Policías llegan para arrestar a mujer que roba en supermercado y en cambio terminan pagando por su comida - Historia del día
Se presentaron tres policías, incluida la oficial Carmela Martínez, para arrestar a una mujer en una tienda de comestibles. La funcionaria se conmovió con lo que vio y decidió ir más allá de su deber y ayudarla.
“Oficiales, la mujer está aquí”. El gerente de la tienda de comestibles local señaló a una mujer sentada en un rincón de la tienda, aislada de todos los demás.
Tres policías llegaron a la escena y la oficial Carmela Martínez pensó que habría algo de peligro. Para su total sorpresa, el gerente los condujo directamente a una frágil mujer. Estaba sentada en una silla con la mirada baja. Tenía entre sus manos varios alimentos.
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“Ella se niega a renunciar a la comida que estaba tratando de robar, pero al menos se sentó allí sin pelear”, explicó el gerente.
Carmela cruzó la mirada con sus colegas Antonio Gómez y Fernando Suárez. “Está bien, señor. Dígame, ¿a cuánto asciende lo que intentaba llevarse?”, le preguntó al gerente, cuya placa de identificación decía “Señor Saldivia”.
“No estoy seguro, pero por los artículos que tiene en las manos, debe rondar los $10”, adivinó el hombre y miró a los oficiales. Claramente, esperaba que arrestaran a la mujer.
Pero había algo en esta situación que no le sentaba bien a Carmela. ¿Arrestar a una mujer por apenas $10? Parecía demacrada y demasiado delgada, así que se acercó a ella.
“Hola, señora. Necesito hacerle algunas preguntas”, dijo, inclinándose ligeramente para verla desde un ángulo más cercano. La mujer levantó la vista hacia ella y su mirada suplicante rompió el corazón de Carmela. “¿Por qué estabas robando estas cosas?”.
Sacudió la cabeza y dijo desesperadamente: “Tengo hambre”.
Las palabras y la desesperación que mostraba afectaron a los oficiales. Finalmente, Carmela se puso de pie. “¿Está bien si solo pago por lo que lleva?”, le preguntó al gerente.
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“No entiendo”, balbuceó el señor Saldivia. “¿No van a arrestarla?”.
“Honestamente, arrestarla es más costoso para el sistema que cubrir esos $10, y aunque sus acciones no están justificadas, son tiempos difíciles. Cada vez más personas pasan hambre en nuestro país, así que si usted lo permite, pagaré esos artículos”, dijo Carmela, con voz firme.
El gerente accedió, aunque estaba incómodo por esta situación. Carmela se inclinó hacia la mujer nuevamente y le dijo: “Señora, voy a pagar por eso. ¿Me permite los productos un momento?”.
La frágil dama levantó la vista sorprendida y preguntó: “¿De verdad?”, a lo que Carmela asintió con una pequeña sonrisa. Puso los artículos a sus manos y la oficial fue hasta el cajero.
Como anticipó el gerente, el total era de $10,07 y los artículos consistían en pan, leche, dos latas de atún, dos latas de frijoles y un paquete de queso rallado. A Carmela le parecía criminal que alguien no pudiera pagar estos simples artículos.
Los tres policías salieron de la tienda y Carmela le preguntó a la señora su nombre. “Míriam… muchas gracias”, respondió en voz baja.
“Está bien, Míriam. ¿Por qué no me dejas llevarte a tu casa?”, sugirió y guio a la mujer hacia el coche de policía. Sus colegas habían llegado en otro vehículo, así que les indicó que regresaran a sus deberes.
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Míriam le dio una dirección, que estaba a solo unos pocos kilómetros. Vivía con su anciana madre en un ático alquilado. Era una casa antigua que había sido convertida en varios “mini apartamentos”, y era lo que estas dos mujeres podían pagar.
“¿Qué pasa con la seguridad social? ¿Otra asistencia del gobierno?”, preguntó Carmela cuándo llegaron. Míriam caminó hasta la entrada separada del ático, y las condiciones eran tan terribles que la oficial casi llora.
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Pero logró mantener la compostura. La anciana madre de Míriam estaba durmiendo y trataron de bajar la voz para no importunarla.
“El seguro social de mi mamá nos paga el alquiler, pero perdí mi trabajo hace meses, y nadie está contratando. Luego, ella tuvo una complicación de salud y he tenido que cuidarla tiempo completo y todo se ha complicado más”, reveló Míriam, algo avergonzada.
“Míriam, no te avergüences de tu situación. Mucha gente está pasando por momentos difíciles. Pero tengo que recordarte que robar no es la solución. Hay comedores populares y otras organizaciones benéficas que podrían ayudarte a conseguir comida. ¿No sabes nada de eso?”, le preguntó Carmela.
La mujer negó con la cabeza. “No tenía idea. No tengo teléfono ni Internet para buscar esas cosas. No tenía idea de dónde preguntar o a quién... ha sido un poco difícil para nosotras. Mi madre ya casi no puede caminar y vivir en este ático la ha deprimido”.
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“Entiendo”, asintió Carmela. “Pero ahora estoy aquí, y te voy a ayudar”.
“Gracias, muchas gracias”.
La oficial llamó a varios amigos, uno de los cuales manejaba un almacén de alimentos en la ciudad y accedió a entregar comestibles a Míriam y su madre. También la ayudó a solicitar una mayor asistencia del gobierno y abrió una página de GoFundMe para recaudar dinero.
Gracias al apoyo de sus amigos, colegas y personas de todo el mundo, Carmela logró recaudar suficientes fondos para alquilar un departamento pequeño y más apropiado para Míriam y su madre.
Una vez que las dos mujeres se mudaron, Carmela le dijo a Míriam: “Es hora de encontrar un nuevo trabajo, y tengo una idea si estás dispuesta a aprender”.
La mujer aceptó de inmediato. Era un trabajo como empleada a tiempo parcial en la comisaría. Allí tendría la oportunidad única de aprender habilidades que le servirían más adelante.
Después de que las mujeres se estabilizaron, Carmela siguió monitoreándolas con frecuencia. Muy pronto, ya no necesitaron la despensa de alimentos, ya que Míriam podía pagar por ellos, y su situación mejoró. Todo gracias a una mujer que llevó su vocación de servicio a otro nivel.
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¿Qué podemos aprender de esta historia?
- Las situaciones no son blanco y negro; a veces hay que ver más allá de lo evidente. Aunque Míriam había cometido un delito, Carmela vio que su necesidad era verdadera y que podía ayudarla a salir adelante, en lugar de castigarla por ello.
- Siempre que puedas, ayuda al prójimo. Míriam pensó que ella y su madre estaban solas e indefensas, y la situación la llevó al extremo de robar comida. Luego, se encontró con una oficial de policía que fue más allá de su deber y la ayudó a mejorar su vida.
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