Hija de millonario dueño de hotel se burla de pobre mucama hasta que oye que su papá se dirige a ella por altavoz - Historia del día
Un hombre rico y exitoso dueño de un hotel le enseñó a su hija una valiosa lección después de escucharla burlándose de una mucama.
Nicole Suárez fue criada por su padre, Augusto, después de que su madre la dejó para mudarse al extranjero cuando ella tenía cinco años. El hombre crio a su hija con cariño, le dio lo mejor de todo y nunca se negó a ninguna de sus peticiones.
Augusto Suárez era propietario de un hotel y tenía abundante riqueza. Sin embargo, nada en su vida le había resultado fácil.
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Comenzó su carrera como un simple cargador en un pequeño motel. Luego ascendió hasta la cima tras años de trabajo duro, trabajos de medio tiempo y estudios de negocios en una universidad pública.
Desafortunadamente, sus años de adicción al trabajo hicieron que le dedicara menos atención a su hija y más al campo laboral. Eso provocó que ella se volviera autoritaria y arrogante.
Un día, Nicole y sus amigas se estaban relajando en el hotel de su padre. Estaban de fiesta y escuchando música a todo volumen en una habitación que pronto se convirtió en un basurero.
Había botellas de cerveza vacías, tazones de comida y paquetes de papas fritas esparcidos por todas partes.
Nicole había llamado a una mucama para que limpiara la habitación, pero debido a la música a todo volumen en el interior, no escucharon a la empleada tocar el timbre durante bastante tiempo.
Cuando Nicole finalmente abrió la puerta insultó a la mucama. “¡¿Por qué tardaste tanto?! ¡¿No puedes hacer bien tu trabajo?!”.
“Lo siento”, respondió la empleada, llamada Rosa, suavemente. “Estuve esperando afuera durante cinco minutos, pero no me escucharon debido a la música alta”.
“¡Vaya, vaya!”, dijo Nicole. “¡Puedo hacer lo que me dé la gana! ¡Este es MI hotel!”, dijo la joven, sacando una campana de su mochila.
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“Supongo que necesitas esto. ¡De esa manera podremos oírte fácilmente entrar en la habitación!”. Entonces le puso la campana alrededor del cuello a la mucama mientras una de sus amigas, Astrid, filmaba todo.
Rosa se quejó, con los ojos llorosos, y trató de quitársela, pero Nicole la agarró de las manos y tiró hacia abajo. “¡Haz lo que te digo o perderás tu trabajo!”.
La empleada no tuvo más remedio que obedecer las órdenes de Nicole. Empezó a limpiar todo mientras las amigas de la joven la grababan con sus teléfonos.
Desafortunadamente para la hija del dueño, no tenía idea de que la puerta de su habitación estaba entreabierta. Augusto había pasado por la habitación y había escuchado todo lo que le había dicho a Rosa. Pero en lugar de confrontar a su hija, regresó a su oficina.
Mientras la mucama todavía estaba limpiando la habitación, Nicole sacó un billete de $100 y lo arrojó al suelo.
“Considera esto como tu propina. Y asegúrate de que la habitación quede impecable, o si no tendrás un recorte salarial”, se burló antes de salir de su habitación con sus amigas.
Momentos después, Nicole escuchó la voz de su padre desde un altavoz dirigiéndose a ella. “¡Nicole! ¡Ven a mi oficina ahora mismo!”, declaró con firmeza.
La joven y sus amigas intercambiaron miradas ansiosas. “¡Te deseo lo mejor, Nicole! ¡Supongo que tu papá finalmente sabe que estamos aquí!”, dijo una de las chicas mientras se alejaban y la dejaban sola.
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La joven se dirigió a la oficina de su madre, temerosa.
“Hola, papá”, dijo mientras entraba. “¿Me llamaste?”.
“¡Sí, entra!”, dijo mientras hojeaba un archivo.
Nicole se asustó cuando su padre no le permitió tomar asiento. “No te pedí que te sentaras!”, exclamó, furioso. “Dime, ¿qué haces aquí a esta hora? ¿No deberías estar en clases?”.
La chica fingió una risa. “¡Ah, la universidad está en un receso, papá! ¿Entonces pensé que podría pasar un rato con mis amigas aquí por un tiempo? ¡Tenemos un receso de un mes!”.
“Así que estás libre de estudios por un mes entero. ¿Es eso correcto?”, preguntó con firmeza.
“Bueno... sí, ¡algo así!”.
“Está bien”, dejó el documento sobre la mesa, sacó un uniforme de mucama y lo colocó sobre el escritorio. “Prepárate para trabajar aquí hasta que comiencen las clases. ¡Trabajarás como mucama durante un mes a partir de hoy!”.
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“¿Qué?”, dijo la chica sorprendida. “¡Papá! Estás bromeando, ¿verdad?”.
“Me temo que no. Tienes que trabajar para entender el valor del dinero y que no crece en los árboles”, afirmó con firmeza.
“¡No, papá!”, replicó Nicole. “¡No voy a hacer eso!”.
“Está bien”, suspiró. “Cancelaré sus tarjetas de crédito y tampoco que daré efectivo. ¿Qué te parece eso?”.
“Pero, papá, ¡por qué! ¿Cómo puedes hacerme eso?”.
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“¡Ya te dije las condiciones, Nicole! ¡Es tu decisión aceptar el trabajo como mucama o cancelar tus tarjetas y quedarte sin dinero!”.
En este punto, Nicole sabía que no tenía salida. Aceptó trabajar a regañadientes, pero los días venideros no serían fáciles.
Durante su primer turno, la joven se encargó de limpiar la habitación de una pareja, donde toda la alfombra estaba manchada con vino. Nicole no tenía idea de cómo limpiarlo. Frotaba las manchas vigorosamente, pero no se quitaban.
Rosa pasaba por la habitación en ese momento y se ofreció a ayudarla. Nicole se sintió avergonzada, pero le susurró un “gracias”.
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La empleada le dedicó una sonrisa amistosa. “No hay problema. ¡No será fácil porque es tu primer día! ¡Pero no te preocupes, eventualmente lo dominarás!”.
Nicole pensó que Rosa era un ángel, pues la ayudó durante su primera semana de trabajo. Con el tiempo, la joven entendió que estuvo mal humillarla y se sentía muy mal por eso.
No solo se hizo amiga de Rosa, sino que también comenzó a tomarse en serio su trabajo como mucama, como la joven empleada le había enseñado.
“Sabes qué, Nicole”, le dijo Rosa un día. “Ser mucama es más que solo brindar servicio a la habitación. Se trata de cuidar a los huéspedes y atender sus necesidades para que disfruten de una estadía placentera. ¡Este trabajo es más que solo limpiar!”.
Nicole lo entendió y se sintió aliviada de que finalmente estaba haciendo algo por sí misma y siendo autosuficiente.
Un día, la llamaron para limpiar una habitación y resultó ser la que sus amigas habían reservado. Estaban de fiesta, y cuando la vieron con un uniforme de mucama comenzaron a burlarse de ella.
“¡Dios mío, Nicole!”, dijo Astrid con una risa burlona. “¡Mírate! ¡Es terrible! ¡Pareces una de esas mucamas!”.
“Cállate y déjame hacer mi trabajo”, replicó la joven. “No estoy de humor para empezar una pelea”.
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“¡Vaya! ¡Cálmate! Yo tampoco quiero pelear. Pero solo me preguntaba...”, dijo, haciendo una pausa.
“¿Qué pasaría si tu padre se entera de que no estamos realmente de vacaciones y que te expulsaron hace seis meses? ¡Estoy segura de que no apreciaría eso!”, dijo Astrid mientras se reía, y todos sus amigos se unieron a ella.
Nicole tenía miedo de decirle la verdad a su papá, por lo que permaneció en silencio. Empezó a ordenar la habitación y decidió irse lo antes posible. Astrid, por otro lado, no había terminado de burlarse de ella, y seguía diciendo cosas para hacerla enfurecer.
En un momento, Nicole perdió la calma y gritó: “¡Ya basta! ¡Tú y tus tontos amigos deben abandonar este lugar ahora mismo o llamaré a seguridad!”.
“¡Oye, Nicole! Será mejor que tengas cuidado con lo que dices, ¿de acuerdo?”, respondió Astrid. “¡De lo contrario, le diremos a tu padre cómo te expulsaron de la universidad!”.
“¡Está bien, adelante! ¡No tengo miedo! En cualquier caso, ¡él merece saber la verdad!”, gritó Nicole. “Me arrepiento de haberme hecho amiga tuya. Mírate, ¡ni siquiera son amigas de verdad!”.
“En algún momento, también se van a traicionar entre ustedes ¡Astrid, contaré hasta tres! ¡Tú y tus amigos se tienen que ir o llamaré a seguridad! Uno, dos, tres...”. Las chicas salieron corriendo de la habitación.
Nicole se hundió en el suelo llorando. Recordó cómo se había burlado de Rosa y se sintió terrible por haberla tratado así. Ese día acudió a su padre y le contó todo.
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“Lo siento, papá”, dijo, bajando la cabeza. “Abusé de tu confianza e hice cosas que no debería haber hecho. No estoy de vacaciones en la universidad. Me expulsaron hace seis meses y te mentí, ¡pero estoy dispuesta a pagar por mis errores!”.
“¿Fuiste expulsada?”, le preguntó Augusto mirándola fijamente, incapaz de creer lo que había escuchado.
“Sí, papá, pero he decidido devolverte el dinero. Conseguiré un trabajo y ...”.
De repente, el hombre se levantó de su asiento y la abrazó. “¿Sabes lo orgulloso que estoy de ti, Nicole? ¡Buen trabajo!”.
“¿Papá?”, dijo ella sorprendida. Había pensado que Augusto la castigaría y nunca la perdonaría. ¡Pero estaba orgulloso de ella! ¿Por qué?
“Pero no he hecho nada para enorgullecerte, papá. ¡En cambio, me aproveché de tu confianza y desperdicié todo el dinero de la matrícula que me diste en fiestas con mis amigas! ¿No estás enojado conmigo?”.
“Estoy decepcionado, Nicole. Estoy bastante molesto”, admitió el hombre. “Lo sé todo. Sé cómo tú y tus amigas trataron a Rosa. Escuché todo... Y tu amiga Astrid me envió un mensaje hace un tiempo, así que sé que también fuiste expulsada”.
“Para ser honesto, no esperaba que vinieras a mí y me confesaras todo, pero lo hiciste. ¡Y es en este punto que deberías ser perdonada!”.
“Recuerda, cariño, en realidad nadie es malo de corazón, solo somos personas que tomamos malas decisiones y cometemos errores. Si reconocemos nuestros errores y tratamos de corregirlos, deberíamos ser perdonados”.
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“¡Ay, papá!”. Nicole se echó a llorar. “¡No merezco tu perdón!”.
“Sí lo mereces, hija”, dijo. “Cuando termines tu deber como mucama puedes comenzar a trabajar en una mejor posición”.
Pero Nicole se negó. “¡No, papá! Quiero ganármelo. Seguiré trabajando a tiempo parcial como mucama mientras termino primero mi carrera”.
“También le debo una disculpa a Rosa. Estaba pensando que deberías darle un aumento. Es increíblemente generosa y me ha enseñado mucho”.
“¡Qué maravillosa idea!”, dijo Augusto. “¡Buen trabajo, Nicole! ¡Estoy muy orgulloso de ti!”.
¿Qué podemos aprender de esta historia?
- Nunca menosprecies a alguien por su trabajo o estatus. Nicole insultó a Rosa por ser mucama, pero entendió lo equivocada que estaba después de ponerse en sus zapatos.
- Sé amable y generoso con los demás. A pesar de los insultos de Nicole, Rosa siempre fue cortés y servicial con ella.
- Lo que se hace se paga. Nicole despreciaba a Rosa porque trabajaba como camarera de hotel. El karma la alcanzó y se encontró en la misma posición más tarde. Fue entonces cuando aprendió la lección.
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Este relato está inspirado en la vida cotidiana de nuestros lectores y ha sido escrito por un redactor profesional. Cualquier parecido con nombres o ubicaciones reales es pura coincidencia. Todas las imágenes mostradas son exclusivamente de carácter ilustrativo. Comparte tu historia con nosotros, podría cambiar la vida de alguien. Si deseas compartir tu historia, envíala a info@amomama.com.