Niño ayuda a señora con equipaje en el aeropuerto y se queda dormido: se despierta y ve que sus padres lo dejaron - Historia del día
Kelvin, de seis años, escuchó una extraña conversación de sus padres la noche antes de su vuelo a Europa, pero no entendió exactamente lo que significaba. En el aeropuerto, ayudó a una señora mayor con su equipaje mientras esperaba a sus padres. Luego, se quedó dormido en un banco. Cuando se despertó, descubrió algo impresionante.
"¡Estoy muy emocionado por subirme a un avión mañana, mamá!", le dijo Kelvin a su madre, Janet, mientras terminaban de cenar. Su casa estaba casi vacía, a excepción de las camas, porque la familia se mudaba a Europa. La tía de Janet les había ofrecido mejores trabajos allí.
A la familia no le iba muy bien económicamente, apenas sobrevivían con sus ingresos, así que esta era una oportunidad única para ellos. Sin embargo, Kelvin, de seis años, estaba más emocionado por viajar y subirse a un avión por primera vez.
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"Claro que sí. Pero tenemos que salir temprano, así que es hora de ir a la cama", dijo su madre, empujándolo ligeramente hacia su habitación.
Por desgracia, Kelvin no pudo dormirse. Estaba demasiado emocionado y salió al pasillo para ver si sus padres seguían despiertos. La puerta estaba cerrada, pero podía oír sus voces. Acercando su oreja a la puerta, comenzó a escuchar a escondidas.
"Bien, tía Carla, muchas gracias", pudo oír decir a su madre. Parecía que estaba hablando con su tía por teléfono. "No, no tenemos hijos. Solo somos nosotros dos".
Kelvin apartó la cara de la puerta y frunció el ceño, confundido. ¿Por qué iba a decir su madre que no tenían hijos? Eso no tenía sentido.
Kelvin estaba a punto de tocar la puerta cuando su padre, Adán, habló. "¿Crees que va a estar bien, Janet?".
"Todo irá bien", respondió ella. "El aeropuerto está lleno de seguridad y lo encontrarán enseguida".
"Bueno. Entonces, mañana, nuestras vidas comenzarán de nuevo, y tendremos un poco de libertad en un nuevo país", continuó su padre.
Kelvin no tenía ni idea de lo que estaban hablando. Parecía extraño, y sabía que había algo que no podía entender del todo, tal vez debido a su edad.
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Un sentimiento en su interior le decía que algo iba mal, pero sinceramente, no quería saber más. Así que en lugar de llamar y preguntar, decidió irse a la cama y olvidar el asunto.
Cuando llegaron al aeropuerto al día siguiente, Kelvin vio a sus padres con los boletos en la mano y quiso mirar el suyo, así que le preguntó a Janet: "¿Dónde está mi boleto, mamá?".
"Oh, vamos a comprarlo ahora mismo porque hay un descuento para niños pequeños", respondió Janet y señaló hacia un banco. "Espéranos aquí con tu bolso, ¿de acuerdo? No vayas a ningún otro sitio. No queremos que te pierdas con toda esta gente aquí".
Kelvin asintió y sonrió a su madre. La sensación en su interior se alivió, sabiendo que lo que había escuchado anoche no debía ser tan malo. Ella quería que permaneciera a salvo. Por lo tanto, volvería pronto. ¿Cierto?
El niño de seis años miró alrededor del aeropuerto a toda la gente que corría de un lado a otro, cargando sus maletas. Había una sensación de urgencia en ellos. También vio que algunas personas lloraban, se abrazaban y se despedían. No entendía por qué, pero parecían tristes.
Por último, vio a una señora mayor que intentaba organizar su equipaje. La mujer iba vestida con ropa impecable, llevaba un juego de perlas alrededor del cuello y su rostro estaba perfectamente maquillado con labios rojos para completar el aspecto elegante.
Kelvin la miró detenidamente y se dio cuenta de que su pañuelo se había enganchado en una rueda de la maleta. Se giró hacia donde habían ido sus padres y vio que aún no habían vuelto, así que se levantó y fue a ayudar a la señora. Quitó la bufanda de la rueda del equipaje y miró a la mujer con una brillante sonrisa.
"Ya está", dijo, y la señora mayor le miró sonriendo.
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"Gracias, chico. No podía entender lo que estaba pasando. Eres un buen niño. ¿Dónde están tus padres? Quiero darles las gracias", dijo la mujer mayor.
"Oh, están buscando mi boleto", respondió él. "Se supone que debo esperar allí en el banco".
"Bien, entonces. Será mejor que vuelvas y te quedes a salvo donde te han dicho, porque en este aeropuerto hay demasiada gente corriendo. Gracias de nuevo", afirmó ella sonriendo y se dirigió hacia los puntos de revisión.
Kelvin volvió al banco y se quedó esperando. No se había dado cuenta de lo cansado que estaba, sobre todo después de no haber podido dormir mucho la noche anterior. Entonces, decidió recostarse para descansar un rato.
Horas más tarde, se despertó y se percató de que estaba en el mismo sitio. ¿Por qué seguía allí? ¿Dónde estaban sus padres?
Se levantó, miró a su alrededor y tiró su equipaje. Empezó a llamar a su madre a gritos y la gente comenzó a mirarlo.
"¡Mamá! ¡Papá! ¡Mamá! ¡Papá! ¡Mamá!", finalmente, Kelvin rompió a llorar porque no hallaba a sus padres. Alguien alertó a un guardia de seguridad que se acercó a él y le hizo preguntas. Él le explicó al hombre lo sucedido.
Unos minutos después, seguía con el seguridad y estaban llamando a sus padres a través del interfono del aeropuerto. De repente, Kelvin vio acercarse a la señora mayor de antes. Ella habló con el guardia y se acercó a Kelvin.
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"Hola, chico. ¿Te acuerdas de mí? Me llamo Marisa Campos", dijo ella. Él asintió. "Voy a quedarme contigo hasta que tus padres puedan encontrarte, ¿de acuerdo? Mi vuelo se retrasó".
Desgraciadamente, los padres de Kelvin no respondieron a los avisos ni volvieron, y el personal del aeropuerto acabó llamando a los servicios sociales. A pesar de ser un niño pequeño, Kelvin sabía que iría a un orfanato, y empezó a llorar ante la perspectiva.
Marisa frunció el ceño al ver sus lágrimas y decidió acercarse a la gente de los servicios sociales. Les dijo algo que Kelvin no pudo oír, pero fuera lo que fuera, le cambió la vida. La señora regresó, extendió la mano con una sonrisa amable y dijo: "Te vienes conmigo, jovencito".
Kelvin ni siquiera dudó. Le cogió la mano y la siguió. Marisa lo llevó a su casa, que parecía una gigantesca mansión comparada con la de sus padres, e inmediatamente se convirtió en su tutora legal. Ella también tenía una gran familia, y recibieron a Kelvin como un miembro más.
El chico no volvió a ver a sus padres biológicos, y no le importó porque la amable señora lo había salvado sin hacer preguntas, y su nueva familia lo acogió con amor.
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¿Qué podemos aprender de esta historia?
- Un acto de bondad al azar puede cambiar tu vida: Kelvin decidió ayudar a la señora mayor mientras esperaba a sus padres, y ella le devolvió su favor con el gesto más grande del mundo.
- La familia está formada por las personas que te quieren incondicionalmente: El concepto de familia puede ser complicado, pero lo cierto es que no es necesario estar emparentado para querer a alguien. Marisa lo sabía y decidió no abandonar a Kelvin a merced del sistema.
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