Hijo renuncia para llevarse a su madre del asilo de ancianos donde la dejó: no la encuentra allí - Historia del día
Un hombre dejó a su madre en un hogar de ancianos cuando consiguió un trabajo en el extranjero, pero la culpa y la preocupación eran constantes. Decidió renunciar y buscarla, solo para descubrir que ella se había ido y nunca imaginó lo que sucedería después.
“¿Estás seguro de que no prefieres venir conmigo a España?”, le preguntó Edward a su madre, Carol, después de llevarla al mejor asilo de ancianos de la ciudad. La mujer sonrió, sacudiendo la cabeza.
“Ya dije que no. ¡Esta es una gran alternativa!”, dijo, señalando el entorno de la habitación. Edward se veía preocupado. “No te preocupes por mí. ¡Estaré bien con todas estas enfermeras y nuevos amigos!”.
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“Está bien”, dijo, suspirando. La decisión había sido difícil. Edward había conseguido un gran trabajo en España, país donde había estudiado. Regresó a casa después de terminar su maestría, con la esperanza de convencer a Carol de que se mudara con él de forma permanente.
Edward nació cuando Carol estaba en sus 40 años. Ahora, con 70, ella no quería vivir en un país extraño. La única solución era trasladarla a un asilo. A su madre le pareció que era una idea maravillosa y estaba emocionada de estar en una comunidad.
Él todavía se sentía muy mal por eso, pero su madre no quería mudarse a Europa con él, así que tuvo que aceptarlo. Terminó de mudarla, se despidió y ella le deseó buena suerte.
“¡Oye! ¡No vuelvas aquí sin una esposa! ¿Me entiendes?”, le dijo Carol en broma y Edward supo que ella estaría bien.
Cinco años después…
Edward no podía hacerlo. Aunque amaba España, su trabajo, sus amigos y el mundo de las citas, a menudo pensaba en su madre. Él siempre le enviaba dinero más que suficiente para su cuidado, pero su preocupación era constante.
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Cada vez que el hogar de ancianos le enviaba correos electrónicos, su corazón saltaba con la certeza de que sería la peor noticia de su vida. Afortunadamente, hasta ese momento solo habían sido mensajes informativos, pero su ansiedad estaba por las nubes.
Decidió renunciar a su trabajo e hizo todos los arreglos para regresar a casa. Sería triste despedirse de Madrid y de la gente de allí, pero su madre era una prioridad.
Edward regresó a casa unas semanas después, pero no se lo dijo a su madre. Quería que fuera una sorpresa, así que alquiló un apartamento no lejos de su hogar de ancianos, lo amuebló y fue a visitarla.
Le encantaba el ambiente tranquilo del asilo de ancianos. Había actividad, pero seguía siendo pacífica. Solo observaba al personal ir de un lado a otro. Una mujer joven lo saludó y él le explicó por qué estaba allí.
“Estoy aquí para ver a Carol. Ella es mi madre”, dijo con entusiasmo, acariciando el escritorio de la recepción con la mano.
“¿Carol?”, preguntó la joven.
“Señora Carol García”, aclaró Edward, aún sonriendo.
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“Lo siento. Aquí no tenemos a la señora Carol García”, dijo la recepcionista, después de revisar en su computadora.
“Mira de nuevo. Ha estado aquí por más de cinco años”, insistió, pero la joven volvió a negar con la cabeza.
“Lo siento, señor. No tenemos a nadie con ese nombre”, repitió disculpándose.
“Eso es imposible”, dijo, y su voz comenzaba a elevarse.
“Pero señor…”, intentó decir la chica.
“¡REVISA DE NUEVO!”, gritó Edward, asustándola. Su ansiedad se disparó y estaba a punto de perder el control.
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“¡Señor García!”, se escuchó decir a alguien, y Edward se dio la vuelta. Era la enfermera favorita de su madre, Jackie.
“¡Jackie! Gracias a Dios. Esta joven me dice que mi madre no está aquí y estoy a punto de tener un ataque de pánico”, dijo, al tiempo que le estrechaba la mano.
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“Señor García, venga conmigo”, dijo, sonriendo con fuerza. Edward frunció el ceño ante su actitud.
“No, no, no. No puedo soportar nada de este misterio. Dime qué está pasando ahora mismo”, dijo con énfasis. “¿Mi madre no está aquí? ¿Qué pasó? ¿Por qué no recibí una llamada? ¿O un correo electrónico? ¡Exijo una explicación de inmediato!”.
“Señor, no pasa nada. Es solo…”, comenzó la enfermera Jackie y finalmente sonrió ampliamente. “Su madre nos pidió que fingiéramos que todavía estaba aquí. Pensó que usted no volvería”.
“¿Fingir? ¿Dónde está ella?”, preguntó desconcertado.
“Su madre conoció a un hombre aquí, el señor Duarte, y decidieron mudarse a otro centro de retiro. Está a poca distancia. Pero tienen su propia casa y viven de manera más independiente. Hay personal que los cuida y atiende constantemente”.
Edward se fue calmando poco a poco.
“Esto es totalmente inesperado”, respiró. “¿Por qué mantenérmelo en secreto?”.
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“Tendrá que preguntarle a ella. No debe preocuparse, está rodeada de personas que la cuidan. Es solo una configuración diferente. Nuestra recepcionista solo ha estado aquí tres meses. Su madre se mudó hace seis”.
“De verdad que no entiendo el engaño”, dijo negando con la cabeza. Finalmente se rio y le dio las gracias. “¿Me puedes dar su nueva dirección?”.
Jackie le dio la información y él condujo hasta la nueva casa de su madre, quien abrió la puerta y lo miró con sorpresa y vergüenza. Pero Edward no tuvo el corazón para hacer reclamos. Solo le pidió conocer a su nuevo compañero y que le mostrara su nuevo hogar.
Edward se dio cuenta de que su madre estaba viviendo una vida perfecta. En un momento, pensó en todo lo que había dejado atrás y dudó sobre sus decisiones, pero luego sintió que había hecho lo correcto.
Su madre contrajo matrimonio con su nueva pareja, y él vio lo feliz que era. De a poco, Edward comenzó su nueva vida, nuevo trabajo, amigos y no tardó mucho en conocer a la chica de sus sueños.
Supo que había tomado la mejor decisión: estar cerca de su madre en sus últimos años.
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¿Qué podemos aprender de esta historia?
- El tiempo que compartes con tus padres al final de sus vidas es muy valioso. Edward quería que su madre estuviera en buenas manos mientras él hacía su vida en el extranjero. Pero al final, no podía con la angustia de no estar cerca de ella.
- Los secretos, en especial dentro de la familia, no son buenos. Edward tomó la decisión de renunciar a la vida que tenía por querer estar cerca de su madre. Al llegar descubrió que ella no estaba en la residencia de ancianos, sino con su nueva pareja. Él no se arrepintió de su decisión, pero pasó un mal rato al descubrir el engaño.
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