Mamá pobre compra viejo triciclo en el mercado y encuentra el nombre de su difunto hermano en él - Historia del día
Una joven madre soltera compra un viejo triciclo en un mercado de pulgas para su hijo. Se sorprende al encontrar un nombre conocido y una misteriosa dirección en el manillar.
Andreína Davids era una niña solitaria. Creció sola con su madre y siempre fantaseó con tener un hermano mayor. Un día, mientras jugaba a disfrazarse, encontró una vieja fotografía en la parte posterior de uno de los cajones de su madre.
¡Eran Andreína y un niño sentado en el jardín delantero jugando! En la parte posterior de la foto estaba escrito: "Camilo y Andreína, de 5 y 3". Andreína le llevó la foto a su madre, emocionada por la idea de que tenía un hermano o tal vez un primo, pero su respuesta la sorprendió.
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Graciela Davids cogió la foto de las pequeñas manos de Andreína. Por primera vez en su vida, la madre de Andreína le gritó. "¡No vuelvas a tocar esto nunca más!".
La niña se puso a llorar. "¡Lo siento mami, lo siento! ¡Sólo quería saber quién era ese chico!", sollozó.
Graciela respiró hondo. "Andreína, ese era tu hermano Camilo, pero se ha ido y a tu mami le duele hablar de él", dijo con voz más tranquila. Graciela guardó la foto y nunca volvieron a hablar de ello. Después de todo, lo mismo hacían con su padre.
Cuando Andreína tenía veinticinco años, Graciela falleció de un ataque al corazón, y la dejó aún más sola. Su situación era muy precaria para entonces. Andreína estaba embarazada de seis meses, y su novio se había ido porque sentía que era demasiado joven para ser padre.
Andreína aún no se sentía lista para la maternidad, pero decidió tener su bebé. Graciela había apoyado su decisión. "Te ayudaré, Andreína", dijo. "Estaré aquí para ti siempre."
Pero una tarde el teléfono había sonado y una voz en el otro lado le dijo a Andreína que su madre valiente y amorosa se había ido. Andreína no dejó que la tristeza se volviera desesperación. Tenía un bebé en camino del que ocuparse.
Graciela le había dejado su pequeña casa y un seguro de vida no muy abultado. Si Andreína era muy cuidadosa con el dinero, podía alcanzar para llegar hasta el final de su embarazo.
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Cuando nació su bebé, Andreína recordó a Graciela y al niño sonriente en la foto y nombró a su propio hijo pequeño Camilo. Volvió a su trabajo como cajera en un supermercado local tan pronto como pudo. El dinero era escaso, y quería ahorrar lo que quedaba del dinero del seguro de Graciela para la educación de Camilo.
Solía dejar al niño con una vecina que había sido muy amiga de su madre. Era una verdadera suerte tener alguien de confianza con quien dejar al bebé.
Con todo, la joven madre se sentía bendecida. Tenía un hogar, un trabajo y un hijo maravilloso, ¡si no se sintiera tan sola y echara tanto de menos a su madre!
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Los días se convirtieron en años, y para el momento en el que ocurrió lo que aquí relatamos, Camilo era un nene de tres. Era un chico grande con una risa alegre a quien nada le gustaba más que correr por la casa con sus piernas regordetas. "¡Qué bien te vendría un triciclo!", exclamó Andreína riendo. "¡Así puedes ir todavía más rápido!".
Ese fin de semana, Andreína visitó el mercado de pulgas local. Se sintió encantada cuando vio un triciclo antiguo pero funcional a la venta. "¿Cuánto está?", le preguntó al hombre que lo vendía junto con otros objetos.
El hombre miró a su alrededor rápidamente. "¡Para una dama tan bonita, $10!", dijo. Andreína se sorprendió al oír que era tan barato, pero después de probar los pedales y girar las ruedas, entregó los $10 y felizmente se llevó el triciclo a casa.
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Por supuesto, el pequeño Camilo estaba encantado y lo hizo andar por el patio tocando la campana y gritando a viva voz. Pero algo inesperado sucedió: Uno de los manubrios se zafó.
Camilo comenzó a llorar, pero Andreína lo recogió e inmediatamente comenzó a encajarlo de nuevo. Entonces se dio cuenta de algo. Había una etiqueta en la parte inferior del manillar que decía: "Propiedad de Camilo Davids - Calle 23 número 381".
"¡Ese es el nombre de mi hermano!" se dijo Andreína. "¿Será nuestra vieja dirección? Tal vez la gente allí recuerde a mamá, y me cuente más sobre mi hermano y mi padre...".
Al día siguiente, Andreína se dirigió a la calle 23 y llamó a la puerta del número 381. Era una bonita casa con persianas blancas y enredaderas en las paredes. Un hombre amable de unos veinte y pocos años abrió la puerta.
"Hola", dijo Andreína tímidamente. "Siento molestarte, pero ¿has oído hablar de un tal Camilo Davids?".
El hombre sonrió. "¡Ese soy yo!", dijo. "¿En qué puedo ayudarte?"
"Mira, esto va a sonar muy extraño" explicó Andreína, "pero le compré a mi hijo un triciclo en un mercadillo y tu nombre y dirección estaban en el manillar".
"¡Oye!", exclamó el hombre. "¡Ese triciclo fue robado hace años! ¡Qué raro encontrarlo!"
"Pero la razón principal es que tienes el mismo nombre que mi hermano, Camilo Díaz", explicó ella. "Mi padre era Ricardo Díaz, y el nombre de mi madre era Graciela".
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El hombre la miró sorprendido. "¡Vaya, qué raro! Mi padre también se llamaba Ricardo Díaz, pero mi madre se llama Sarah". Entonces se dio la vuelta y llamó: "¡Mamá! ¿Podrías venir aquí, por favor?"
Una mujer de la edad de la madre de Andreína salió sonriendo. Luego se detuvo cuando vio a Andreína y se puso lívida. "Al fin", dijo ella. "¡Gracias a Dios!"
"¿Mamá?" preguntó Camilo sorprendido. "¿Qué está pasando?".
Sarah tenía lágrimas en los ojos. "Camilo, esta es tu hermana, Andreína...".
"¿Sabías de mí?", preguntó la joven, sorprendida.
"¿Mi hermana?", exclamó Camilo. "¿Pero qué dices?".
Sarah tomó a Camilo de los hombros. "Cariño, puede que no te haya dado a luz, pero te amo como si lo hubiera hecho. Tu papá, verás, se divorció de tu madre, que es también la mamá de Andreína". Los dos jóvenes la miraron incrédulos. Ella prosiguió.
"Fue un divorcio bien feo. Llegaron finalmente a un trato: Graciela se llevó a Andreína, y tu padre se quedó contigo. Eras tan pequeño... Empezaste a llamarme mamá, y rápidamente olvidaste el pasado. Así que tu padre no te habló de tu hermana, y me prohibió decírtelo. ¡No puedo decirles lo feliz que estoy de verlos a los dos juntos!".
Andreína estaba llorando. "Mi madre tampoco me habló de Camilo, ¡solo dijo que se había ido! Pensé que quería decir que estaba muerto... ¡He estado tan sola!".
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"Bueno, ya no estás sola, Andreína", dijo Sarah. "Tu padre falleció hace seis años, y tienes derecho a una parte de su herencia. Y lo mejor de todo, ¡tienes una familia!".
El Camilo adulto se hizo muy amigo de su sobrino, el Camilo pequeño. Cuando el Camilo grande se casó unos años más tarde y tuvo su propio hijo pequeño, el triciclo pasó a un nuevo propietario. ¡Ese viejo triciclo se convirtió en una reliquia familiar, tan preciosa como cualquier joya!
¿Qué podemos aprender de esta historia?
- La vida se las arregla para hacer que la gente se encuentre. Andreína nunca imaginó que un viejo triciclo la reuniría con su hermano perdido hace mucho tiempo y le daría una nueva vida.
- Todos necesitamos amor y familia. Los padres de Andreína separaron a sus hijos, pero nunca imaginaron que morirían y los dejarían solos. Afortunadamente, se encontraron el uno al otro.
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