Dueño de restaurante invita a anciana y a su perro a mesa VIP después de que mesero los echara a la calle - Historia del día
Una anciana en silla de ruedas lloraba después de ser humillada y echada a la calle por un mesero maleducado. Pero todo cambió cuando el dueño del restaurante la invitó gentilmente a la mesa VIP con su perro
Rosaura, de 74 años, se miró en el espejo y se peinó suavemente. Después de la muerte de su esposo, ella se había descuidado; ya no se veía como la mujer bonita que solía ser cuando Darío estaba a su lado.
En ese entonces, su hermoso rostro y su piel impecable ponía celosas a las otras mujeres. Pero ahora sola, viuda y sin hijos, no le veía ningún sentido en hacer el esfuerzo.
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Mirándose en el espejo ese día, Rosaura intentó embellecerse. Arregló su cabello, se aplicó un poco de polvo facial y lápiz labial de color rosa tenue. Se vistió con uno de sus antiguos trajes y se cubrió con una enorme chaqueta negra de su esposo. Estaba rebosante de felicidad.
Después de todo, era el 50 aniversario de su boda. Después de la muerte de Darío, Rosaura había celebrado su aniversario al lado de su mascota, Bark. Él era un amoroso e incondicional compañero.
Después de quedar confinada en una silla de ruedas debido a una lesión en la rodilla, la vida no había sido fácil para Rosaura. Cuando Darío vivía, él la ayudaba, pero tras su muerte, tuvo que hacer cambios importantes en su hogar para poder moverse fácilmente.
Además, tuvo que contratar a un cuidador de medio tiempo al que también le gustaran los perros. Ella había encontrado a Bark llorando en la calle cuando era un bebé. Lo llevó a casa, lo bañó y le dio amor y refugio y él se convirtió en su mejor amigo.
Entonces, cuando decidió visitar un restaurante en el aniversario de su boda, quiso llevarlo con ella. Por suerte, coincidió con un amable taxista que la ayudó a llegar al lugar de manera segura.
Sin embargo, cuando llegó al establecimiento cinco estrellas, pudo sentir que todos los ojos a su alrededor la estaban examinando. Los visitantes eran todos ricos y glamorosos, mientras que ella estaba vestida con un vestido anticuado y tenía un perro.
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“¿Cómo pueden dejar entrar a una mendiga aquí?”, se burló una mujer mientras pasaba. “¡Dios mío! Será mejor que se deshagan de ella. ¡Apesta!”.
Aunque se sintió mal, Rosaura los ignoró y llevó su silla de ruedas a la entrada. Pero justo cuando estaba a punto de entrar, un camarero cuya etiqueta con el nombre decía Simón la detuvo.
“No puede entrar, señora”, afirmó con rigidez. Su mano bloqueaba su camino. “La gente como usted no es bienvenida aquí”.
“¿Gente como yo?”. Rosaura frunció los labios y lo miró con incredulidad. “Pero, ¿qué tengo mal?”.
“¡Bueno, déjeme explicarle!”, gruñó. “¡Su atuendo es horrible! ¡Su perro está realmente sucio y no queremos que nuestros invitados se sienten a su alrededor!”.
En ese momento, una pareja pasó, tapándose la nariz y mirando a Rosaura. “¡Simon! Somos asiduos aquí, ¡pero no teníamos idea de que las personas sin hogar pudieran entrar gratis!”, dijo la mujer con desdén.
“¡Lo siento!”, se disculpó Simón. “Yo me ocuparé de ella. No va a pasar por esta entrada. ¡Qué tengan una linda noche!... ¡Y usted!”, le gritó a Rosaura. “¡Y su asqueroso perro deben irse ahora mismo! ¡FUERA!”.
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Los ojos de Rosaura se llenaron de lágrimas en este punto, y ella le suplicó: “Hijo, hoy es un día especial para mí. Es mi 50 aniversario de bodas. Quiero recordar a mi difunto esposo cenando aquí esta noche. Te lo ruego”.
“¡Mire, señora! Seré franco con usted. Nuestros invitados son algunas de las personas más estimadas de esta ciudad. No podemos darnos el lujo de dejar entrar aquí a alguien como usted. ¿Lo entiende? ¡¡No la dejaré entrar!!”, dijo, mostrándole la salida.
Rosaura se sintió tan mal que no pronunció una palabra. Hizo rodar su silla de ruedas y estaba a punto de irse llorando, cuando una voz detrás de ella la detuvo. “¡Señora, espere, por favor! He reservado una mesa VIP para usted y su perro”, dijo.
El dueño del restaurante, Benjamín Holgado, se acercó corriendo a ella y amablemente la invitó a pasar. Cuando Rosaura tomó asiento en la mesa VIP, todas las cabezas se giraron para mirarla.
“¿Quién es ella exactamente? ¿Por qué le dan una mesa aquí? ¡Parece que acaba de salir de la calle!”, se quejó un hombre.
“Pienso lo mismo”, dijo otro. “¿Qué le pasa al señor Holgado? Nunca lo he visto atender a nadie personalmente, a menos que sea un político o alguien digno, ¡y ella ciertamente no parece uno de ellos!”.
Pero Benjamín tenía una gran sonrisa en su rostro. “Señora Arias, ¿todavía no me reconoce?”, preguntó.
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Rosaura lo miró detenidamente y pudo sentir que lo había visto en alguna parte, pero no lograba recordar dónde.
“Lo siento, hijo”, dijo finalmente. “No puedo recordar dónde te he visto. Verás, ya no puede recordar ni las cosas más pequeñas. ¿Dónde nos conocimos antes?”.
“Lo entiendo bien, señora Arias”, sonrió Benjamín. “¿Recuerda al pequeño que la fastidiaba todo el día por chocolates mientras sus padres trabajaban?”.
“¡Benjamín! ¡Oh, querido!”. Los ojos de Rosaura se llenaron de lágrimas. “¡Oh, Dios mío, sabía que te había visto en alguna parte!”.
“Exactamente, señora. Arias, soy yo, Benjamín. ¡Estoy tan feliz de verla de nuevo!”, dijo y la abrazó.
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Todos en el restaurante se sorprendieron al descubrir que se conocían. Benjamín llamó a Simón en ese momento y le dio una advertencia.
“¡No contratamos a personas que falten el respeto a nuestros clientes! ¡La próxima vez que vuelvas a faltarle el respeto a alguien, serás despedido!”.
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Y para sus invitados, Benjamín tenía algo especial que decir...
“Damas y caballeros”, dijo, mirando a todos. “Me doy cuenta de que este es un restaurante frecuentado por ricos y famosos, pero si no pueden tener un gran corazón, esas riquezas no importan”.
“La mujer a la que le faltaron el respeto aquí es como mi segunda madre. Solía cuidarme cuando mi madre y mi padre no estaban cerca. Además, es una persona mayor que merece nuestro respeto”.
“Así que, por favor, no juzguen a nadie por no tener dinero. ¡La señora Arias es y siempre será una de mis clientas más valiosas! Espero que quede claro. ¡Qué tengan una hermosa velada!”.
Esa noche, Benjamín le pidió al chef que preparara un plato especial para Rosaura y una delicia con carne para el adorable Bark, y juntos disfrutaron de una agradable velada en el restaurante.
Benjamín compartió todas las actualizaciones de su vida con Rosaura, y ella estaba feliz de tener la compañía de alguien después de tanto tiempo.
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¿Qué podemos aprender de esta historia?
- Mira más allá de la apariencia de una persona y encontrarás un corazón bondadoso. Rosaura no era la mejor vestida del restaurante, pero era una mujer amable que cuidaba a Benjamín cuando sus padres no estaban. Debido a su amabilidad, él la recordaba como una segunda madre.
- Faltarle el respeto a alguien nunca debe ser tolerado. Benjamín llamó la atención a los visitantes de su restaurante y les hizo un recordatorio de lo horrible que es faltarle el respeto a alguien solo porque no es rico o no está a la altura de sus estándares.
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