Niño ve que anciana solitaria va al bosque todos los días: un día la oye gritar y corre hacia ella - Historia del día
Todos los días, después de la puesta de sol, un niño veía a una anciana que merodeaba por el bosque con una linterna en la mano y luego desaparecía en la niebla. Una noche, oyó los débiles gritos de la mujer pidiendo ayuda. Corrió hacia el bosque para salvarla, sin saber el sorprendente descubrimiento que haría.
Julián López, de 13 años, era nuevo en las afueras de un pueblo rural. Se había mudado con sus padres, Carlos y Julia López, después de que su padre encontrara un nuevo trabajo de carpintero allí.
La casa de Julián no era muy sofisticada. Era una vivienda humilde, que con algunos arreglos, podría resultar ser bastante acogedora para una familia de tres miembros.
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Los padres de Julián le habían permitido explorar el pueblo en solitario, pero tenía estrictamente prohibido aventurarse a los bosques cercanos a su casa. "Allí viven animales salvajes y feroces, así que nadie puede ir allí", decía Carlos a menudo, asustando al niño.
Aunque Julián obedeció las advertencias de sus padres, la curiosidad pudo con él un día en que vio a una anciana solitaria con una linterna que desaparecía entre los árboles tras la puesta de sol.
"No, mamá, tienes que creerme... La vi entrar al bosque. Llevaba una linterna en la mano", dijo Julián a su madre. "Antes de que pudiera acercarme, desapareció".
"Debes estar viendo cosas. Nadie va allí durante el día, y mucho menos una anciana después de la puesta de sol", respondió Julia, quitándole importancia. "Y no quiero que te acerques a ese bosque, ¿de acuerdo?".
"Sí, mamá. No voy a ir allí, pero estoy seguro de que he visto a una anciana yendo hacia allí".
Julián no pudo dormir esa noche. Miró por la ventana el bosque envuelto en niebla y en una oscuridad espeluznante.
"¿Qué hacía ella allí? Papá dijo que allí viven animales salvajes. ¿No le da miedo?", murmuró y se quedó dormido con varias preguntas sin respuesta que acosaban su mente.
A la mañana siguiente, Julián fue al pueblo para reunirse con algunas personas en la cafetería local. "Hola, soy Julián, me acabo de mudar aquí hace una semana", le dijo a un hombre que estaba bebiendo té.
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"Ah, así que debes ser el hijo del carpintero. Vives en esa vieja cabaña cerca del bosque, ¿verdad?".
"Sí. ¿Y por qué no se permite a nadie entrar en el bosque?".
"No estoy seguro. Pero mi abuela decía que las brujas vivían allí en el siglo XVII. Y que atraían a jóvenes y niños al bosque, y nadie sabe qué pasó después. Hay más fábulas de este tipo", dijo el hombre que se presentó como Camilo, dando un sorbo a su té caliente.
"¿Brujas? No creo en ellas", dijo Julián.
"No creerás hasta que las conozcas", bromeó el hombre y se alejó.
El chico hizo nuevos amigos y exploró la ciudad durante todo el día. Esa noche, de camino a casa, tras la puesta de sol, volvió a ver a la anciana desapareciendo en el bosque. Esta vez, Julián estaba seguro de que sus ojos no lo engañaban.
"Eh, espere... señora... espere", gritó y corrió tras ella. Pero para entonces, la anciana se había desvanecido en el aire. "¿Quién es ella? ¿La sigo? Pero, ¿y si papá se entera?".
Antes de que Julián pudiera adentrarse en el bosque, oyó que su madre le llamaba. Retrocedió y decidió averiguar sobre la mujer más tarde.
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A la noche siguiente, se sentó fuera de su casa, mirando su reloj y la ruta que la anciana tomó hacia el bosque.
"Debe llegar en cualquier momento... debería estar preparado", murmuró. "Demostraré a mamá y a papá que no estoy imaginando cosas".
Entonces vio a la mujer mayor adentrarse en el bosque y encender su linterna. Llegaba un poco tarde y estaba bastante oscuro. Estuvo a punto de levantarse para seguir a la señora cuando su madre lo llamó para que la ayudara con la escalera. Julián no podía darle una negativa a su madre, así que la ayudó rápidamente y luego se apresuró a salir, pero la anciana ya había desaparecido.
Julián estaba parado en el umbral de su puerta con resignación cuando escuchó el débil grito de una mujer que salía del bosque.
"¡No, no hagas esto! ...¡Por favor, detente! ...¡No! ...¡No!" gritó la señora. "¡Déjalo! ¡He dicho que pares!".
Curioso y asustado, Julián corrió hacia el bosque para auxiliar a la mujer. Pero no tenía ni idea de lo que encontraría allí momentos después.
El chico corrió lo más rápido que pudo y a lo lejos vio a la anciana caminando hacia el corazón del bosque. Las hojas secas y los arbustos crujían a cada paso que daba.
Julián estaba asustado. Oyó a los animales salvajes aullando a lo lejos. Los búhos ululaban y los insectos chillaban. Respiró rápido y esperó que nada acechara detrás de él. Mientras seguía a la mujer, tropezó con una raíz y se desplomó, lo suficientemente fuerte como para que la anciana se girara y lo viera.
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"¿Qué haces aquí, niño?", gritó la anciana. "¿Me estás espiando? No me sigas... vete...".
"¡No, señora! Solo he oído llorar a alguien y quería ayudar".
"Vete, o mis niños te darán un susto de muerte".
Julián empezó a sudar. No entendía a qué se refería con "niños". Miró a su alrededor y no encontró a nadie hasta donde la luz de la luna iluminaba el oscuro bosque. Se levantó y pretendió marcharse. Pero cuando la mujer siguió caminando, se arrastró detrás de ella para averiguar qué hacía allí sola de noche.
Momentos después, se quedó boquiabierto mientras la seguía hasta una cabaña abandonada en el bosque. Ella levantó su linterna y entró, llamando a alguien. "¿César? ¿Bosco? ¡Vengan aquí, chicos! Mamá está en casa".
Curioso y asustado, Julián se acercó a la casa hasta que abrió la puerta con un chirrido y se quedó helado ante una visión increíble. Dentro, la anciana estaba rodeada por unos 20 perros de diferentes tamaños. Estaban saltando sobre ella, moviendo la cola mientras ella les lanzaba golosinas.
"¿Qué está pasando? Señora, ¿qué está pasando aquí?", gritó el niño, y la mujer volteó hacia él, aterrorizada.
"¿Tú? ¡Te dije que no me siguieras! ...¡Ahora le dirás a todo el mundo que estoy criando perros aquí!".
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"Un momento... ¿Estás criando estos perros aquí? ¿Pero por qué?".
"He estado cuidando a estos perros", dijo la mujer que se presentó como Laura. "Me encantan los perros, y he estado trayendo aquí cualquier perro callejero que encuentro en la ciudad para darle un buen hogar... Tú debes saber cómo la gente maltrata a los perros en las ciudades".
Resulta que Laura amaba a los perros desde la infancia. Al crecer en la ciudad, a menudo era testigo de algunas personas que abusaban de los canes y los maltrataban. Por eso, cada vez que encontraba uno, lo llevaba a la cabaña y lo criaba junto con los demás.
Laura no tenía marido ni hijos, y sus mascotas eran su única compañía. Todos los días, después de la puesta de sol, se escabullía al bosque para darles de comer y pasearlos un rato antes de volver a encerrarlos. Julián se asustó y aún no entendía por qué la señora había gritado.
"Entonces, ¿quiere decir que estos eran sus niños?", preguntó Julián asombrado. "¿Por qué gritó? ¿Y por qué viene aquí solo de noche?".
"Sí, son mis niños. Y oh, eso... estaba gritando a mis perros, Bosco y César. Estaban persiguiendo a un pobre conejo salvaje. No quería que le hicieran daño. Vengo aquí después del atardecer, para que nadie me vea y encuentre a mis perros".
"Oh... Sus fuertes gritos me dieron un susto de muerte... ¿Le importa si la acompaño a cuidar a los perros?".
"¿Estás seguro? ¿Pero tus padres te permitirán venir aquí?".
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Julián sabía que sus padres se enfadarían con él si se enteraban que iba al bosque. Ideó un plan y le aseguró a Laura que no se preocupara por eso.
"Sí, mamá, no te preocupes... El padre de mi amigo tiene un jeep y me llevará a casa si se hace tarde", mintió Julián a su madre.
El chico acompañó a Laura al bosque durante los siguientes días y la ayudó con sus perros. Había mentido a sus padres diciéndoles que iba a pasear con sus amigos y que llegaría a casa un poco tarde.
Esto continuó hasta que Julián recordó que su madre le había hablado de su amiga que trabajaba en el refugio de animales. Decidió soltar la verdad y buscar ayuda para Laura y sus perros.
"¿Cómo te atreves a mentirnos? ¿Sabes lo arriesgado que es vagar por el bosque?", le gritó Carlos a Julián.
"¡Se acabó! Ya no se te permite salir al exterior después de la puesta de sol. ¿Está claro?", se quejó Julia.
Pero Julián discutió y aseguró a sus padres que cambiarían de opinión después de ver a la indefensa abuelita y sus perros. Tras pensarlo mucho, sus papás aceptaron reunirse con la mujer y sus perros en el bosque la tarde siguiente.
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"¡Esto es increíble! No te preocupes. Hablaré con mi amiga. Ella debería poder ayudar a sus perros a encontrar un buen hogar", dijo Julia después de presenciar con sus propios ojos de lo que su hijo había estado hablando.
Poco después, el personal del refugio de animales llegó a la cabaña para llevarse a los canes. La abuela Laura era reacia a entregarlos, así que les puso una condición.
"Sólo dejaré que se lleven a mis niños si la gente de la zona los adopta, y se me debe permitir visitarlos a menudo para ver si están bien", dijo entre lágrimas.
Después de que Julia y los trabajadores del refugio de animales le aseguraran a Laura que cumplirían con sus condiciones, ésta dejó que llevaran a sus perros al refugio. Al final, los 20 animales fueron adoptados por familias cariñosas de la ciudad.
Pasaron varios meses en los que Laura y Julián visitaban a menudo a cada familia que adoptaba a los perros. Llevaban deliciosas golosinas y como era de esperar, los canes seguían reconociendo a Laura y saltaban sobre ella con amor y alegría.
Al final, Laura se dio cuenta de que no todas las personas eran terribles con los animales. Fue testigo de cómo las familias querían a sus perros y los trataban como a sus hijos. Derramó lágrimas de alegría y se alegró de que al final hallaran un buen hogar. En cuanto a Julián, encontró una abuela cariñosa, y Laura a un nieto amable en él.
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¿Qué podemos aprender de esta historia?
- No sacar conclusiones precipitadas sobre la gente: Laura había visto a algunas personas que maltrataban a los perros. Supuso que todo el mundo sería tan insensible como ellos, así que crió 20 perros callejeros en el bosque. Pero cuando Julián y su familia ayudaron a sus mascotas a encontrar hogares buenos y cariñosos, cambió su opinión sobre las personas.
- Ayuda a los demás cuando puedas: Cuando Julián escuchó a una mujer llorando en el bosque, se apresuró a ayudar, a pesar de que sus padres le advirtieron que no fuera allí. Encontró a una abuelita que criaba perros en una cabaña en el bosque y le brindó su ayuda.
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