Mientras prometido yace en coma, mujer se vuelve cercana a su cuñado: un mes después su prometido despierta - Historia del día
Después de que su prometido resultara herido en un accidente automovilístico y cayera en coma, una joven se apoyó en el hermano del hombre. Los dos comenzaron a enamorarse y luego su prometido despertó.
¿De quién nos enamoramos? ¿La persona frente a nosotros? ¿O la idea del amor perfecto en nuestras cabezas? A menudo no lo sabemos hasta que el tiempo nos pone a prueba o hasta que la madurez nos enseña lo que realmente es el amor.
Cuando Elsa Fernández conoció a Diego Freites, solo tenía 22 años y estaba locamente enamorada de la idea de enamorarse.
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Él sopló en su vida en un torbellino de romance y rosas, y la hizo perder el control. Era guapo, exitoso y encantador. Era perfecto.
Y cuando le propuso matrimonio a la luz de la luna bajo un dosel de rosas, con una violinista dándole una serenata, por supuesto, ella aceptó. Aceptó el sueño, la fantasía, el hombre que apenas conocía.
Elsa se dejó llevar por las delicias vertiginosas de planificar la boda de sus sueños, elegir el lugar, las flores, el vestido. Luego, tres semanas antes del gran día, su mundo se vino abajo.
Eran las 9 de la noche cuando sonó su teléfono, era la madre de Diego, Clara, y estaba tartamudeando y llorando. “Es Diego... su auto... está en el Hospital, no saben si sobrevivirá...”.
Elsa condujo al centro médico aturdida. Entró corriendo y encontró a Clara llorando en la sala de espera. “Su auto se desvió para esquivar a un animal... Se salió de la carretera y cayó por un barranco. Mi pobre hijo…”, sollozó la mujer.
La joven abrazó fuerte a Clara. Las dos mujeres nunca habían sido particularmente amistosas, pero ahora estaban unidas por su temor por Diego. Se sentaron juntas, tomadas de la mano mientras esperaban a los médicos.
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Tres horas después, salió un cirujano quitándose la máscara. “¿Señora Freites?”, preguntó. “Su hijo ya salió de cirugía. Detuvimos la hemorragia en su cerebro, pero... Solo el tiempo dirá cómo reaccionará”.
“¡Dios mío!”. Clara se tapó la cara con las manos. “¿Está vivo?”.
“Sí”, dijo el médico. “Pero debe entender, no podemos garantizar...”.
“No necesitamos garantías, ¿verdad, Elsa?”. Clara le dijo a la joven. “Dios sanará a Diego. ¡Tenemos fe!”. El médico se mostró escéptico, pero asintió y sonrió agradablemente. El tiempo lo diría.
Durante la semana siguiente, Elsa pasó todos los momentos disponibles junto a la cama de Diego, turnándose con Clara para que nunca estuviera solo. Las dos mujeres le leían, le ponían su música favorita y le hablaban sobre sus recuerdos, pero él seguía soñando.
Para ella, era como el cuento de hadas de la Bella Durmiente, pero esta vez, era el príncipe quien dormía bajo un hechizo maligno.
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Una tarde, la segunda semana después del accidente, Elsa bajó a la cafetería a tomar un café. Cuando regresó, entró en la habitación de Diego y sintió como si estuviera alucinando. Él todavía estaba dormido en su cama, pero parado cerca de él estaba... ¡Diego!
Ella gritó y la taza se le cayó de las manos. “¿Diego?”, preguntó impactada. Por un breve segundo, pensó en todos esos artículos que había leído sobre experiencias fuera del cuerpo, de personas que recuerdan estar de pie junto a sus propios cuerpos inconscientes...
Luego, unas manos cálidas sujetaron las de ella y la guiaron hasta el sillón junto a la cama de su prometido. El hombre que tenía delante no era Diego, aunque el parecido era sorprendente.
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Cuanto más lo miraba, más notaba ella las diferencias. Este hombre era un poco mayor, y su rostro estaba marcado por el cansancio de un gran sufrimiento. El alma que animaba sus ojos era muy diferente a la de su prometido.
“¿Quién eres tú?”, preguntó la joven.
“Soy Ramón Freites”, dijo el hombre, y su voz era profunda, madura y ligeramente ronca. Nada parecida a la de su amado. “Soy el hermano mayor de Diego. Tú debes ser Elsa”.
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“Sí”, respondió ella. “Lo siento, ¡pero me diste un susto!”.
Ramón sonrió y su sonrisa lo hacía ver menos parecido a Diego. “Perdón por eso. Vine a ofrecerles apoyo a ti y a mi madre”, explicó. “Uno de mis viejos amigos me llamó y me contó sobre el accidente de Diego...”.
Elsa frunció el ceño. “¿No te llamó Clara?”, preguntó, desconcertada.
“Mi madre no me aprecia mucho”, dijo el hombre. “Diego siempre fue su favorito, y yo era el de mi padre. Ella nunca me lo perdonó, a pesar de que él murió hace quince años”.
“Lo siento”, dijo la joven con simpatía. “Con suerte, esta será una oportunidad para que la familia se vuelva más unida, por el bien de Diego”.
Pero cuando Clara entró, no parecía interesada en ningún tipo de acercamiento con su hijo mayor. “¿Qué estás haciendo aquí?”, preguntó ella. “Revoloteando como un buitre... ¿Qué quieres?”.
Ramón palideció, pero respondió: “Vine a ver a mi hermano y a ofrecerte mi apoyo. Amo a Diego, no importa lo que pienses de mí, amo a mi hermano”.
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“No me engañas”, espetó Clara. “¡Has venido a regodearte! ¡Nunca has soportado que él fuera más brillante, guapo y más amado que tú! ¡SIEMPRE has querido todo lo que él ha tenido!”.
Ramón sacudió la cabeza con tristeza. Se acercó a la cama y se inclinó para besar tiernamente a su hermano inconsciente en la frente y susurró: “Volveré, amigo. ¡Aguanta!”.
A partir de ese día, el hombre solo iba al hospital cuando sabía que Clara no estaría allí, lo que significaba que muchas veces se encontraba con Elsa.
Los dos comenzaron a ir juntos a la cafetería a tomar un café a altas horas de la noche y ella comenzó a compartir sus miedos con Ramón.
“Tu mamá...”, dijo Elsa preocupada. “Ella cree que Diego va a estar bien, pero los médicos me han dicho abiertamente que incluso si se despierta, es posible que no esté... bien. Es posible que nunca sea el hombre que era”.
Ramón se quedó en silencio durante un largo momento. “Han pasado dos meses, Elsa”, dijo en voz baja. “Así que la lesión física se ha curado... Tenemos que esperar... Pero mi madre, ella nunca creerá que Diego no estará bien. Nunca”.
La joven se secó las lágrimas que comenzaron a correr por sus mejillas. “Odio verlo así”, susurró. “Lo amo tanto, ¡pero ese no es Diego! Él siempre era tan vivo, tan divertido y encantador...”.
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“Sí”, dijo el hombre con tristeza. “No es así como Diego querría terminar”. Se inclinó sobre la mesa y tomó la mano de Elsa. “Si los médicos dicen que nunca se despertará, obtendré una orden judicial para apagar las máquinas, para que él pueda descansar”.
Un grito repentino los interrumpió. Clara estaba de pie junto a su mesa, con los ojos ardiendo de rabia. “¡Quieres matar a mi hijo!”, gritó y luego se giró hacia la joven. “¿Mi hijo se iba a casar contigo y lo estás engañando?”.
Elsa soltó la mano de Ramón y se puso de pie de un salto. “¡Amo a Diego!”, exclamó. “¡YO NUNCA lo engañaría!”.
Pero la madre solo se burló. “¡Mientras están aquí tomados de la mano, mi hijo está arriba solo!”, gritó y se alejó.
“Lo siento mucho”, le dijo la joven a Ramón. “Me temo que me he sumado a tus problemas”.
El hombre miraba a Elsa con una expresión peculiar en sus ojos. “No”, dijo en voz baja. “Nunca agregarás nada más que alegría a mi vida”. Él tomó su rostro y besó suavemente su frente. “Mi hermano es un hombre afortunado”.
Se fue, y Elsa se quedó allí temblando. ¿Qué estaba mal con ella? Ella amaba a Diego, ¿no? Debe ser el estrés bajo el que estaba, la preocupación. Cerró los ojos e invocó el rostro de su amado en su mente.
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Pero la imagen que se formó tenía ojos más amables y una sonrisa triste. No era Diego, era Ramón. Elsa sacudió la cabeza y corrió escaleras arriba al lado de su prometido. Estaba cansada, eso era todo. Cansada y confundida.
Entró en la habitación de Diego y encontró a Clara arreglando algunas flores. Elsa se acercó a su amado y tomó su mano. “¿Diego?”, susurró ella y rezó para que abriera los ojos y acabara con su confusión.
¡Su mano se movió en la de ella! Sus dedos se apretaron alrededor de su palma y sus párpados revolotearon. “¡Clara!”, gritó la joven. “¡Llama al médico, llama al médico ahora!”.
Diego abrió los ojos, la miró y sus labios se movieron alrededor del tubo de respiración. Un murmullo bajo que podría haber sido su nombre salió de sus labios. “¡Ay mi amor!”, dijo Elsa llorando. Ella se sintió aliviada al sentir la alegría y el amor brotar de su corazón.
Amaba a su prometido. Él había despertado, ¡y todo iba a estar bien! Un mes después, Elsa y Diego se casaron en el hospital y, aunque no fue la boda con la que había soñado, se dijo a sí misma que nunca había sido más feliz.
Diego todavía tenía un largo camino por delante. El daño cerebral que había sufrido había dejado intacto su intelecto, pero había afectado su movilidad. Iba a tener que aprender a caminar de nuevo, a comer, todo.
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Un mes después de la boda, Elsa y él se fueron a casa. Diego todavía estaba en su silla de ruedas, por supuesto, pero su fisioterapeuta se mostró optimista. “Tienes mucho trabajo y mucho dolor por delante”, le dijo al hombre. “¡Pero en un año estarás caminando!”.
Para Diego, cada momento del día era frustrante. Odiaba sus limitaciones y se desquitaba con Elsa. Cuando ella colocaba sobre la mesa una cena que había estado preparando durante horas en la cocina, él la tiraba al suelo.
“¿Ni siquiera puedes cocinarme algo decente?”, le gritó.
“¡Pero es tu comida favorita!”, le dijo ella. “¡Siempre te había encantado!”.
“¡MENTÍ!”, gritó Diego. “¡Te decía lo que querías escuchar! ¡Odio la comida que preparas, la música que escuchas y esos estúpidos libros que amas! ¡Estaba esperando que MADURARAS!”.
Elsa se quedó muy quieta. “¿Hay algo de mí que ames?”, preguntó en voz baja.
Diego recorrió su cuerpo y su rostro con la mirada. “Eres hermosa”, dijo. "Eres el tipo de mujer con la que un hombre como yo debería casarse".
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La joven se echó a llorar y salió corriendo. Se sentó junto a la piscina y lloró durante horas. Cuando volvió a entrar, escuchó a Diego hablando con alguien. “Gracias por la cena, mamá”, dijo. “Elsa no tiene remedio...”.
“Ella es peor de lo que imaginas, Diego”, escuchó Elsa decir a Clara. “No quería decir nada porque todavía estás en recuperación, pero mientras estabas en coma... ella te engañó”.
“¿Qué?”. La joven escuchó ira e indignación en la voz de Diego, pero no dolor. “¿Algún médico? ¿Un interno?”.
“Peor”, dijo Clara venenosamente. “¡Se lo estaba pasando bien con Ramón!”.
Elsa no pudo soportarlo más. “¡Basta, horrible mujer venenosa!”, gritó. “¡NUNCA engañé a Diego, nunca! ¡Ramón solo fue amable, gentil y comprensivo, eso es todo!”.
El hombre se burló. “Tal vez elegiste al hermano equivocado. Pareces tener gusto por los perdedores...”.
Elsa no podía soportar ver la cara de Diego, la mueca arrogante de sus labios, su desdén. De repente se dio cuenta de que ese era el VERDADERO Diego. Siempre había sido así.
Su ingenio había parecido agudo, pero ahora vio que también era cruel. No había bondad en él, ninguna. “Cometí un error”, susurró ella. “Qué error...”. Comenzó a llorar y no podía parar, sin importar cuánto le gritara Diego o cuánto la sacudiera Clara.
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Finalmente, llamaron a una ambulancia y llevaron a Elsa al hospital. Durante muchas semanas, no habló con nadie. Siguió repasando sus momentos con Diego y notando cada pequeño engaño, cada mentira que se había dicho a sí misma.
Él no era el hombre de sus sueños. Ella lo había inventado, y cuando un hombre maravilloso llegó a su vida, no lo reconoció por lo que era. Diego tenía razón. Era hora de madurar.
Elsa comenzó a mejorar y, un día, su terapeuta le preguntó si estaba lista para una visita. Ella estuvo de acuerdo y se sorprendió cuando Ramón entró. Estaba segura de que era él. ¡Los ojos de Diego nunca habían tenido tanto amor!
Luego la abrazó y le dijo que la amaba y que todo estaría bien. Elsa todavía necesitaba mucho descanso para superar su crisis, pero con el amor y el apoyo de Ramón, pudo salir adelante.
Ella se divorció de Diego y se casó felizmente con su hermano. Mucha gente se sorprendió y hubo muchos chismes sobre todo el asunto, pero a Elsa no le importó. Sabía que finalmente tenía al hombre adecuado a su lado.
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¿Qué podemos aprender de esta historia?
- Necesitamos ver a las personas por lo que realmente son, no por lo que deseamos que sean. Elsa se enamoró de una fantasía, sin darse cuenta de que Diego era otra cosa que el príncipe azul.
- A veces nuestro corazón puede ver más claramente que nuestros ojos. Elsa se horrorizó al sentirse atraída por Ramón, especialmente cuando descubrió que era amable y cariñoso, todo lo que Diego no era.
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Este relato está inspirado en la vida cotidiana de nuestros lectores y ha sido escrito por un redactor profesional. Cualquier parecido con nombres o ubicaciones reales es pura coincidencia. Todas las imágenes mostradas son exclusivamente de carácter ilustrativo. Comparte tu historia con nosotros, podría cambiar la vida de alguien. Si deseas compartir tu historia, envíala a info@amomama.com.
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