Niña huérfana visita la tumba de su madre cada semana: un día ve a una mujer idéntica a su mamá llorando allí - Historia del día
Una niña afligida visita la tumba de su madre todas las semanas y le pide que regrese. Un día, sus oraciones parecen ser respondidas, cuando ve en el cementerio a una mujer que luce exactamente como ella.
Florencia, de diez años, estaba desconsolada. Creía que su madre estaba feliz en el cielo, rodeada de ángeles. Pero no soportaba el dolor de saber que nunca más volvería a verla.
“¿Por qué no regresas, mami? ¿Aunque sea una vez? Te necesito y te extraño demasiado”, dijo llorando.
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El corazón de Florencia estaba lleno de preguntas y preocupaciones. Cada semana, cuando visitaba la tumba de Lydia, le pedía que volviera. Solo quería abrazarla, y prometerle que se portaría muy bien.
Perder a un ser querido nunca es fácil, y es especialmente doloroso para los niños que ven partir a sus padres. Florencia no tuvo oportunidad de conocer a su padre, quien la había abandonado antes de nacer.
Y ahora, un terrible accidente automovilístico se había llevado a su madre. Florencia no tenía abuelos, y sus parientes lejanos no querían ocuparse de cuidarla. Al final, la llevaron a un hogar de acogida.
Los padres adoptivos de Florencia, Javier e Irene, la amaban profundamente. Para ellos, ella era la luz en su oscuro mundo de tratamientos de fertilidad fallidos y sueños destrozados, pero la niña estaba lejos de aceptar su amor.
“¿Por qué estás limpiando mi habitación?”, le espetó a Irene un día. “¡Solo mi mamá puede hacer mi cama!”.
“Florencia, cariño”, dijo Irene suavemente. “Solo estaba tratando de ayudarte. ¡La habitación estaba hecha un desastre! Quería ayudarte a limpiarla”.
“¡No te pedí ayuda! Tú no eres mi madre ¡Solo tengo una mami, y ella vendrá por mí algún día!”.
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Al final, Irene dejó de que la niña marcara la pauta. Cuando estaba de buen humor, la dejaba organizar sus juguetes o su ropa, pero la mayor parte del tiempo se irritaba con cualquiera que tocara sus cosas, incluso con Javier.
Javier e Irene se sentían muy dolidos por las palabras de Florencia, pero lo toleraban porque entendían que la niña había perdido a su madre. Sin embargo, siempre estaban preocupados por cómo cerrar la brecha entre ellos.
Poco después, Irene tuvo una idea...
“¿Estás seguro de que funcionará?”, preguntó Javier.
“No perdemos nada con intentarlo, cariño. Tal vez se encariñe con nosotros después de ver cuánto valoramos sus sentimientos. Deberíamos probar”, sugirió.
A partir de esa semana empezaron a llevar a Florencia a la tumba de Lydia. “Pasa un tiempo con tu mami, cariño. Javier y yo estaremos en el auto, ¿de acuerdo?”.
Para su sorpresa, ¡funcionó! Un día, mientras conducían hasta el cementerio, ella dijo: “Creo que puedo llamarlos papi y mami, pero aún quiero que mi mamá regrese. Ustedes han sido muy buenos conmigo”.
Irene estaba llorando. “Te amamos, cariño. Cuando visites a tu mamá hoy, dile cuánto apreciamos que te haya enviado con nosotros. Ella crio a la niña más hermosa del mundo”.
Florencia sonrió y corrió hacia la tumba de Lydia. Luego arregló las rosas que había traído sobre su tumba, se sentó a su lado y comenzó a hablarle.
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“¿No sientes frío ahí? Puedo conseguirte una cobija. Le pediré a mi nueva mami que te consiga una. Pero…”. Sus ojos comenzaron a llenarse de lágrimas. “¿No me extrañas? ¿Vas a regresar? Mi nueva mamá quería agradecerte”.
Cada vez que Florencia visitaba el cementerio, se sentaba junto a la tumba de Lydia durante mucho tiempo, y compartía sus penas con ella. Pero un día, cuando se acercaba, vio a alguien en el lugar.
La felicidad de Florencia no conoció límites cuando vio el rostro de la mujer. ¡Era su madre! Llevaba un vestido negro, pero ¿por qué lloraba? ¡Ella podía consolarla!
“¡Mami! ¡Estoy aquí! ¡Deja de llorar!”, gritó y corrió hacia ella.
La mujer se sorprendió cuando Florencia la abrazó. “Espera, ¿cómo me llamaste? ¿Mami?”.
Florencia asintió. “¡Te extrañé mucho, mami! ¡Te amo! ¡Por favor, no te vayas! ¡Quédate conmigo!”.
“¿Eres Florencia?”, preguntó la mujer. “¿La hija de Lydia?”.
Florencia asintió con una enorme sonrisa en su rostro. “¡Sí, lo soy!”.
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“¡Oh cariño!”, la mujer la abrazó. “¡Estoy tan contenta de volver a abrazarte! ¡La última vez que te vi eras una bebé!”.
Mientras tanto, Irene y Javier, que estaban sentados en su automóvil esperando a Florencia, se preguntaban por qué tardaba tanto. Decidieron ver cómo estaba y se sorprendieron al ver a la mujer abrazándola.
“Disculpe, ¿quién es usted? ¿Por qué está abrazado a nuestra hija?”, dijo Javier intentando mantener la calma.
La mujer los miró y se sorprendieron. ¡Lucía exactamente como Lydia!
“¡Eres idéntica a la madre biológica de Florencia!”, exclamó Javier.
Limpiándose las lágrimas, la mujer dijo: “Soy la tía de Florencia, Rosanna. Lydia era mi hermana gemela. Me mudé al extranjero para hacer una carrera. No mantuve contacto con la familia, y no supe que mi hermana había fallecido”.
“¡Nadie se molestó en informarme! ¡Me rompió el corazón saber que Florencia estaba en un hogar de acogida! ¿Cómo pudieron hacer eso? ¿Cómo pudieron abandonarla?”.
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“Nosotros amamos a Florencia... somos sus padres adoptivos”, dijo Irene entre lágrimas. “No tuvimos hijos, así que decidimos adoptarla. Es nuestra hija”.
“Lo sé”, suspiró Rosanna. “Y les agradezco mucho por eso. No se preocupen”, agregó, mirando los rostros pálidos de Javier e Irene. “No voy a obligarla a alejarse de ustedes dos. A menos que sea lo que ella quiere…”.
El corazón se les cayó cuando escucharon eso. Sabían que Florencia nunca los elegiría a ellos sobre Rosanna. Nunca. Pero estaban equivocados...
“¿Podemos vivir todos juntos, tía Rosanna?”, preguntó Florencia en voz baja, sorprendiendo a sus padres adoptivos. “Amo a mis nuevos padres y también te quiero a ti”.
“¡Eres tan hermosa como mi mamá! Al verte siento que ella sigue conmigo y no quisiera que te fueras”.
Al escuchar las palabras de Florencia, todos se sintieron conmovidos y la abrazaron frente a la tumba de Lydia. “Somos una familia, y eso no cambiará. ¡Sé que Lydia está sonriendo al ver que tantas personas aman y cuidan a su hija!”, le aseguró Irene.
Su tía Rosanna se mudó bastante cerca, y nunca más se alejó de su amada sobrina, quien comenzó a superar la partida de su madre poco a poco.
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¿Qué podemos aprender de esta historia?
El amor tiene el poder de reparar los corazones heridos. Florencia aceptó a Javier e Irene como sus padres adoptivos después de sus incansables esfuerzos por consolarla.
Cuando se hace desde el amor, la adopción es una hermosa alternativa. Irene y Javier querían a Florencia como a una hija, pero ella los rechazaba. Con paciencia y mucho amor, lograron que ella los aceptara y se consolidaran como familia.
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