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Un hombre con un carro de compras | Foto: Shutterstock
Un hombre con un carro de compras | Foto: Shutterstock

Mamá le da carrito lleno de víveres a hombre mayor: días después recibe $35.000 a cambio para el tratamiento de su hijo - Historia del día

Mayra Pérez
12 jul 2022
23:00

Después de ver a un pobre anciano siendo expulsado de una tienda, una mujer decidió pagar sus compras a pesar de no tener mucho dinero. Su gesto terminó siendo una bendición, cuando recibió una recompensa inesperada un par de días después.

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Anna Colmenares era una madre soltera de 34 años. Perdió a su esposo en un accidente laboral, y se quedó sola para criar a sus gemelos de apenas 11 meses.

La pérdida devastó a Anna. Ella y su esposo habían estado juntos desde adolescentes, y no tenía idea de cómo vivir sin él y cumplir su rol de madre de dos bebés.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

Cuando los gemelos cumplieron un año, Anna tuvo otro desafío: uno de sus hijos, Adán, no podía caminar. Después de consultar a varios médicos, la mejor sugerencia fue someterlo cirugía y fisioterapia para que pudiera caminar correctamente.

Cuando Adán fue diagnosticado, Anna apenas podía llegar a fin de mes. Tenía dos trabajos, uno como camarera en una cadena de comida rápida y otro como repartidora de pizzas. Mientras trabajaba, dejaba a sus hijos con una niñera.

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Sus ingresos no eran suficientes para cubrir la cirugía y posterior fisioterapia de su bebé. Todos los días, Anna intentaba encontrar más formas de ganar más, como hacer velas vertidas a mano en casa que vendía a sus compañeros de trabajo.

Un viernes por la tarde, Anna decidió ir al supermercado a comprar la comida de la semana para sus hijos. Era un día ajetreado en la tienda, con muchos clientes intentando obtener sus suministros antes del fin de semana.

Mientras hacía fila para pagar, notó que un hombre mayor frente a ella parecía confundido. “¿Qué pasa?”, le preguntó el cajero. “¿Dónde está tu billetera? Estamos perdiendo mucho tiempo”, dijo, cada vez más impaciente.

El anciano miró a su alrededor y palpó sus bolsillos en busca de su billetera. “Pensé que tenía mi billetera conmigo”, dijo débilmente. “No sé dónde está”.

“¡Trajiste un carrito lleno de comestibles y ahora me dices que no tienes dinero! ¡Estás retrasando la línea! ¡Si no tienes dinero para pagar, entonces vete!”, dijo el cajero.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

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El anciano miró a Anna disculpándose, y parecía que estaba a punto de llorar. Se volvió hacia el cajero una vez más en un último intento. “Realmente necesito llevar estos comestibles a casa. Mi hijo no tendrá nada para comer y es su cumpleaños”.

“No me importa, señor. Si no tiene el dinero para pagar estos comestibles, no puedo dejar que los lleve. Por favor, hágase a un lado. Usted está retrasando a los demás”, dijo una vez más.

Anna se sintió muy mal por el anciano, quien parecía genuinamente confundido. Era como si no pudiera entender por qué había ido al supermercado sin billetera, y no supiera lo que estaba pasando a su alrededor.

Aunque sabía que no tenía mucho dinero de sobra, Anna respiró hondo y decidió ayudarlo. “¿Sabes qué?”, dijo de repente, hablando con el cajero. “Dale sus compras. Yo pagaré su cuenta”.

El cajero se sorprendió, al igual que el anciano. Anna misma estaba sorprendida de estar dispuesta a hacer tal cosa, especialmente cuando ya estaba teniendo dificultades para ahorrar para el tratamiento de Adán. Sin embargo, sabía que era lo correcto.

“Eres un ángel”, le dijo el anciano a Anna. “No sé qué decir. Muchas gracias. No tienes idea de cuánto significa esto para mí”, le dijo, extendiendo una mano para que ella la sostuviera.

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“No tengo nada encima, pero ¿te importaría darme tu nombre y número de teléfono? Quiero hacer algo por ti cuando tenga la oportunidad”, le dijo el anciano.

Al principio, Anna dudó en darle sus datos. No esperaba nada a cambio del anciano, especialmente porque parecía que apenas podía ayudarse a sí mismo.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

A pesar de eso, escribió lo que le estaba pidiendo en el recibo de compra del anciano. “¿Conoces el camino a casa?”, le preguntó. El hombre se quedó quieto, y resultaba evidente que estaba muy confundido.

Anna se dio cuenta de que el hombre probablemente sufría pérdida de memoria. “Si puedes darme una dirección, te acompaño hasta tu casa”, ofreció.

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Afortunadamente, el anciano tenía una placa de identificación en el cuello, que tenía escrita su dirección. Anna reconoció la calle. Estaba a solo un par de cuadras de la tienda de comestibles.

“Gracias. Realmente aprecio que me ayudes. Soy tan olvidadizo”, admitió el anciano.

Anna lo ayudó a llevar sus compras y caminaron hacia el estacionamiento donde ella había estacionado su auto de servicio de entrega de pizza.

Después de llevarlo a su casa, Anna fue directamente al trabajo. Repartió pizzas toda la noche y se olvidó por completo de lo que había sucedido un par de horas antes.

Unos días después, Anna recordó al anciano cuando alguien llamó a su teléfono celular. La persona al otro lado de la línea se presentó como el hijo del anciano.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

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“Solo quería agradecerte por ayudar a mi papá el otro día. Verás, él tiene Alzheimer y tuvo un episodio ese día. Si no fuera por ti, algo podría haberle pasado. Gracias”, dijo el hombre, que se presentó como Jaime.

“No hay problema”, respondió Anna. “Me alegro de haber podido ayudarlo. ¿Él está bien?”, preguntó.

James reveló que su padre estaba en el hospital recibiendo tratamiento. “Soy médico, así que estoy haciendo todo lo posible para brindarle la mejor atención posible”, explicó.

“Ya veo”, dijo Anna. “Tal vez pueda visitarlo en lo hospital cuando lleve a mi hijo. Tan pronto termine de reunir el dinero que necesito, ingresaran a mi hijo para una cirugía por una displasia de cadera”, reveló.

Hubo silencio en la línea. “¿Hola?”, dijo Anna.

“Lo siento, todavía estoy aquí”, respondió Jaime. “Es que soy uno de los médicos que realizan ese tipo de cirugía en el estado, y no he oído hablar del caso de su hijo. Realmente me gustaría ayudarlo”.

Jaime le pidió a Anna que le llevara a Adán al día siguiente para que pudiera estudiar su caso y, después de verlo, se ofreció a hacerle la cirugía gratis.

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Anna estaba sorprendida. Era una cirugía de $35.000. “¿Estás dispuesto a operar a mi hijo gratis?”, preguntó, con lágrimas corriendo por su rostro.

Jaime asintió. “Lo que hiciste por mi padre en el supermercado vale mucho más que eso. Quiero hacer lo mismo, esta vez por tu hijo”.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

¿Qué podemos aprender de esta historia?

  • Respeta y protege a los ancianos. A pesar del poco dinero que tenía Anna, no dudo en pagar la compra de un anciano y acompañarlo a su hogar, ya que parecía estar muy confundido.
  • La generosidad suele encontrar su camino de vuelta a tu vida. Aunque Anna ayudó al anciano sin esperar nada a cambio, el hijo del hombre le mostró su agradecimiento ayudando a su hijo enfermo.
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