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Un hombre en una casa vacía | Fuente: Flickr.com/daniMU
Un hombre en una casa vacía | Fuente: Flickr.com/daniMU

Hijo no visita a mamá en 6 años: encuentra su casa vacía y su pastel favorito lleno de moho - Historia del día

Georgimar Coronil
26 may 2022
15:35

Un hombre que no ha visitado a su madre en seis años se sorprende al encontrar su casa desierta y su pastel favorito pudriéndose en la cocina... Entonces un vecino le dice la verdad.

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La gratitud es la más rara de las emociones, ¿no es así? ¿Con qué frecuencia estamos verdaderamente agradecidos y con qué frecuencia expresamos o mostramos nuestra gratitud a quienes la merecen? No tan a menudo como deberíamos, eso es seguro, y Manuel Herrera no era una excepción a la regla.

La verdad es que Manuel tenía mucho que agradecer. Fue criado solo por su madre, Ana, después de que su padre falleciera cuando él tenía siete años. Ella se aseguró de que lo tuviera todo en la vida, absolutamente todo.

Imagen con fines ilustrativos. | Fuente: Unsplash

Imagen con fines ilustrativos. | Fuente: Unsplash

Cuando Manuel quería una bicicleta nueva, se la daba, y cuando necesitaba un computador nuevo, se lo conseguía. Ana no era una mujer rica y tenía dos trabajos para poder brindar a Manuel la vida que hubiese tenido si su padre no hubiese muerto.

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Algunos de sus amigos la instaron a ahorrar un poco de dinero para su vejez, pero Ana dijo: "Primero, me aseguraré de que Manuel tenga su vida asegurada... Luego me preocuparé de mí misma".

Ana pidió una segunda hipoteca de su casa cuando su hijo fue a la universidad. No quería que el chico empezara su vida con una enorme carga de préstamos estudiantiles.

Más tarde, cuando Manuel se casó con Patricia, Ana, que había ahorrado un poco de dinero, le dio todo a la pareja para que pudiera pagar la inicial de su primera casa.

Y entonces Manuel se vio envuelto en el torbellino de la vida como profesional y esposo, y empezó a visitar a Ana cada vez menos. Al principio, iba una vez al mes, pero al final de su primer año de matrimonio, dejó de visitarla.

Seguía llamando a su madre todas las semanas, por supuesto, y se decía a sí mismo que era suficiente, que ella lo entendía. Y lo intentaba, pero Ana echaba de menos a su hijo y se hacía mayor.

El tiempo pasó tan rápido que, antes de darse cuenta, Manuel no había visto a su madre en casi seis años, ni siquiera en Navidad o en Acción de Gracias. Siempre viajaban a la casa de los padres de Patricia para estar con su familia, lo cual era muy divertido.

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Seguro que Ana lo entendía, se dijo Manuel. Su madre quería que fuera feliz y él era feliz. Sin embargo, su conciencia lo atormentaba, así que un día llamó a Ana.

Imagen con fines ilustrativos. | Fuente: Unsplash

Imagen con fines ilustrativos. | Fuente: Unsplash

"¡Hola, mamá!", dijo Manuel. "La semana que viene es mi cumpleaños y pensaba pasar por tu casa a comer".

"¡Oh, Manuel!", gritó Ana con alegría. "¡Eso sería maravilloso! ¡Te he echado de menos!".

"Y yo he echado de menos tu pastel de terciopelo rojo", dijo Manuel. "¡Así que no te olvides de hornearlo para mí!".

Pero cuando llegó el día del cumpleaños de Manuel, su esposa le despertó temprano y le llevó al puerto deportivo para enseñarle su regalo de cumpleaños: un bote con cabina de 12 metros. Inmediatamente, sacaron el yate, y Manuel se olvidó por completo de la promesa que había hecho a su mamá.

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Ni siquiera llamó por teléfono para decirle que no iba a ir y solo se acordó días después. "¡Dios mío!", le gritó a su secretaria. "¡Me he olvidado de mi madre!".

Manuel telefoneó inmediatamente a Ana, pero ella no contestó su número fijo y cuando la llamó a su móvil caía directo al buzón de voz. Lleno de culpa, se subió a su coche y condujo hasta la casa de su madre.

Estacionó en la entrada y corrió hasta la puerta. "¡Mamá!", gritó, mientras tocaba. Nadie respondió, así que sacó la llave de repuesto de su llavero y abrió.

"¿Mamá?", llamó. La casa estaba en silencio, todas las ventanas estaban cerradas y había polvo por todas partes. Entró en la cocina y allí, encima de la mesa, había un pastel de terciopelo rojo.

Imagen con fines ilustrativos. | Fuente: Unsplash

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El postre estaba cubierto de moho y parecía tener al menos una semana de antigüedad. ¿Dónde estaba Ana? Siempre había sido una ama de casa muy exigente y nunca habría dejado que un pastel se pudriera en su cocina.

Manuel corrió a la puerta de al lado y tocó. "Señora Díaz", dijo a la vecina de su madre. "¿Sabrá usted dónde está mi madre?".

"Sí", respondió la mujer, lanzando a Manuel una mirada de desaprobación. "Está en el hospital. Tuvo un ataque al corazón y fui yo quien la encontró".

Manuel estaba devastado. Condujo hasta el hospital y pidió ver a su madre. Los médicos le dijeron que Ana estaba en la UCI y que no podía verla. Luego, le dijeron que su mamá necesitaba una operación y le preguntaron por su seguro.

"No creo que tenga seguro", dijo Manuel. Y fue entonces cuando los médicos le dijeron que la operación costaría entre 100.000 y 200.000 dólares. "No tengo esa cantidad de dinero", expresó.

Manuel volvió a casa esa noche y se tumbó en la cama junto a Patricia dando vueltas en el colchón. "Mi madre necesita la operación", le dijo. "Los médicos dijeron que costaría entre 100.000 y 200.000 dólares. No sé qué hacer... Tal vez... ¿Te enfadarías si vendiera el bote?".

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Patricia saltó de la cama. "¿Qué?", exclamó. "¿Vender el barco? Fue un regalo de cumpleaños!".

"Lo sé", dijo Manuel con humildad. "Y me encanta, pero mi madre...".

Imagen con fines ilustrativos. | Fuente: Pexels

Imagen con fines ilustrativos. | Fuente: Pexels

"¡Tu madre debería haber pensado en eso cuando era más joven!", gritó Patricia con rabia. "¡Mis padres lo hicieron, para no ser una carga para sus hijos!".

"Mi madre gastó cada centavo que ganó en mí", dijo Manuel. "Me crio ella sola. Pagó la universidad, nos dio el depósito para esta casa, todo lo que tenía me lo dio a mí. Voy a vender el barco, y voy a vender la casa!".

"¡Será mejor que te asegures de tener suficiente para los abogados, Manuel!", gritó Patricia. "¡Porque si pones a esa mujer por encima de mí, me divorcio de ti!".

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"Esa mujer es mi madre, Patricia", dijo Manuel. "Y si me quisieras lo entenderías".

Manuel vendió el barco, y eso, junto con su mitad de su parte de la casa fue suficiente para pagar la cirugía de Ana. Cuando fue a recoger a su madre al hospital, le dio una noticia.

"Escucha, mamá", dijo. "Espero que no te importe que me mude contigo...".

"Por supuesto que no", dijo Ana. "¿Pero qué pasa con Patricia?".

Imagen con fines ilustrativos. | Fuente: Pexels

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"Nos estamos divorciando", explicó Manuel. "Tuvimos una discusión, así que básicamente estoy sin hogar aunque tengo un trabajo. ¿Puedo quedarme contigo hasta que me recupere?".

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Ana miró a su hijo con lágrimas en los ojos. "Vendiste la casa, ¿verdad? ¿Para pagar mi operación? ¿Por eso se divorció de ti? ¿Sacrificaste tu matrimonio por mí?".

Manuel negó con la cabeza. "Si Patricia es el tipo de mujer que pone lo material por encima de la familia, hago bien separándome de ella", dijo. "No he sacrificado nada, mamá, comparado con lo que tú has sacrificado por mí. Solo te he devuelto un poquito".

¿Qué podemos aprender de esta historia?

  • Nada en este mundo es más valioso que la vida de las personas que amamos: Manuel se dio cuenta de que la vida de su madre valía cualquier sacrificio.
  • Nunca es demasiado tarde para corregir los errores: Manuel había sido negligente con su madre, pero cuando se dio cuenta de que podía perderla, corrigió sus errores.

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Este relato está inspirado en la vida cotidiana de nuestros lectores y ha sido escrito por un redactor profesional. Cualquier parecido con nombres o ubicaciones reales es pura coincidencia. Todas las imágenes mostradas son exclusivamente de carácter ilustrativo. Comparte tu historia con nosotros, podría cambiar la vida de alguien. Si deseas compartir tu historia, envíala a info@amomama.com.

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