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Una mujer embarazada leyendo un libro a un niño | Foto: Shutterstock
Una mujer embarazada leyendo un libro a un niño | Foto: Shutterstock

Niño engaña a su madre para que falte al trabajo y termina salvándole la vida - Historia del día

Al principio, una mujer no entendía por qué su hijo quería que ella perdiera su día de trabajo en la gasolinera. Pero pronto, una noticia que salió a la luz reveló algo increíble sobre los instintos del niño.

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Las horas más felices en el día a día del pequeño Manuel eran desde que su mamá lo recogía del colegio hasta después de la cena, cuando lo dejaba solo en casa otra vez.

“Te extrañé, mamá. ¿Cómo estuvo tu día?”, preguntaba el niño a diario, con una sonrisa que se extendía de oreja a oreja.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Getty Images

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Getty Images

En esas pocas horas, la madre y el hijo apreciaban cada momento y se contaban cada pequeño detalle de su día. Ella lo ayudaba con su tarea y él la ayudaba a preparar la cena y a doblar la ropa.

Desde que el padre de Manuel se fue, María había estado trabajando en dos trabajos. Todas las mañanas, trabajaba en el servicio de limpieza en el Hospital Vargas. Y todas las noches, trabajaba en un turno nocturno como empleada en la gasolinera del vecindario.

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Todas las noches, a María le rompía el corazón tener que dejar que su hijo de cinco años se durmiera solo. La amable dama que vivía sola en la casa de al lado iba a cuidarlo mientras ella no estaba, pero la madre del niño sabía lo solo que debía sentirse Manuel.

Ella regresaba pasada la medianoche y encontraba a su pequeño profundamente dormido, con un pie sobresaliendo de la manta y un libro ilustrado en el piso o en la mesita de noche.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Getty Images

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Trabajar en el turno de noche se estaba volviendo cada vez más difícil, especialmente con un bebé en su vientre. Pero si podía aguantar un mes más, las cosas mejorarían.

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“Pronto mejorará todo, mi niño. Mamá podrá pasar más tiempo contigo”.

María había encontrado un nuevo trabajo en una clínica privada que comenzaría en unas pocas semanas. Significaba que ella y Manuel tendrían que mudarse a otra parte de la ciudad. Pero el salario era lo suficientemente alto para que ella pudiera dejar el segundo trabajo.

Las últimas semanas en la gasolinera estaban siendo más exigentes que nunca. Se le había pedido a María que trabajara horas extras y capacitara a la persona que la reemplazaría. Además, estaba sufriendo molestias y malestares en el segundo trimestre de su embarazo.

La madre hacía todo lo posible por poner cara de valiente frente a sus empleadores y, lo que es más importante, frente a Manuel.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Getty Images

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Ella sabía que él era un chico sensible que notaba el más mínimo cambio en su voz o estado de ánimo. En toda la oscuridad por la que la vida la había hecho pasar, Manuel era la única fuente constante de luz y felicidad.

Su hijo era un alma vieja en el cuerpo de un niño de cinco años. Era inesperadamente considerado para un chico de su edad, y alardeaba con orgullo sobre su madre con un amigo suyo.

“Ella es la mejor mamá del mundo entero. ¡También es el mejor papá!”.

Manuel se puso muy feliz cuando supo que iba a tener una hermanita. Desde entonces, había sido muy cariñoso con su madre. Le masajeaba los pies todas las tardes hasta que María se dormía.

También sacaba la basura todos los días, excepto cuando era demasiado pesada para recogerla. Y cada vez que caminaba con su madre, le tomaba la mano y no la soltaba ni un solo paso.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Getty Images

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Estaba emocionado por la nueva vida que él, su hermanita y su mamá estaban a punto de comenzar. Y así, aunque todas las noches tenía ganas de detenerla en la puerta, el chico ponía una sonrisa en su rostro y se despedía de María.

Excepto por una noche, cuando él simplemente no podía dejarla ir a trabajar. No era solo que la iba a extrañar, sino que había una voz inexplicable dentro de su cabeza que le pedía que detuviera a su madre.

Parecía que algo iba a salir mal esa noche y, aunque Manuel no podía explicarlo, quería proteger a su madre y evitar que corriera riesgos.

María estaba descansando en el sofá. En otros 20 minutos, se levantaría para preparar la cena y alistarse. “Mamá, te ves cansada. ¿Por qué no te tomas la noche libre de la gasolinera?”.

A la madre le conmovió la intención cariñosa de su hijo. “Realmente no puedo, mi vida. Además, me siento bien. Es solo un pequeño dolor de cabeza, eso es todo”.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Getty Images

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“Pero mamá... aún no has hecho la cena. Y quiero mi lasaña favorita esta noche”. Manuel probó una excusa diferente.

“Lasaña, ¿eh? Bueno, veamos. Tengo algo de tiempo. Si empiezo ahora, puedo terminar de prepararla justo a tiempo...”.

María se levantó del sofá y caminó lentamente hacia la cocina. Manuel sintió un profundo pesar por haber interrumpido el descanso de su madre y haberle dado más trabajo. “No, mamá. Está bien. Con una sopa alcanza”.

Ahora María estaba preocupada. “¿Sopa? Odias la sopa. ¿Qué sucede, cariño? ¿No te sientes bien?”.

Esa era una excusa que Manuel creyó que funcionaría. “No quería decir nada, pero me siento con fiebre y un poco débil”.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Getty Images

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El corazón de María se preocupó. ¿Cómo no me di cuenta de eso? Inmediatamente, arropó a Manuel con una manta adicional, le preparó una comida caliente y llamó a su jefe en la gasolinera.

La conversación no estaba siendo fácil. María finalmente se puso firme y dijo: “Estoy dispuesta a trabajar un día más. Pero no iré hoy. Necesito estar en casa para mi hijo. Eso no es negociable”.

Manuel sintió una constante punzada de culpa durante el resto de la noche. Sin embargo, todavía no podía quitarse de encima ese fuerte sentimiento de que algo hubiera salido terriblemente mal si su madre hubiera ido a trabajar.

Madre e hijo estaban viendo la televisión cuando el tiempo nublado cambió drásticamente. El silencio de la noche fue roto por un furioso estruendo de truenos y repetidos relámpagos. Manuel tuvo miedo y abrazó a María con más fuerza.

De repente, hubo una lluvia torrencial y todas las luces de la calle se apagaron. María no se apartó del lado de su hijo y se sintió aliviada de no haberlo dejado solo esa noche.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Getty Images

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Finalmente, la tormenta pasó y la lluvia se calmó. Las farolas aún estaban apagadas, pero ya no había nada que temer. El resto de la noche transcurrió sin incidentes. Manuel y María se quedaron dormidos en la sala.

A la mañana siguiente, todo había vuelto a la normalidad. María se levantó temprano y estaba en la cocina, preparándole panqueques. “¡Levántate, cariño!”, ella parecía estar de buen humor.

Sin embargo, la culpa de Manuel todavía lo carcomía. Él le había mentido y le había costado un día en su trabajo. “Probablemente, tendrá que soportar muchos regaños por mi culpa”, pensaba.

Trata de ocultar su culpa, pero Manuel finalmente se sinceró sobre su extraño sentimiento. “Lamento haberte mentido, mamá. No estaba enfermo anoche”.

“Simplemente, no quería que te fueras porque sentía que algo terrible sucedería. No sé por qué, pero sentía que tu vida estaba en peligro”.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Getty Images

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María se sorprendió al escuchar esto y no supo qué hacer con la premonición de Manuel. Para ella, esta había sido solo una de las noches en las que había llovido fuerte y todo estaría cerrado. No entendía por qué su hijo sentía que la noche anterior habría sido diferente.

Todo eso cambió con una llamada telefónica. Era de una amiga que antes trabajaba en la gasolinera. “¿Escuchaste, María? La tormenta de ayer causó una terrible tragedia”.

El corazón de María se hundió mientras escuchaba. “El poste de luz al lado de la gasolinera se derrumbó sobre el lugar. Otro empleado de tu turno resultó gravemente herido”.

“No se sabe si sobrevivirá. Gracias a Dios que te quedaste en casa anoche. Es increíble que todo el lugar no se hubiera quemado. ¡Estoy muy contenta de que estés viva!”.

María colgó en estado de shock y se giró hacia su hijo. El rostro del niño aún estaba rojo con lágrimas de culpa. “¿Qué pasa, mamá? ¿Te metiste en problemas por mi culpa?”, preguntó inocentemente.

La mujer se acercó a él, le secó las lágrimas y contuvo las suyas. “No, cariño. No me metiste en problemas. Me salvaste la vida”.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Getty Images

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¿Qué podemos aprender de esta historia?

  • A veces, es aconsejable seguir tus intuiciones más fuertes, incluso cuando no puedas explicarlas lógicamente. Manuel no podía explicar lógicamente su presentimiento, pero era tan fuerte que optó por seguirlo para evitar correr riesgos. Como resultado, María se salvó de un terrible accidente.
  • Si algo te agobia, no lo guardes dentro. Manuel estaba luchando con el sentimiento de culpa a pesar de que su madre estaba a salvo. Si hubiera elegido no hablar y ser honesto con María, nunca habría perdido ese sentimiento de culpa. Al mismo tiempo, su madre no habría sabido que los instintos de su hijo la habían salvado.

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Este relato está inspirado en la vida cotidiana de nuestros lectores y ha sido escrito por un redactor profesional. Cualquier parecido con nombres o ubicaciones reales es pura coincidencia. Todas las imágenes mostradas son exclusivamente de carácter ilustrativo. Comparte tu historia con nosotros, podría cambiar la vida de alguien. Si deseas compartir tu historia, envíala a info@amomama.com.

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