Abuela fallecida dejó una piñata para el cumpleaños de su pobre nieto: una llave vieja cae tras romperla - Historia del día
Cuando Pablo cumplió 18, finalmente pudo acceder a ver el testamento de su difunta abuela. Las disposiciones incluían una piñata para su festejo. Reunió a sus amigos para romperla, y entre el contenido encontró una vieja llave, que sorprendió a sus invitados. Sabía perfectamente a qué cerrojo pertenecía, pero no lo que hallaría adentro.
"Vas a estar bien, Pablo", le dijo Sara, su tutora legal.
Estaban en la oficina legal. Pablo se acomodó la corbata nervioso mientras esperaba al abogado. Finalmente tenía 18, y estaban allí para finalizar los trámites de la herencia que su abuela Lucinda le había dejado al morir, cinco años antes.
Nadie tenía idea de qué significaba, pero Pablo se dio cuenta de inmediato. ¡Era el mayor misterio de la casa! No había recibido su legado de inmediato porque era menor, así que quedó al cuidado de la señora Sara y su hogar de acogida hasta la mayoría de edad.
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Pablo se hacía una idea de lo que recibiría. Sabía que su abuela le había dejado su casa de infancia, en la que había crecido después de la muerte de sus padres. Pero no tenía idea de si había algo más. Sospechaba, conociendo el carácter reservado y hasta misterioso de la abuela Lucinda, que podía haberlo, pero no era más que eso: una mera sospecha.
Antes de que pudiera preguntarse demasiado al respecto, el abogado entró en la oficina. Como era de esperar, Pablo recibió la casa y los ahorros de su abuela. Impuestos mediante, le quedarían la vivienda y una suma modesta, que le permitiría vivir sin muchos lujos hasta que pusiera su vida adulta en marcha.
"Hay una cosa más", añadió el abogado después de leer la mayor parte del testamento. "Esto es un tanto irregular, pero conocí a la señora Lucinda personalmente, y no iba a decirle que no", dijo el letrado con una sonrisa. "Tu abuela sabía que se estaba muriendo y preparó algo especial para ti: una piñata. Dijo que lamentaba no poder hacer más para compensar todos los cumpleaños que se perdería".
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Pablo sonrió, pero tenía la garganta tomada por la emoción y no pudo decir nada. Las piñatas de su abuela eran famosas entre sus amigos. Podía diseñarlas en forma de personajes populares o con cualquier tema que él quisiera, y solía llenarlas con los mejores dulces. Era emocionante pensar que, aún en sus últimos días, ella se había tomado el trabajo de hacer algo así de especial para él.
"Eso es maravilloso. Gracias, Dr. Collado", dijo Pablo, y se puso de pie para estrechar la mano del abogado. Recibió las llaves de la casa y decidió mudarse allí inmediatamente.
Sara estaba muy feliz por él. Ella lo había criado y apoyado después de tanta pérdida, y había creado un vínculo de afecto genuino con el adolescente. Era hora de que él desplegara sus alas e hiciera su propio camino. ¿Pero cuál?
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No se había apuntado en una universidad. Otros jóvenes seguían la profesión o el negocio de la familia, y a él le daba secreta envidia: él no tenía esa chance. Sabía que sus padres habían muerto en un incendio cuando él era pequeño, pero a su abuela no le gustaba nada hablar de eso. De hecho, casi no le había contado nada sobre la historia familiar. ¿Tal vez en la vieja casa encontraría inspiración?
***
Unos días más tarde, Pablo terminó de mudarse, con ayuda de Sara y de algunos amigos. Para celebrar, decidió dar una fiesta. Invitó a sus amigos, a los vecinos que lo vieron crecer y a Sara.
Finalmente, llegó la hora de romper la piñata, que tenía forma de burro. La señora Sara le vendó los ojos, y sus amigos lo animaron con palmas.
La piñata era dura, y todos se turnaban tratando de romperla. Finalmente, un golpe decidido terminó de quebrarla, y Pablo se sacó la venda. Sabía que el doctor Collado la había llenado de acuerdo con las indicaciones de su abuela, así que esperaba que estuviera llena de dulces, como todas las de su infancia.
Entre los chocolates y caramelos de rigor, había algo inesperado: una llave metálica pesada y anticuada. Todos se quedaron sorprendidos. Nadie tenía idea de qué significaba, pero Pablo se dio cuenta de inmediato. ¡Era el mayor misterio de la casa!
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La propiedad de su abuela tenía un sótano, pero estaba cerrado con llave desde que podía recordar. Había pensado en llamar a un cerrajero después de la mudanza para habilitarlo, pero no lo había hecho aún. Pablo le había preguntado a su abuela sobre eso años atrás, y ella solo decía: "Sabrás lo que hay ahí abajo cuando necesites saberlo".
Por fin había llegado el día. Iba a obtener sus respuestas por fin, pero no quería que nadie se entrometiera en el asunto, así que tomó la llave, la guardó en su bolsillo y sacudió la piñata para que el resto de los dulces se cayeran.. Todos se reunieron para repartirse los dulces, y la fiesta continuó por unas horas más.
Cuando todos se fueron, Pablo salió, se paró frente a la puerta del sótano y respiró hondo antes de colocar la llave en la cerradura. Tuvo que aceitar la cerradura y forcejear un poco, pero el pasador cedió.
Probó la tecla de la luz junto a la puerta. Funcionaba. Un tubo de luz parpadeó y se encendió abajo. Pablo descendió por las escaleras.
Como era de esperar, el lugar hedía a humedad y a encierro. Pero Pablo vio cajas, arcones y maletas por todas partes. En uno de los laterales había una mesa con papeles polvorientos. A simple vista, no había nada fuera de lo ordinario. Se sintió un poco decepcionado: ¡tanto misterio para unos trastos viejos!
"Algo más tiene que haber", se dijo, y se puso a revisar cajas y arcones. Encontró joyas antiguas de aspecto valioso, que lo tomaron por sorpresa. Pero mientras revisaba las cajas, los baúles y las maletas, se dio cuenta de que todos contenían recuerdos familiares.
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Había montones de álbumes de fotos que databan de hace décadas, e incluso descubrió un árbol genealógico enmarcado. Su pecho se llenó de orgullo, leyendo todos esos nombres. De alguna manera, era como si no estuviera tan solo en el mundo.
Finalmente, descubrió el uniforme de bombero de su abuelo en uno de los baúles, junto con fotos de su servicio y más. Según algunas de las fotos, su padre, su abuelo y su bisabuelo habían luchado contra el fuego. Una de las fotos lo emocionó particularmente: ¡también su madre había pertenecido al cuerpo de bomberos!
Halló también el recorte de periódico que hablaba de sus padres. Sí, era cierto, habían muerto en un incendio. Pero no habían sido víctimas accidentales: habían dado la vida como héroes, intentando controlar las llamas en los bosques cercanos. Se probó el viejo atuendo de su abuelo, y algo en su cabeza hizo un click. Era su destino que lo llamaba. Sintió una sensación de profunda certeza, como no la había sentido jamás. Esa misma semana se apuntó para comenzar su entrenamiento para formar parte del cuerpo de bomberos. Se prometió que el día que decidiera formar una familia, sus hijos sabrían todo sobre el legado familiar.
¿Qué podemos aprender de esta historia?
- El pasado puede ayudar a los jóvenes a decidir el futuro. Pablo se sentía perdido. Descubrir su pasado y su historia familiar lo ayudó a definir su futuro.
- Es importante recordar la herencia y el legado familiar. Patrick prometió mantener vivo su legado familiar cuando se inscribió a la academia de bomberos. Sintió que su familia lo acompañaba en su destino.
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Este relato está inspirado en la vida cotidiana de nuestros lectores y ha sido escrito por un redactor profesional. Cualquier parecido con nombres o ubicaciones reales es pura coincidencia. Todas las imágenes mostradas son exclusivamente de carácter ilustrativo. Comparte tu historia con nosotros, podría cambiar la vida de alguien. Si deseas compartir tu historia, envíala a info@amomama.com.