Mamá que solo puede pagar un plato para compartir con sus 3 hijos llora en un café hasta que desconocida se presenta - Historia del día
Una mujer que solo puede permitirse comprar una comida para sus tres hijos se echa a llorar cuando uno de ellos dice que quiere un pastel por su cumpleaños. Alguien interviene para ayudarla y salvar el día.
Anna Molina era una madre soltera que criaba sola a sus tres hijos, Jonathan, Caterina y Tomás, después de que su esposo muriera dos años atrás. Se ganaba la vida como costurera, pero sus ingresos nunca eran suficientes para su carga familiar.
Ese año, antes del décimo cumpleaños de Tom, Anna había logrado ahorrar algo de dinero. Sabía que no era mucho, pero al menos podría invitar a sus hijos a una comida diferente en ese día especial.
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Entonces, al llegar el día, Anna llevó a sus hijos a un café local. Pero los precios en el restaurante hicieron que frunciera el ceño y, después de leer todo el menú, se dio cuenta de que solo podía permitirse un plato.
La camarera ya les había traído agua y estaba esperando su pedido en ese momento, y Anna era demasiado tímida para salir del café e ir a un lugar más barato, por lo que decidió comprar algo dentro de su presupuesto.
Finalmente, se decidió por un plato de espaguetis y albóndigas, pensando que sería suficiente. Sin embargo, cuando llegó la cena, Tom comenzó a quejarse.
“¡Mamá!”, dijo. “¡Hoy es mi cumpleaños! ¡Un plato no es suficiente para los cuatro! ¡Y quiero una bebida con mi comida!”.
“¡Sí, mami!”, Caterina y Jonathan gritaron al unísono. “¡Nosotros también queremos bebidas!”.
Anna estaba muy triste mientras servía una pequeña porción en los platos de cada uno de sus hijos. “Lo siento, niños”, se disculpó dulcemente. “Por el momento, solo podemos disfrutar esto. Prometo hacerlo mejor en tu próximo cumpleaños. En realidad…”, dijo mientras completaba los tres platos: “Pueden tener mi parte. No tengo hambre”.
“¡Eso no es justo, mamá!”. Tomás se enfadó. “¡Este es el peor cumpleaños!”, refunfuñó mientras se comía el primer bocado. Caterina y Jonathan comenzaron a comer también, y los ojos de su madre se llenaron de lágrimas mientras los observaba.
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Cuando terminó su comida, Caterina abrazó su barriga y dijo: “Mami, todavía tengo hambre. ¿Podemos pedir algo más, por favor?”.
“¡Sí, mamá!", agregó el niño. “¿Qué tal un pastel? ¡No podemos celebrar un cumpleaños sin un pastel! ¡Por favor, por favor, mamá! ¡Me lavaré las manos y vuelvo pronto!”, dijo el niño. Corrió al baño, y sus dos hermanos lo siguieron.
Cuando los niños se fueron, Anna se puso a llorar. “¿Cómo les digo que no tengo dinero? Soy una madre horrible”, balbuceó entre lágrimas.
De repente, sintió una mano cálida sobre sus hombros. Levantó la mirada y vio a una mujer mayor parada frente a ella. Estaba cenando con sus hijos adultos en el mismo café.
Había escuchado a Anna hablando con los niños desde una mesa cercana donde estaba sentada y sabía que la joven madre no tenía suficiente dinero para alimentar a sus hijos.
“Está bien”, dijo, dándole a Anna un cálido abrazo. “Crie sola a mis hijos y sé que no es fácil. Estás haciendo un excelente trabajo al tratar de brindarles lo mejor a tus hijos. No te castigues tanto”, dijo Sandra y le deslizó $100 cuenta debajo de su plato.
“Pide algo de comida extra y un pastel para tus hijos. Y, por favor, disfruta de tu tiempo con ellos. El tiempo vuela. ¡Pronto crecerán y se mudarán! I Soy Sandra, por cierto”.
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Anna estaba más que agradecida con Sandra. “No sé qué decir, Sandra. No se siente bien aceptar dinero, pero gracias. Lo necesito desesperadamente. Les contaré a mis hijos cómo nos ayudaste... Soy Anna. Gracias de nuevo por ayudarnos”.
Sandra negó con la cabeza. “Está bien. Y te aconsejo que no les digas nada. No importa quién pagó la comida. Lo importante es que es el cumpleaños de tu hijo. Disfruta el día, eso es todo lo que tienes que hacer. ¡Mira, tus hijos ya vienen!”.
Cuando los niños regresaron del baño, Anna pidió un pastel y algunas bebidas. Los ojos de Sandra se llenaron de lágrimas al ver a los niños comer felices.
Cuando pagó la cuenta y los niños salieron corriendo del restaurante, Anna pidió la dirección de Sandra, para poder visitarla algún día y devolverle su amabilidad.
“No puedo decirte lo agradecida que estoy contigo, Sandra”, le dijo antes de irse. “¡Gracias, muchas gracias!”.
Ese fin de semana, Anna le pidió a su vecina que cuidara a sus hijos y decidió visitar a Sandra. Horneó algunas galletas como una pequeña muestra de agradecimiento.
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Cuando llegó a la casa de Sandra, pensó que era hermosa, pero necesitaba algunos cuidados y atención. Las plantas del jardín estaban marchitas y todo necesitaba un poco de limpieza.
“Lamento el desorden”, se disculpó Sandra mientras le servía té a Anna. “Las cosas no han sido fáciles después que mis hijos se fueron y me tocó manejar todo por mi cuenta. Además, mi rodilla me ha estado molestando últimamente, por lo que es difícil hacer las cosas”.
Anna observó que Sandra tenía dificultades para moverse por su casa, por lo que, preocupada, se ofreció a ayudar con la limpieza de la casa y el mantenimiento del jardín. La mujer mayor se negó, pero Anna insistió.
“¡Ahora siento que me quejé sobre mi casa y te hice sentir obligada a ayudarme!”. Sandra se rio. “¡Me estás mimando, Anna! ¡Confía en mí, todo está bien!”.
La joven madre sonrió. “Me ayudaste sin siquiera conocerme. ¡Déjame hacer esto por ti, por favor!”.
Luego de eso, Anna limpió la casa de Sandra y pasó tiempo en su jardín, cortando el césped y quitando las plantas marchitas. El próximo fin de semana, regresó y plantó flores frescas en su jardín.
Con el tiempo, las mujeres se hicieron cercanas, y Anna a menudo pasaba por la casa de Sandra para ayudarla. Cuando la anciana protestaba le decía: “No tengo dinero para pagarte, pero ver tu casa limpia y tu jardín con flores te hace feliz, así que lo seguiré haciendo”.
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¿Qué podemos aprender de esta historia?
- Hacer el bien hace felices a todos. Anna se conmovió con la ayuda de Sandra y decidió recompensarla limpiando su casa y su jardín. Ver la alegría de la anciana al ver todo limpio y cuidado fue muy satisfactorio para ella.
- Ayuda a los demás cuando y como puedas. La donación de $100 de Sandra fue un regalo del cielo. Anna sabía que no podía devolverle el dinero, así que intentó recompensarla de otra manera. Limpiaba su casa, cuidaba su jardín y se convirtió en una buena amiga para ella.
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Este relato está inspirado en la vida cotidiana de nuestros lectores y ha sido escrito por un redactor profesional. Cualquier parecido con nombres o ubicaciones reales es pura coincidencia. Todas las imágenes mostradas son exclusivamente de carácter ilustrativo. Comparte tu historia con nosotros, podría cambiar la vida de alguien. Si deseas compartir tu historia, envíala a info@amomama.com.