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Indigente interviene cuando cajera humilla a veterano anciano: obtiene un trabajo bien remunerado después - Historia del día

Mayra Pérez
31 ago 2022
20:00

Cuando una cajera le falta el respeto a un veterano, un hombre sin hogar interviene para ayudarlo. Antes de salir de la tienda, el gerente le pregunta al vagabundo por qué había ayudado al anciano, y su respuesta le llega al corazón.

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Carlos era un vagabundo. Pedía limosna, hurgaba entre la basura en busca de comida y dormía en los callejones o donde pudiera resguardarse del frío.

No tenía las comodidades de la vida ni un techo sobre su cabeza, pero tenía un buen corazón, lo que nos inspiró a compartir esta historia con ustedes.

Imagen con fines ilustrativos | Foto: Pexels

Imagen con fines ilustrativos | Foto: Pexels

Era una calurosa tarde cuando Carlos visitó el supermercado. Estaba hambriento, así que decidió comprar comida con el dinero que había ganado mendigando por la mañana.

Después de recorrer los pasillos de la tienda, Carlos se compró una bebida de naranja y un paquete de galletas baratas. Luego se unió a la cola frente al cajero, esperando su turno para pagar.

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De repente, escuchó a dos personas discutiendo y vio a un anciano de pie frente a la cajera. Ella se dirigía a él a gritos: “¡¿En serio?!”, le dijo. “¿Vas a contar esas monedas una por una? ¡Eso te llevará una eternidad, hombre! ¡Tienes que moverte!”.

“No me tomará mucho tiempo. Lo siento. Lo haré rápidamente”, respondió el anciano cuyas manos temblaban mientras continuaba contando las monedas.

La cajera ya había registrado sus cosas y esperaba con impaciencia el pago. Ella seguía interrumpiéndolo y golpeando el mostrador para que acelerara.

Cuando vio que el hombre se estaba tomando su tiempo para contar las monedas, perdió la calma. “¿Por qué vienes aquí si no puedes pagar? ¡¿No tienes nada?! Ni siquiera tu tarjeta, ¿eh?”.

“Soy un veterano de guerra, señorita. ¿No cree que puede hablarme con más respeto? ¡Nunca dije que no iba a pagar!”, respondió con audacia, lo que la irritó aún más.

Imagen con fines ilustrativos | Foto: Pexels

Imagen con fines ilustrativos | Foto: Pexels

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Algunas personas en la fila apoyaron a la cajera mientras esperaban ansiosamente su turno, y casi nadie intentó ayudar al anciano. Solo el amable vagabundo se acercó a él, con las mejores intenciones.

“Yo lo ayudaré, señor…”, dijo y comenzó a ayudarlo a contar la mitad de sus monedas.

“Ahí lo tiene, señor. ¡Aquí hay $52!”, exclamó cuando terminó de contar.

“Y tengo otros $50”, dijo el hombre mayor. “Así que por todo serían $102. Aquí tiene, señorita, espero que alcance…”, dijo el anciano, apilando las monedas cuidadosamente en su mostrador en dos filas. Pero el dinero no era suficiente.

“¡Debes $106! Te faltarían $4”, le gritó la mujer, señalando la cuenta. “¿Qué te pasa? ¡Hiciste esperar a toda esa fila de personas y ahora te falta dinero!”.

Finalmente, Carlos habló. “No tienes que gritarle. ¡Aquí tienes los $4!”. Sacó dos arrugados billetes de $2 de su bolsillo y los puso en el mostrador.

“¡Usted debería disculparse con él! ¿Entiende, señora, que es un veterano de guerra? Sirvió desinteresadamente a nuestro país, y usted está aquí humillándolo por unas monedas. ¡Le hace falta tener empatía con su prójimo!”.

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“Sí, como digas. Ahora, si has terminado con tu sermón, ¡váyanse los dos!”. La cajera tomó el dinero y les ordenó que se movieran.

Imagen con fines ilustrativos | Foto: Pexels

Imagen con fines ilustrativos | Foto: Pexels

“Esto no debería repetirse”, le advirtió Carlos. “¡Su supervisor necesita saber esto!”.

Al ver la amabilidad de Carlos hacia él, el anciano tenía lágrimas en los ojos. “¿Cómo te llamas, hijo? Soy Simón”, dijo.

“Soy Carlos, señor”, dijo en voz alta, “Vivo en las calles, pero si quiere puedo ayudarlo a llevar sus compras afuera, señor”, ofreció.

Simon dijo que se las arreglaría, pero cuando Carlos siguió insistiendo, cedió. El vagabundo devolvió sus cosas al estante porque sabía que no podría pagarlas.

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Estaban a punto de salir de la tienda cuando un hombre con traje se le acercó. “José Suárez. Gerente General”, decía la identificación con su nombre.

El señor Suárez había estado cerca, observando todo lo que sucedía. Después de que se resolvió la situación, se acercó a Carlos para preguntarle por qué había ayudado a Simon. “¿Por qué hiciste eso?”, cuestionó.

“¿Por qué no lo haría, señor?”, respondió. “He vivido una vida dura en las calles, y la mayoría de la gente me evita o ignora mi existencia por completo. Puedes ver que luzco harapiento y pobre”.

Imagen con fines ilustrativos | Foto: Pexels

Imagen con fines ilustrativos | Foto: Pexels

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“Pero ha habido muchos momentos en mi vida en los que la gente también ha sido amable conmigo. Yo sé que si haces el bien, de alguna manera vuelve a ti. ¡Y no podría soportar ver a alguien ser tratado de esa manera!”.

El señor Suárez sonrió. “¿Te gustaría trabajar en mi tienda?”, le preguntó a Carlos como si no hubiera escuchado nada de lo que había dicho antes. “Necesito contratar a un supervisor de la tienda”.

Los ojos de Carlos se llenaron de lágrimas. “No entiendo, señor... ¿Habla en serio?”.

“¡Puedes empezar hoy si lo deseas!”, respondió el gerente. “Entonces, señor... ¿Cómo dijo que se llamaba?”.

“Carlos, señor... No estoy seguro de cómo decirlo, ¡pero gracias! Muchas gracias, señor. Haré lo mejor que pueda”.

“Lo sé, Carlos”, asintió con cuidado el señor Suárez. “Me encantaría tener un empleado que crea en hacer el bien. Las personas como tú son raras en estos días”.

Carlos no podía creer cómo las cosas se habían desarrollado tan positivamente. Comenzó su día como un vagabundo y lo terminó como supervisor de una tienda con un buen salario.

Dio las gracias al gerente y prometió ser un empleado diligente. La cajera, por otro lado, fue despedida de su trabajo después de faltarle el respeto a Simon. En su lugar, fue contratada una persona con la sensibilidad y la paciencia para atender al público.

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Imagen con fines ilustrativos | Foto: Pexels

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¿Qué podemos aprender de esta historia?

Cuando haces el bien a los demás, vuelve a ti de maneras sorprendentes. Carlos solo tenía suficiente dinero para una precaria merienda, pero no dudó en dejarlo cuando vio que Simon no podía pagar su cuenta. Su bondad regresó a él, y lo contrataron como supervisor de la tienda.

Proteger a los ancianos es algo esencial en cualquier sociedad civilizada. Simon era un anciano y veterano de guerra que merecía ser respetado. Si bien la mayoría de las personas ignoraron la forma en que estaba siendo humillado, Carlos intervino para ayudarlo.

Comparte esta historia con tus amigos. Podría alegrarles el día e inspirarlos.

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Este relato está inspirado en la vida cotidiana de nuestros lectores y ha sido escrito por un redactor profesional. Cualquier parecido con nombres o ubicaciones reales es pura coincidencia. Todas las imágenes mostradas son exclusivamente de carácter ilustrativo. Comparte tu historia con nosotros, podría cambiar la vida de alguien. Si deseas compartir tu historia, envíala a info@amomama.com.

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