Policías acuden al llamado de un anciano: lo hallan inconsciente y hambriento en un sótano con llave - Historia del día
Un operador de emergencias respondió a una llamada de un anciano hambriento, pero el pobre hombre se desmayó antes de que pudiera terminar de hablar. Cuando los policías llegaron a su casa, descubrieron que estaba inconsciente y atrapado en el sótano.
Alberto, de 89 años, era un anciano gruñón. Todos sus vecinos lo sabían. Pero no era del todo culpa de él.
A medida que envejecemos, queremos estar rodeados de nuestros seres queridos: nuestros hijos y nietos. Pero el hombre mayor no tenía a nadie con quien compartir sus preocupaciones.
Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels
Su esposa había fallecido hacía años debido a un paro cardíaco, y sus hijos casi no estaban pendientes de él después de que todos se instalaron en diferentes partes de la ciudad con sus familias.
Alberto tenía mucho en su corazón, pero no podía decirlo en voz alta. Se estaba desmoronando por la soledad, por eso estaba tan malhumorado. Pero nadie lo entendía.
“¡Ha perdido la cabeza!”.
“¡Aléjate de él! ¡Nunca he visto a su familia visitándolo!”.
“¡Es un lunático! ¡Por eso su familia se alejó de él!”.
Estas eran algunas de las muchas cosas de las que los vecinos de Alberto cotilleaban a sus espaldas. Le dolía que la gente pensara tan mal de él sin siquiera conocer su versión de la historia.
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A veces, pasaba horas y horas hablando con su difunta esposa, llorando y orando en silencio a Dios para que lo llamara a su hogar celestial. Otras veces, culpaba a Dios por obligarlo a vivir una vida solitaria y miserable.
Un día, Alberto realmente extrañaba a su esposa. Bajó al sótano para buscar algunas de sus cosas, pero cuando trató de abrir la puerta para salir, estaba atascada.
Agarró el pomo y trató de abrirla con todas sus fuerzas, pero este se rompió y cayó al suelo. En anciano había quedado encerrado.
“¡Dios mío! ¿Cómo voy a salir ahora?”. Empezó a entrar en pánico. Estaba atrapado en el sótano sin otra salida.
Había una pequeña ventana de ventilación cerca del techo, y trató de gritar pidiendo ayuda, pero sería en vano. Nadie correría a ayudarlo. Todos sus vecinos lo despreciaban, aunque nunca había sido malo con nadie.
El cuerpo de Alberto temblaba de miedo. “¿Cómo… cómo salgo? Señor, ¿qué hago?”.
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El anciano metió la mano en su bolsillo y encontró su teléfono celular. Suspiró aliviado de haberlo llevado consigo. Marcó el número de emergencias, pero la llamada no salía porque no había cobertura. Caminó por el sótano, con la esperanza de obtener una señal, pero fue inútil.
El viejo Alberto se echó a llorar y nunca se había sentido tan impotente. “Disculpen, ¿alguien puede oírme? ¡Por favor, ayúdenme! ¡Estoy atrapado!”, gritó tan fuerte como pudo, pero nadie se acercó a ayudar. Y nunca recibió señal.
Habían pasado tres días. El anciano estaba débil, hambriento y deshidratado. Su cuerpo estaba a punto de ceder y se dio por vencido.
“Ya voy, cariño”, le susurró a su esposa, con los ojos llorosos. “Tal vez así es como debe suceder. Así es como finalmente podré volver a verte”.
Pero Alberto estaba equivocado.
¡Su teléfono sonó de repente y vio que la señal regresaba!
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Con manos temblorosas, rápidamente marcó el número de emergencias e informó al operador que había estado encerrado en un sótano durante 72 horas sin comida ni agua.
“¡Ayúdame! ¡Estoy atrapado! ¡Por favor, tengo hambre!”, gritó.
“Tenemos su ubicación, señor. Una unidad está en camino. ¿Podría decirnos más sobre la naturaleza de su problema? Hola, señor... ¿Puede oírme?”.
Antes de que Alberto pudiera terminar su oración, se desmayó y la llamada se cortó. La batería había muerto.
Afortunadamente, el oficial Vásquez y su compañero, el oficial Duarte, quienes estaban a cargo de la unidad más cercana a la dirección del anciano, respondieron rápidamente.
“Es la policía. ¡Abra la puerta!”, gritó el oficial Vásquez, pero no hubo respuesta.
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“La casa no está desierta”, dijo el oficial Duarte. “Los vecinos dijeron que un anciano de unos 86 años vivía aquí solo”.
Al final, los dos policías decidieron forzar la puerta, pero no encontraron a Alberto por ninguna parte de la casa. Fue entonces cuando decidieron revisar el sótano. Allí lo encontraron inconsciente.
“¡Llama a los médicos! ¡Está vivo!”, dijo el oficial Duarte después de revisar el pulso de Alberto.
Después de un par de minutos, el anciano fue trasladado de urgencia al hospital y, afortunadamente, pudieron reanimarlo.
Cuando abrió los ojos vio a los dos oficiales y a sus hijos, a quienes los policías habían llamado tras descubrir sus números de teléfono en su agenda junto a su cama.
“¿Papá? ¿Estás bien?”, preguntó su hijo mayor. “Lo sentimos mucho. Estábamos tan ocupados con nuestras vidas que olvidamos visitarte”.
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“Sí, papá”, dijo su hijo menor. “Nos dimos cuenta de que estábamos equivocados”.
“¡Será mejor que se preparen, muchachos!”, les advirtió el oficial Vásquez. “Su padre necesita a alguien que lo cuide. No cometan el error que cometí yo”.
“Cuando me uní inicialmente a la fuerza, mi padre tenía la edad de su papá. Este trabajo es una locura, nunca sabes lo que sucederá. Era el cumpleaños de papá, pero no pude estar con él porque estaba investigando un caso, y él murió esa noche de un infarto”.
“Todavía me arrepiento de ese día. Tal vez debería haber instado a mi compañero a que se hiciera cargo del caso por un día y pasar más tiempo con mi padre. Por favor, no le hagan esto. Se merece algo mejor”, agregó el oficial antes de irse con su compañero.
Los hijos de Alberto reconocieron que se habían equivocado al dejarlo solo y no visitarlo. Entonces contrataron a una enfermera de tiempo completo para que lo cuidara. También comenzaron a visitarlo con frecuencia.
El oficial Vásquez también pasa ocasionalmente por la casa de Alberto para ver cómo está. Después de todo, él sabe cómo se sienten los padres ancianos cuando están solos.
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¿Qué podemos aprender de esta historia?
- Está presente en la vida de tus padres, como ellos estuvieron para ti cuando los necesitaste. Los hijos de Alberto se dieron cuenta de que habían cometido un terrible error al descuidar a su papá, y lo enmendaron asegurándose de que estuviera bien atendido.
- No todos los héroes usan capa. Algunos visten uniformes de policía. El oficial Vásquez es uno de los muchos policías que van más allá de su deber para ayudar a los ciudadanos. No solo salvó la vida de Alberto, sino que sus palabras también hicieron que los hijos del anciano se dieran cuenta de sus errores.
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Este relato está inspirado en la vida cotidiana de nuestros lectores y ha sido escrito por un redactor profesional. Cualquier parecido con nombres o ubicaciones reales es pura coincidencia. Todas las imágenes mostradas son exclusivamente de carácter ilustrativo. Comparte tu historia con nosotros, podría cambiar la vida de alguien. Si deseas compartir tu historia, envíala a info@amomama.com.