Niño le lleva comida a mendigo y su perro a diario: un día el chico ve al perro ladrando en su puerta - Historia del día
El hijo de un policía se hace amigo de un vagabundo y de su perro y les lleva comida todos los días. Entonces el perro aparece inesperadamente en su casa y le alerta de algo.
A los doce años, Brian Derbez era un chico de baja estatura para su edad y no muy atlético. Su padre, Gerardo, no entendía muy bien a su hijo, tímido y libidinoso. El joven no se parecía en nada a él...
Gerardo siempre fue alto y fornido, y durante su adolescencia, hizo muchas travesuras. Gerardo trató de reforzar la confianza en sí mismo de su hijo, pero cuanto más lo intentaba, más parecía alejarse Brian.
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Brian era inteligente, eso no lo podía negar Gerardo, y tenía una beca en un prestigioso colegio privado al otro lado de la ciudad. Al chico le daba miedo tomar el autobús, pero como el colegio estaba cerca de su trabajo, Gerardo lo recogía todas las tardes.
Gerardo era sargento en la comisaría local, y para cuando su trabajo terminaba a las 5:00 de la tarde, la jornada escolar ya había culminado. En invierno, Brian esperaba en la biblioteca y hacía los deberes. Pero en verano, se sentaba en las escaleras de la escuela y esperaba a su padre, tomando el sol.
Una tarde, cuando Gerardo llegó, Brian no estaba en las escaleras. Estaba en la puerta del colegio acariciando a un perro. Brian miró a su padre con una sonrisa de felicidad.
"Mira, papá", gritó, y luego le dijo al perro: "¡Baila!".
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El perro saltó sobre sus patas traseras e hizo un pequeño giro con las patas delanteras en el aire y sacó la lengua alegremente.
"¿No es genial?", preguntó el chico.
"Sí", dijo Gerardo, sorprendido por el entusiasmo que mostraba Brian. "¿De quién es ese perro?".
"Es de Carlos", dijo Brain, y señaló a un hombre sentado en la acera y apoyado en la valla del colegio. El hombre tenía unos cuarenta años y era un vagabundo.
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En el suelo, junto a él, yacía un bulto de mantas. El perro, sin embargo, estaba bien cuidado. Era un Golden Retriever.
De camino a casa, Gerardo le dijo: "Escucha, Brian, quiero que te mantengas alejado de ese hombre y de su perro, ¿ok?".
"¡Carlos es bueno y yo quiero a Gaspar!", respondió Brian.
"¿Gaspar?", preguntó Gerardo. "¿Es ese el nombre del perro? Estoy seguro de que Gaspar es un buen perro, pero no quiero que te hagas amigo de los vagabundos, Brian. ¿Lo entiendes?".
"Pero papá...", Brian protestó.
"Ni una palabra más", dijo Gerardo.
Al día siguiente, cuando Gerardo fue a buscar a Brian, el niño estaba estudiadamente sentado en la escalera leyendo un libro, pero esa noche, su esposa se quejó de que faltaba medio pollo asado.
"¡No lo entiendo!", dijo. "¡Lo aparté para hacer sándwiches para el almuerzo de Brian y ahora no está!".
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Gerardo miró a Brian y el chico parecía tan inocente que enseguida sospechó. "¿Estaba Brian llevando comida al colegio para ese vagabundo y su perro?", se preguntó.
Gerardo empezó a vigilar la despensa y se dio cuenta de que las latas de salchichas seguían desapareciendo. Ahora sabía que su hijo estaba robando para poder alimentar al perro y al vagabundo todos los días.
Su hijo, al que le costaba tanto hacer amigos humanos, se había encariñado con el perro. Era una pena que perteneciera a un vagabundo, un hombre que podía ser peligroso.
Dos días después, Gerardo salió temprano del trabajo y cuando llegó a la escuela, sorprendió a Brian en la puerta. Tenía una bolsa en la mano y decía: "¡Hola! Carlos, traje tu pasta favorita. ¡Y para ti, Gaspar, tus salchichas favoritas!".
"¡BRIAN! ¿Qué estás haciendo?", preguntó Gerardo.
El chico lo miró y, por primera vez, Gerardo vio miedo en los ojos de su hijo. Inmediatamente, sintió una oleada de ira.
"Aléjate de ese hombre", gritó Gerardo. "¡Entra en el coche!". Esa noche, Gerardo y su esposa se sentaron a hablar con Brian sobre los peligros de hacerse amigo de hombres extraños.
"Papá, sé del peligro de los extraños. Carlos NO es así, es agradable. Se nota que es una buena persona porque Gaspar lo quiere mucho, y Gaspar es el MEJOR perro, el más inteligente", expresó.
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"Brian", dijo Gerardo en voz baja. "Estoy seguro de que Gaspar es un gran perro, pero ¿sabes qué? Hitler tenía un gran perro y lo quería, y estoy seguro de que el perro le correspondía. Un buen perro NO hace que este vagabundo sea una buena persona. Por favor, aléjate de él, Brian".
"¡No!", gritó Brian, y empujó su silla hacia atrás. "¡Carlos es mi amigo y quiero a Gaspar! ¿Por qué siempre tienes que estropearlo todo? TE ODIO!".
Esa noche, Gerardo tomó una decisión. Iba a resolver este problema a su manera... Ese sábado, Brian se despertó temprano con el sonido de ladridos ansiosos. Pensó: "¡Es Gaspar!".
Brain saltó de la cama y miró por la ventana. Gaspar estaba en el porche de su casa ladrando ansiosamente.
"¡Gaspar!", dijo Brian al abrir la puerta, e inmediatamente el perro corrió hacia él. Gaspar puso su cabeza en el regazo de Brian y comenzó a gemir. "¿Qué pasa, chico? ¿Dónde está Carlos?".
Pero el perro solo lloriqueaba y temblaba, así que Brian decidió hacer algo que siempre le había dado miedo: ir al trabajo de su padre y pedirle ayuda.
Gerardo se quedó sin palabras cuando vio a Brian en la comisaría con el perro a su lado. "¡Brian!", expresó. "¿Qué estás haciendo aquí? ¿Cómo has llegado hasta aquí?".
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"¡Papá!", gritó. "Creo que a Carlos le ha pasado algo malo. Gaspar vino a buscarme y está muy asustado..." Pero Gaspar no parecía asustado, estaba mirando al padre de Brian y gruñendo.
Brian nunca había oído gruñir a Gaspar. "¡Papá!", preguntó. "¿Qué has hecho?".
"¡Carlos estaba merodeando cerca de una escuela y fue advertido dos veces, así que lo arrestamos!".
"¡Pero papá!", gritó Brain. "¡No hizo nada malo! No está bien, necesita ayuda... ¡No sabes nada de él! Es un veterano y estuvo en la brigada antibombas y trabajó con perros rastreadores para encontrar explosivos. Por eso Gaspar está tan bien entrenado. Es un buen hombre y lo has arrestado, él solo está enfermo".
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"¡No está enfermo!", gritó Gerardo con rabia. "¡Es un vago!".
Brian tenía lágrimas en los ojos. "No, papá", dijo suavemente. "No bebe ni nada, y la mayor parte del tiempo habla solo. Necesita ayuda psicológica".
Gerardo se avergonzó de sí mismo, sobre todo porque no podía admitir que había una parte de él que estaba celosa de Carlos y de su amistad con su hijo.
Investigó un poco y descubrió que Carlos tenía una hermana que lo había estado buscando durante años. Se puso en contacto con la hermana de Carlos y ella se alegró mucho.
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Se llevó a Carlos a casa y lo inscribió inmediatamente en una clínica de salud mental. Gaspar también fue, por supuesto. Brian echaba de menos a Carlos, pero sobre todo a Gaspar.
Entonces, un día su padre llegó a casa con una gran sonrisa en la cara y un extraño bulto bajo la chaqueta. Sacó un cachorro y se lo presentó a Brian. "Aquí tienes", le dijo. "¡Tienes que ponerle nombre!".
Brian se puso a llorar, estaba muy contento. "Gaspar", jadeó. "¡Se llama Gaspar Dos!".
¿Qué podemos aprender de esta historia?
- No hagas suposiciones sobre las personas antes de saber quiénes son: Gerardo asumió que Carlos era un borracho y un peligro antes de saber nada sobre él.
- La bondad y la compasión son las mayores virtudes: La empatía de Brian le llevó a hacerse amigo de Carlos y le ayudó a encontrar el camino de vuelta a casa.
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Este relato está inspirado en la vida cotidiana de nuestros lectores y ha sido escrito por un redactor profesional. Cualquier parecido con nombres o ubicaciones reales es pura coincidencia. Todas las imágenes mostradas son exclusivamente de carácter ilustrativo. Comparte tu historia con nosotros, podría cambiar la vida de alguien. Si deseas compartir tu historia, envíala a info@amomama.com.