Chica mueve las manecillas de viejo reloj a 42 minutos como su difunta abuela le pidió en testamento y el reloj se abre - Historia del día
Una joven hereda una casa antigua y un viejo reloj de su abuela, y cuando sigue las instrucciones del testamento, se revela su verdadero legado.
Emilia Ortiz falleció repentinamente y sus nietas quedaron sin más familia. La madre de las niñas había fallecido cuando Catherine tenía 12 años y Alicia 14. La abuela las había cuidado hasta ese día.
Durante el funeral, Catherine estaba aturdida por la pérdida; su hermana mayor, Alicia, se mostraba más tranquila y serena. La única vez que mostró algo de emoción fue cuando el abogado de Emilia les pidió que lo visitaran al día siguiente.
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Esa noche, Catherine se quedó dormida llorando en su pequeño apartamento y Alicia habló con su novio sobre la herencia que Emilia podría haberles dejado.
“En los años 50, la familia tenía montones de dinero!”, dijo Alicia. “Sé que la abuela Emilia se gastó la mayor parte de la fortuna familiar, ¡pero debe quedar ALGO!”.
Devastada por la tristeza, Catherine fue a la reunión en la oficina del abogado sin esperar nada, a diferencia de su hermana, que esperaba una ganancia inesperada.
El señor Rodríguez, el abogado, explicó: “El testamento de Emilia es muy sencillo, especialmente porque su patrimonio es muy pequeño”.
“¿Pequeño?”, preguntó Alicia. “¿Qué quieres decir? ¿De cuánto estamos hablando?”.
“La casa donde vivió hasta el final de sus días, será vendida y la ganancia debe compartirse a partes iguales entre ustedes dos. Además, les dejo el reloj que, según explica el testamento, ha marcado todos los momentos importantes de su vida”, dijo el abogado.
“Queridas mías, nunca olviden de dónde vienen porque nuestro mayor legado es siempre nuestro origen, y esos momentos especiales marcados por ese viejo reloj abrirán un tesoro oculto”, decía parte del documento.
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“¿En serio?”, preguntó Alicia. “¿La abuela estaba senil? ¿Contando momentos en ese reloj viejo y desgastado? ¿Tesoros ocultos de momentos especiales? ¿Dónde está el dinero?”.
El señor Rodríguez frunció el ceño. “No hay dinero”, dijo. “Emilia vivía de su pensión”.
“¿Así que es solo esa casa en ruinas y ese viejo reloj?”, dijo la mayor, sin disimular su frustración. Se volvió hacia su hermana que había estado escuchando en silencio. “¡Puedes quedarte con todo, Cathy! ¡Yo no lo quiero!”.
“En ese caso”, dijo el abogado. “Por favor, tenga la amabilidad de firmar un documento declarando que entrega su parte de la herencia a su hermana”.
“¡Así lo haré!”. Firmó la declaración y salió de la oficina. Catherine sacudió la cabeza y se secó las lágrimas.
“Me encanta esa casa antigua”, dijo. “Es donde crecí. ¡Quiero vivir allí! La abuela Emilia tiene razón. Hay recuerdos en cada rincón de esa casa, y todos mis mejores momentos los viví allí, con ella”.
Una semana después, Catherine comenzó a renovar la casa de su abuela. Debido a que su presupuesto era pequeño, había cosas que hacía ella misma, como pintar la cocina.
Fue mientras mezclaba la pintura que los ojos de Catherine se posaron en el viejo reloj de pared. “¡Tengo que quitarlo de ahí!”, se dijo a sí misma y fue a buscar una escalera.
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Luchó para bajar el reloj porque era mucho más pesado de lo que esperaba. Lo puso con cuidado sobre la mesa de la cocina y recordó lo que el señor Rodríguez había leído en el testamento: “Esos momentos especiales marcados por ese viejo reloj abrirán un tesoro oculto”.
“Recuerda de dónde vienes”, se dijo Catherine. “Entonces, ¿de dónde vengo? ¡De la casa número 42!”, se contestó. Empujó el minutero a 42 minutos y escuchó un clic extraño.
Lentamente, empujó la manecilla de segundos para alinearla con los minutos y escuchó un segundo clic. Su corazón comenzó a latir cada vez más rápido, mientras empujaba la manecilla de la hora para alinearla.
¡Hubo un tercer clic más fuerte y el frente del reloj se abrió! ¡Dentro, brillaban joyas de oro y piedras preciosas! ¡El viejo reloj contenía un verdadero tesoro!
Las joyas, que habían usado las mujeres Ortiz durante generaciones, yacían sobre la mesa de la cocina. ¡Diamantes, rubíes y esmeraldas, y Catherine sabía que no podría vender ninguna de ellas!
Catherine volvió a buscar en el interior del viejo reloj y encontró un paquete. Dentro había un grueso fajo de billetes que sumaban 12 mil dólares, pero los billetes eran viejos, muy viejos.
Investigó un poco en Internet y descubrió que esos billetes, algunos del siglo XIX, podrían valer hasta diez veces su valor nominal. “¡Ay, abuela!”, dijo con nostalgia. “Aún me estás cuidando. ¡Nunca te olvidaré!”.
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¿Qué podemos aprender de esta historia?
- La verdadera riqueza de la vida son los buenos recuerdos y el amor de las personas. Alicia solo valoraba el dinero, por lo que terminó perdiéndose el legado de su abuela.
- Nunca olvides de dónde vienes. Catherine atesoraba los recuerdos de su abuela e hizo de ese amor su legado y su tesoro.
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Este relato está inspirado en la historia de un lector y ha sido escrito por un redactor profesional. Cualquier parecido con nombres o ubicaciones reales es pura coincidencia. Todas las imágenes mostradas son exclusivamente de carácter ilustrativo. Comparte tu historia con nosotros, podría cambiar la vida de alguien. Si deseas compartir tu historia, envíala a info@amomama.com.