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Una mujer mayor mirando televisión | Foto: Getty Images
Una mujer mayor mirando televisión | Foto: Getty Images

Anciana ve en la tele al hijo que perdió hace 57 años y se da cuenta de que necesita ayuda de inmediato - Historia del día

Mayra Pérez
18 may 2022
23:55

Una madre que había perdido a su hijo hace 57 años se quedó helada cuando lo vio en la televisión. Lloraba por la emoción, pero pronto se dio cuenta de que algo malo estaba ocurriendo.

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La vida realmente pone a prueba a algunas personas, y eso es precisamente lo que sucedió con Érica Juárez hace más de 50 años.

Érica era increíblemente hermosa y trabajaba como enfermera en un pequeño hospital. Su esposo, Pedro Miguel, trabajaba como camillero en el mismo hospital y su historia de amor fue única.

Se conocieron en medio de un parto de emergencia. El bebé nació saludable, y entre sonrisas de felicidad y adrenalina, sintieron que había una conexión mágica entre ellos.

Imagen con fines ilustrativos | Foto: Pexels

Imagen con fines ilustrativos | Foto: Pexels

Comenzaron a salir, se enamoraron, se casaron y dieron la bienvenida a Adrián tres años después. La vida era feliz y perfecta, hasta que Pedro Miguel murió en un accidente automovilístico.

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La vida de Érica se vino abajo. Había enviudado a una edad temprana y no sabía cómo seguir adelante. Sin embargo, tenía a Adrián y eso le dio la fuerza que necesitaba para recuperarse y comenzar de nuevo.

Adrián, que solo tenía tres años cuando perdió a su padre, y era idéntico a él. Era tan dulce y generoso como su Pedro Miguel, aunque un poco travieso.

Una vez se había lastimado al intentar salvar a un perro enfermo que estaba a punto de caer en una zanja. Perdió el equilibrio y su rostro fue a dar al piso. Quedó con una cicatriz que se extendía desde la mejilla hasta el cuello.

Si bien a Érica le gustaba el altruismo de su pequeño, le asustaba mucho que se lastimara en el proceso. Había perdido a su esposo y no podía permitirse perder también a Adrián. ¡Pero la vida tenía otros planes!

Érica llevó a Adrián a una feria por su cuarto cumpleaños. Había muchas atracciones y juegos para elegir, y el niño estaba muy emocionado. ¡Pasaron todo el día juntos, paseando por la feria y comiendo todo tipo de cosas!

Por la noche, Adrián estaba cansado y con mucha sed. Se dirigieron a un puesto para comprar una botella de agua, pero había una gran multitud, por lo que su madre le dijo que la esperara en un banco cercano.

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Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Unsplash

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Unsplash

Érica nunca perdió de vista a su hijo, hasta que llegó su turno. En ese momento estalló una estampida en la feria, cuando algunos hombres empezaron a hacer disparos. La gente corrió en desorden, en un esfuerzo por salvar su vida.

De un segundo a otro, Adrián desapareció de su vista. Érica se abrió paso entre la multitud hasta el banco, pero su hijo no estaba allí.

“¡Adrián!... ¡Adrián!”, gritó mientras miraba a su alrededor. Sin embargo, no tenía sentido. El ruido ahogaba su voz.

Entró en pánico. Los agresores se acercaban a ella, por lo que se escondió detrás del banco. Cuando se sintió a salvo, continuó buscando a Adrián, pero no pudo encontrarlo.

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Sollozando incontrolablemente, llamó inmediatamente a la policía y les notificó la situación. Los agentes respondieron rápidamente e hicieron su mejor esfuerzo, sin éxito.

En los días siguientes, Érica puso anuncios en periódicos, distribuyó panfletos, pegó carteles con el rostro de su hijo. Después de unos meses de intensa búsqueda, la policía cerró el caso.

Pasaron varios años. Érica se quedó en la misma casa durante 57 años, con la idea de que su hijo regresara algún día. Nunca perdió la esperanza.

Sin embargo, la Érica que todos recordaban como una mujer feliz y alegre, ahora era una mujer desolada, con el rostro marcado por las arrugas y los ojos cubiertos de enormes ojeras.

Vivió la vida de una reclusa. Su rutina diaria consistía en caminar por el vecindario antes y después del trabajo y volver a pegar los carteles de Adrián que se habían caído o alguien había quitado de la pared. Luego se preparaba una taza de té y veía la televisión por la noche.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Unsplash

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Unsplash

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Una tarde, Érica estaba viendo un programa de variedades donde habían invitado a un comediante. Tomó un sorbo de su té mientras el maestro de ceremonias lo llamaba al escenario.

Cuando miró el rostro del comediante, su taza de té se resbaló de su mano y cayó al suelo, y las lágrimas comenzaron a correr por sus mejillas.

Se frotó los ojos dos veces mientras la tele mostraba el rostro del comediante. Sus ojos profundos, su sonrisa y la cicatriz en su rostro eran exactamente como los de su hijo Adrián.

“Esto... esto no puede ser real”, susurró, luchando por contener las lágrimas. “¡Es Adrián! ¡Tiene que ser Adrián!”. La emoción la desbordaba.

El comediante fue presentado como Henry Bracho, pero Érica sentía la certeza de que era su hijo. En su corazón podía reconocerlo. Además, ¡era idéntico a Pedro Miguel!

Érica marcó rápidamente el número de la estación de TV que aparecía en la parte inferior de la pantalla. Mientras tanto, Henry había comenzado su actuación. Estaba hablando por el micrófono cuando notó algo extraño. El comediante quería reír, pero no podía. Su sonrisa estaba torcida y su rostro caído.

“¡Está teniendo un derrame cerebral!”, pensó. “¡Atiendan!”, gritó con desesperación, al darse cuenta de que él necesitaba ayuda inmediata. Luego, Henry se desplomó y el espectáculo se detuvo en el aire.

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Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Unsplash

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Justo en ese momento, alguien atendió la llamada de Érica. “¡Llévenlo al hospital de inmediato! Está teniendo un derrame cerebral... Soy enfermera. Por favor, envíenme un mensaje de texto con el nombre del hospital cuando sea admitido”.

“Él…”, reunió algo de coraje antes de decir, “¡Él es mi hijo! ¡Por favor, cuídenlo hasta que yo llegue!”, dijo, mientras agarraba con fuerza el teléfono.

“¡Está bien, señora!”, respondió el hombre al otro lado de la línea. Tomó el número de teléfono de Érica y le notificó sobre el hospital una vez que Henry fue trasladado allí.

El lugar estaba muy lejos de su residencia, por lo que Érica tardó horas en llegar. Entró corriendo a la puerta de la habitación de Henry y lo vio inconsciente a través del cristal. Estaba a punto de entrar cuando el gerente la detuvo y le preguntó su identidad.

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Era el mismo hombre que había atendido su llamada antes, así que le permitió entrar por algunos minutos. La condición del comediante era grave.

Érica se sentó junto a su cama, agarrando sus manos. “Adrián, vas a mejorarte”, susurró, con los ojos llorosos. “Estoy aquí. Nunca te dejaré de nuevo”.

Al día siguiente, Henry recuperó el conocimiento. Érica seguía allí, acompañada del médico. Él la miró fijamente. “Ma… ma…”, luchó por decir.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Unsplash

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“¿Te sientes mejor?”, preguntó el doctor, después de revisarlo. “Tendrás algunos problemas para hablar por un tiempo. Necesitarás terapia, pero pronto estarás bien”.

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“Es Increíble que dijera ‘mamá’”, le dijo dirigiéndose a Érica. “¡Debe quererla mucho! Por favor, vamos a dejar que descanse ahora”.

“Estoy aquí, Adrián”, le aseguró Érica mientras se levantaba para irse. “Volveré pronto…”.

Cuando ella intentó marcharse, él comenzó a llorar y le tomó la mano.

“¿Quieres decirle algo?”, preguntó el médico.

Henry asintió, con los ojos llorosos, así que el médico le dio una hoja de papel y él escribió un mensaje.

“¿Por qué me llamaste Adrián? ¡Recuerdo ese nombre de mi infancia!”.

Érica se echó a llorar al leer el mensaje. “¡Ese es tu nombre! Te perdí cuando tenías cuatro años, y nunca pude encontrarte. Eres mi hijo... ¡Adrián!”.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

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Asintió entre lágrimas y logró garabatear otro mensaje. Había sido adoptado hace muchos años. Sus padres lo encontraron al costado del camino una noche y él solo recordaba su nombre. Otro vehículo había estado a punto de atropellarlo, mientras él perseguía a un hombre con globos.

Cuando creció, intentó saber más sobre su historia y sus raíces, pero no encontró nada. Luego se dio por vencido. Sus padres adoptivos habían fallecido hace dos años.

Érica estaba llorando. “Les estaré eternamente agradecido por haberte salvado y cuidado. ¡Me alegro de tenerte de vuelta! ¡Estoy tan feliz!”.

Visitó a su hijo todos los días, hasta que fue dado de alta. Después de eso, ella se mudó con él. Adrián era viudo y su única hija estaba casada y vivía en el extranjero con su esposo.

Y aunque estaba triste por haberse perdido tantos años de la vida de su hijo, agradeció la nueva oportunidad de estar con él y vivir a su lado sus últimos días. ¡No desperdiciaría ni uno solo lamentando el pasado!

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

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¿Qué podemos aprender de esta historia?

  • Nunca pierdas la esperanza. A pesar de no tener pistas sobre su hijo durante cinco décadas, Érica nunca perdió la esperanza de encontrarlo.
  • La vida es hoy. Después de su milagroso reencuentro, Érica decidió dejar atrás su triste pasado y disfrutar de la compañía de su hijo por los años que le quedaban de vida.

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Este relato está inspirado en la vida cotidiana de nuestros lectores y ha sido escrito por un redactor profesional. Cualquier parecido con nombres o ubicaciones reales es pura coincidencia. Todas las imágenes mostradas son exclusivamente de carácter ilustrativo. Comparte tu historia con nosotros, podría cambiar la vida de alguien. Si deseas compartir tu historia, envíala a info@amomama.com.

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