedas a ella!”, pensó.

En ese momento, escuchó una voz que gritaba: “¡Ayuda! ¡Por favor, ayúdame!”, La voz parecía provenir del interior del contenedor de basura, por lo que Cheo levantó la tapa y se asomó. ¡Había un hombre allí!

Inmediatamente, volcó el contenedor de basura para sacarlo y vio que no podía mover las piernas. “¿Es esa tu silla de ruedas?”, le preguntó.

El hombre asintió. “¡Sí!”, dijo. “¡Gracias a Dios que viniste! Fui atacado por unos muchachos; me quitaron la billetera y me tiraron al basurero…”.

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“Al menos te dejaron vivo”, le dijo Cheo. “¡Hay muchos atracos por aquí! ¡No deberías haber venido solo!”.

El hombre se encogió de hombros. “Lo sé, pero estaba cansado de sentirme atrapado en casa. Quería una noche agradable para variar”, explicó. “Así que llamé a un taxi y vine a cenar y ver un espectáculo. ¡No esperaba que me asaltaran!”.

“Un hombre solo, especialmente en silla de ruedas, es un gran objetivo”, comentó Cheo.

“Bueno, mis hijos no tienen tiempo para mí”, dijo el hombre con cierta amargura. “Y mis supuestos amigos no me frecuentan desde el accidente…”. Señaló sus piernas.

Un par de manos. | Foto: Pexels

Un par de manos. | Foto: Pexels

Cheo suspiró. “La vida no es fácil... La mía se arruinó después de que perdí a mi esposa, mi trabajo y mi hogar…”, dijo.

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“Puedes conseguir un nuevo trabajo, una nueva casa y casarte con una nueva esposa”, dijo el otro hombre. “Mis piernas se han ido para siempre”.

“Eso es cierto”, admitió Cheo. “Y dime, ¿Cómo te llamas?”, le preguntó al hombre.

El anciano sonrió y le tendió la mano. Estaba sucia y olía a basura, pero Cheo la tomó de todos modos. “Soy Henry Durán”.

“Soy Cheo Farías y según mi abuela, nací con mala estrella; eso significa que haga lo que haga, ¡me va a salir mal!”.

“¡Ah!”, dijo Henry. “¿Entonces, qué haces?”.

“Siempre hago lo mejor que puedo de todos modos”, explicó Cheo. “Fui un buen enfermero, así que ayudo a la gente de la calle con la atención médica básica. Una estrella mala igual puede brillar un poco, ¿no crees?”, dijo con un guiño.

“Entonces, ¿qué tal si me dices dónde vives y te acompaño a tu casa? Estoy seguro de que tu familia está preocupada por ti”.

Una gran mansión. | Foto: Pexels

Una gran mansión. | Foto: Pexels

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Henry hizo un gesto molesto. “¡Estoy seguro de que ni siquiera se han dado cuenta de que no estoy!”, exclamó. “No vivo lejos. Son unas seis cuadras más abajo. Puedo ir solo”.

“¡De ningún modo!”, dijo Cheo. “¿Qué clase de salvador sería si te dejo solo en la calle? ¡Vamos!”.

Con Cheo empujando la silla y Henry mostrando el camino, los hombres tardaron tres cuartos de hora en llegar a su casa. ¡En lugar del modesto edificio de apartamentos que esperaba, estaba frente a una enorme mansión!

Había una mujer con uniforme de enfermera en la puerta y cuando vio a Henry, corrió hacia él. “¡Oh, señor Durán! ¡Mire el estado en el que se encuentra!”, lloró. “¡Esto es lo que pasa cuando se escabulle sin decírselo a nadie!”.

“¡No soy un niño, Greta!”, dijo enojado. “¡Soy un adulto responsable!”. Henry empezó a subir por la rampa hasta la puerta principal. “Ven conmigo”, le dijo a Cheo. “¡No te quedes ahí parado!”.

Cheo siguió a Henry a la mansión. ¡Adentro era como un sueño, todo cortinas de terciopelo y candelabros! “¡Guau!”, exclamó Cheo. “¡Pensé que eras pobre, pero estás viviendo la gran vida, Henry!”.

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Rostro sonriente de un hombre. | Foto: Unsplash

Rostro sonriente de un hombre. | Foto: Unsplash

“Tu abuela habría dicho que nací con muy buena estrella”, dijo Henry. “El dinero me llegó fácil, ¡es la vida la que ha sido difícil!”.

“¡Amigo, no sé que decirte!”, respondió Cheo con sentimiento.

“Escucha, Cheo”, dijo Henry. “Yo quiero…”.

“No me vas a ofrecer dinero, ¿verdad?”, preguntó Cheo, ofendido. “¡No te ayudé por dinero! Ya eres como un amigo, ¡y no acepto dinero de mis amigos!”.

“No”, dijo. “¡Iba a preguntarte si querías ser mi amigo, pero también si querías un trabajo! Necesito a alguien cerca que me entienda y que no me trate como a un inválido, ¡y creo que ese podrías ser tú!”.

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“Puedes vivir aquí, llevarme en coche y ayudarme en todo lo demás, ¡nos lo pasaremos genial!”.

Cheo miró a Henry con lágrimas en los ojos. “¿Espera… me dices que…?”, preguntó. “¡Me parece que acabas de convertir mi estrella en la mejor!”.

Así fue como se convirtió en el enfermero de Henry y en su mejor amigo, y con el gran salario que ganaba pudo comprar una linda casita. Y siguió yendo al refugio todas las semanas para ayudar a todos lo que lo necesitaran.

Hombre en silla de ruedas y acompañante. | Foto: Shutterstock

Hombre en silla de ruedas y acompañante. | Foto: Shutterstock

¿Qué podemos aprender de esta historia?

Mantente fiel a tus principios y a ti mismo. A pesar de todas las dificultades que siempre tuvo en su vida, Cheo siguió teniendo la mejor disposición para ayudar a todos

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Siempre hay esperanza, no importa cuán oscuras se pongan las cosas. Cheo había perdido la esperanza de estar bien, pero terminó con un amigo maravilloso, en un trabajo gratificante e incluso con una casa propia.

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Este relato está inspirado en la historia de un lector y ha sido escrito por un redactor profesional. Cualquier parecido con nombres o ubicaciones reales es pura coincidencia. Todas las imágenes mostradas son exclusivamente de carácter ilustrativo. Comparte tu historia con nosotros, podría cambiar la vida de alguien. Si deseas compartir tu historia, envíala a info@amomama.com.

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