Señora que nunca tuvo hijos se hace prueba de ADN y descubre que tiene una hija - Historia del día
Doris tomó una prueba de ADN, buscando parientes lejanos. El resultado la dejó atónita: le dijeron que tenía una hija, a pesar de que nunca había estado embarazada.
Doris Rojas nunca se había considerado una mujer solitaria hasta que perdió a su marido a los 57 años. Ella y su esposo Tomás eran abogados especializados en derechos humanos y su pasión por su causa había sido absorbente.
Se conocieron en la universidad en una protesta estudiantil y se enamoraron a primera vista. Durante los siguientes treinta y cinco años, ocasionalmente habían pensado en tener hijos, pero luego aparecía otra causa, y el proyecto del bebé se dejaba de lado otro año.
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Las décadas se sucedieron más rápido de lo que Doris había creído posible, y un día tener un bebé ya no era posible. Pero aún podían adoptar. Tom y Doris habían comenzado el proceso de adopción cuando él murió.
Doris estaba en la oficina, absorta en su trabajo, cuando el teléfono sonó. Ella lo recogió, irritada por la interrupción. "¡Es mejor que esto sea importante!", espetó.
"¿Señora Rojas?", preguntó una voz del otro lado. "Se trata de su esposo, el Sr. Tomás Rojas...".
Doris dejó que el teléfono se deslizara de sus dedos, ahogando la voz comprensiva y todas las explicaciones inútiles. Tom se había ido. Ese corazón grande y valiente había tenido un fallo. "Estoy sola", susurró Doris, "estoy sola".
Mientras que Tom había sido criado por padres amorosos, Doris había vivido en un orfanato hasta que fue mayor de edad. Su mente brillante y su tenacidad la habían llevado a la universidad, y de ahí al éxito profesional.
Cuando llegó a casa, no estaba más Tom para compartir una copa de vino con pasta para llevar. No estaba para discutir acaloradamente sobre los problemas que estaban defendiendo. No había nadie a quien buscar en esa fría cama vacía.
La terrible sensación de estar destrozada, de sentirse incompleta, se había desvanecido cuando conoció a Tom, pero ahora esa terrible soledad estaba de vuelta.
Doris aumentó sus horas de oficina. Pero un día, expresando ante el juez un alegato para la defensa de una mujer que había matado a la trabajadora social que quería llevarse a su bebé, se quebró en llanto. Doris, la mujer de acero, ya no estaba.
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Se tomó una licencia e hizo un balance de su vida. Tenía 60 años, y se sentía a la vez demasiado joven para retirarse de su trabajo, pero no lo suficientemente fuerte como para ejercer la abogacía como solía hacerlo.
¿Qué podía hacer? Pensó que la enseñanza podía ser un camino posible. Se puso en contacto con la prestigiosa facultad de derecho a la que ella y Tom habían asistido y se postuló para un cargo docente. Creía que eso la mantendría activa y útil, y que el contacto con mentes juveniles y brillantes le haría bien.
La enseñanza ayudó, pero al final del día, ella estaba sola, sentada en la cama viendo la televisión a altas horas de la noche. Más tarde, ella atribuiría lo que sucedió luego a ese programa de entrevistas nocturno y sus curiosos invitados.
En el programa, una entrevistadora conversaba con una mujer que había descubierto a su familia biológica a través de una prueba de ADN. La escenificación era barata y Doris tuvo la fuerte sospecha de que la supuesta hija era una actriz, pero igual la historia le tocó una fibra sensible.
Como ella, la señora delgada del talk show había sido abandonada siendo prácticamente una bebé. “Quería saber de dónde venía y cómo es que no fui amada”, había dicho la mujer.
Doris apagó el televisor, se levantó y fue al baño. Encendió las luces y se miró en el espejo. Se dijo: "Quiero saber de dónde vengo y por qué es que no me amaron". Al día siguiente, decidió buscar más sobre sus propias raíces.
Después de hacer una cantidad considerable de investigación, Doris se decidió por una compañía que parecía ser la más confiable. Un mes después recibió los resultados.
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Una parte fue una desconcertante avalancha de información sobre su herencia étnica, pero en otra sección del informe vio las palabras "49.96% coinciden" con la foto de una joven pelirroja a quien la compañía identificó como Michelle Salas, de 33 años, su hija.
"¿Hija mía?", susurró. "Pero si no tengo una hija. ¡Jamás estuve embarazada!". Doris envió un correo electrónico furioso, acusando a la compañía de incompetencia y amenazando con acciones legales.
La compañía le respondió telefónicamente unos días después. "Sra. Rojas", dijo el hombre de voz suave del otro lado. "Hemos consultado a nuestro equipo técnico, y los resultados son esos. Ante su afirmación de que nunca ha estado embarazada o ha dado a luz, ofrecen la posibilidad de que tenga una gemela idéntica".
"¿Una qué? ¿Gemela? Oh por Dios...". Iba a replicar que no tenía hermanas, pero lo cierto es que no lo sabía. Había crecido en un hogar de niños expósitos, ¿y si era verdad?
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Así que Doris le envió a Michelle Salas un mensaje personal a través del sitio web de la compañía y recibió una respuesta emocionada que incluía un número de teléfono y una sugerencia de que se reunieran.
Dos días después entró en un restaurante hacia una mesa donde estaba sentada una chica pelirroja. La mujer, Michelle, trató de levantarse, pero se hundió en su silla, blanca como si hubiera visto un fantasma.
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"Tú..." susurró. "Eres igual a mamá. Su mismo pelo, su mismo estilo... ¡Hasta caminas como ella!".
"¿Michelle?", Preguntó Doris vacilante. "Tu mamá, ¿ella también se crió al cuidado de los servicios sociales?".
Michelle sacudió sus rizos rojos. "¡No! Mamá fue adoptada cuando tenía dos años. No tiene recuerdos de su madre, pero le costaba adaptarse. Así que más tarde, mis abuelos no la animaron a encontrar a su familia biológica".
"Tu madre..." dijo Doris. "Ella es mi gemela. ¿Se lo has dicho? ¿Lo sabe?".
Michelle asintió. "Sí, ella lo sabe. Sin embargo, está asustada. Ella no quería que yo viniera. No quería saber por qué su madre la había abandonado".
"Nos abandonó", dijo Doris. "Ella nos abandonó y nos dejó separarnos".
Sobrina y tía conversaban animadamente cuando una gran sonrisa en el rostro de Michelle interrumpió la charla. Doris estaba de espaldas a la puerta, así que tuvo que girarse para ver.
"Mamá", gritó. "Ven a conocer a Doris".
Doris se levantó con las piernas temblorosas y se dio la vuelta para enfrentarse ¡a sí misma!
"¿Doris?", susurró su otro yo: "Soy Susan".
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Doris ni siquiera pensó. Simplemente estiró los brazos y los arrojó alrededor de Susan. Descubrió que estaba llorando, pero estaba bien, porque Susan también estaba llorando.
"Siempre sentí que había algo mal conmigo, una parte de mí faltaba", dijo Susan sollozando.
"¡Yo también!", dijo Doris. "Como si solo la mitad de mi corazón estuviera funcionando..."
"¡Ahora estamos juntas otra vez!", exclamó Susan. Volvieron rostros radiantes hacia Michelle y sonrieron sonrisas idénticas. Incluso su cabello estaba cortado igual, y ambas llevaban atuendos similares.
Susan, quien ejercía el derecho de familia, explicó que había estado casada con el padre de Michelle durante más de 15 años antes de que la relación se desmoronara.
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Michelle se había casado y tenía cuatro hijos. "¡Así que eres abuela!", gritó Doris con envidia. "Tom y yo seguíamos posponiendo tener hijos, pensábamos que teníamos para siempre... Luego fue demasiado tarde y ahora estoy sola".
"¡No, no lo estás!", la corrigió Susan. "Nos tienes a mí y a Michelle, y a su esposo y a sus hijos... ¡Nunca volverás a estar sola!".
Así que Doris terminó con una gran familia y muchas sobrinas nietas y sobrinos para malcriar. A medida que las dos hermanas se conocieron mejor, descubrieron que tenían paralelos extraños en sus vidas y gustos idénticos.
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Como ambas estaban solas, las hermanas terminaron mudándose juntas, y Doris mima a los nietos de Susan sin vergüenza.
¿Qué podemos aprender de esta historia?
- Nunca es demasiado tarde para comunicarse y encontrar a tu familia. Doris nunca había imaginado que tenía una gemela idéntica, una persona que compartía su ADN, y a través de su gemela, ganó una gran familia.
- Siempre hay algo dentro de nosotros que nos llama a donde estamos destinados a estar. Alguna conexión mística llevó a Susan a mudarse a la ciudad donde vivía su gemela y los llevó a encontrarse.
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