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Anciana comiendo pastel | Foto: Shutterstock
Anciana comiendo pastel | Foto: Shutterstock

Señora de 85 años celebra su cumpleaños sola en la residencia de ancianos hasta que una mujer la pasa a buscar - Historia del día

La Sra. Norris creía que tendría que celebrar su cumpleaños 85 sola, al igual que los últimos años. Fue sorprendida por una invitada inesperada del pasado.

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Este año, había tres globos en la puerta de su habitación y una pancarta de feliz cumpleaños usada en exceso colgaba de un hilo.

“Ah bueno. ¿Qué importa? No es como si fuera una maestra de escuela secundaria, o como si mis queridos hijos me fueran a dar una gran sorpresa”.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Getty Images

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“¡Algo como eso no me ocurrirá!”, pensó la Sra. Norris mientras entraba a su habitación. Sacó el libro de debajo de la almohada, lo abrió con cuidado por la página marcada y empezó a leer.

Las letras continuaron flotando y desdibujándose, haciéndole imposible saber qué le estaba pasando a su personaje favorito. Su vista la estaba traicionando de nuevo.

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Cerró el libro con un suspiro de decepción. “Sin poder leer, ¿cómo voy a sobrevivir el resto de mi vida?”.

Para cualquier otro anciano de 85 años en el ancianato, la incapacidad para leer no era un gran dilema. Tenían diferentes formas de entretenerse.

Veían la televisión, jugaban interminables juegos de bingo o daban largas caminatas hablando de sus hijos e hijas y sus encantadores nietos.

Pero la Sra. Norris no había encontrado alivio ni respiro en ninguna de esas cosas. Para ella, los libros eran la única forma de satisfacción fugaz.

Desde niña, sacaba libros a escondidas de la única biblioteca de la ciudad y los leía en su autobús escolar. Al día siguiente los regresaba y los guardaba en los estantes de la biblioteca, exactamente como los había encontrado.

Se había enamorado de todos los géneros en los que se había sumergido. Y si no fuera por los libros, no habría conocido al excelente y encantador Sr. Norris.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Getty Images

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En una tarde de agosto, cuando la mayoría prefería socializar en la playa, el Sr. Norris y su futura esposa estaban sentados en dos esquinas del café de libros más antiguo del vecindario. Los dos estaban inmersos en dos copias del mismo libro.

Después de un año y medio de lectura y enamoramiento, se casaron en la biblioteca pública de la ciudad. El amor de la pareja permaneció arraigado a través de cada temporada alterna de felicidad y adversidad.

El Sr. Norris le había dedicado todos los libros de poesía que había escrito. “Lo que hago como escritor nunca puede estar a la altura de tu trabajo como maestra”, le decía él a menudo.

Hoy, en su cumpleaños 85, la Sra. Norris extrañaba mucho al amor de su vida. Habían pasado siete años desde su muerte.

Antes de que él diera su último respiro, ella tenía tomada su mano y le estaba narrando uno de sus poemas favoritos por centésima vez. En ese momento el latido de su corazón se detuvo.

Ella estaba recordando aquel desgarrador momento, y mientras lo hacía dejó escapar sus lágrimas.

“Ojalá estuvieras aquí, David. Aquí estoy, sin ti, y el sol tiene la audacia de salir como si el mundo no hubiera terminado”.

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Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Getty Images

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La Sra. Norris escribió estas palabras en su mente. Sabía sabiendo que pronto las olvidaría.

Sus pensamientos fueron interrumpidos por un golpe en la puerta. Nancy y Nataly eran las dos únicas mujeres que siempre se preocupaban lo suficiente como para visitarla.

“¡Abre, rápido! ¡Harás que nos atrapen!”, dijo Nancy, haciendo todo lo posible por susurrar.

Allí estaban las dos ancianas, paradas una detrás de la otra. Parecían tontas con sombreros de fiesta de cartón, escondiendo mal lo que obviamente era un brownie con una vela encendida.

“¿Qué están haciendo, chicas tontas?”.

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“Bueno, podíamos oler la melancolía desde dos habitaciones más allá, y no podíamos quedarnos sin hacer nada”, dijo Nataly.

“¡Vamos, abuela, apaga la vela!”, le dijo Nancy, forzando otro sombrero de fiesta sobre la cabeza de la Sra. Norris.

La anciana de 85 años justo estaba soplando las velas de su pastel cuando sonaron golpes en la puerta. Nancy agarró rápidamente el brownie y lo escondió debajo de la mesa de la habitación.

“¡Sra. Norris! ¡Feliz cumpleaños!”, dijo una joven con una sonrisa que tranquilizó a las tres ancianas.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Getty Images

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La cumpleañera no tenía ni idea de quién era su visitante.

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“¿No me recuerda? Le refrescaré la memoria. Soy Diana. Diana Falcón”.

El nombre sonaba familiar, pero no lo suficiente.

“Perdóname. Mi memoria y mi vista no me están sirviendo bien en estos días”.

“Sí, debería dejar de leer esos libros con la letra diminuta. Intentamos que escuchara audiolibros. ¡Pero no tienes idea de lo inflexible que es!”.

La Sra. Norris estaba tratando de hacer callar a su amiga parlanchina cuando la joven dijo: “¡En realidad, sí tengo idea!”.

“Puede que no lo recuerde, Sra. Norris, pero yo estaba en su clase de literatura inglesa en 1993. Era una niña tímida que siempre se enfermaba. Usted insistió en que mis padres me hicieran una prueba. Fue entonces cuando nos enteramos de que tenía un tipo severo de diabetes”.

La anciana comenzó a recordar todo. “¡Sí, lo recuerdo, Diana Falcón!”.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Getty Images

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La exalumna y la maestra se abrazaron fuertemente.

“Qué maravilloso verte de nuevo. ¡Te ves saludable!”. La Sra. Norris estaba mirando a Diana de pies a cabeza.

“Lo estoy, gracias a usted. Recuerdo que un día llegó a casa y se dio cuenta de que mis padres tenían dificultades para llegar a fin de mes”.

“Confesaron que no tenían el dinero suficiente para comprar la mitad de los medicamentos para tratar mi condición. ¿Recuerda lo que hizo usted al día siguiente, Sra. Norris?”.

La Sra. Norris había iniciado una recaudación de fondos en la escuela, invitando a los representantes de los niños y a los maestros a ayudar a los padres de Diana a pagar sus medicamentos.

“¡Con el dinero que recaudó, mis padres pudieron comprar medicamentos para todo el año!”.

“¡Eso suena como algo que haría nuestra amiga!”, dijo Nataly emocionada.

“¡Si no hubiera sido por usted, no me habría curado y no me habría convertido en la madre de dos hijos!”.

“Eso no es cierto. Probablemente otra persona lo habría hecho en mi lugar”.

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Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Getty Images

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La Sra. Norris besó a Diana en la frente y le secó las lágrimas.

“Bueno, has venido en un día perfecto. Tu antigua maestra cumple 85 años hoy”.

“¡Lo sé! Y hay una pequeña sorpresa esperándola, Sra. Norris”.

Diana acompañó a la anciana a la biblioteca. Tan pronto como abrió la puerta, un grupo de hombres y mujeres jóvenes aparecieron detrás de los pasillos y vitorearon al unísono: “¡Feliz cumpleaños, Sra. Norris!”.

La sonrisa en el rostro de su antigua maestra llenó el corazón de Diana con una cálida satisfacción. Se alegró de haber rastreado a la Sra. Norris y haber reunido a algunos de sus exalumnos más queridos en su gran día.

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“¡Como en los viejos tiempos!”, dijo la anciana cuando los estudiantes comenzaron a acercarse para saludarla. Ese día, al celebrar su cumpleaños 85 con personas cuyas vidas había ayudado a moldear, se sintió joven nuevamente.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Getty Images

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¿Qué podemos aprender de esta historia?

  • Nunca olvides a las personas que han moldeado tu vida: Pasaron los años, pero Diana nunca olvidó a la maestra que hizo posible que superara su enfermedad.

  • Trata de mostrarles a tus maestros algo de amor, especialmente si están solos en sus vidas: A veces, nos olvidamos de pensar en nuestros maestros como seres humanos normales. Tenemos buenos recuerdos de ellos, pero rara vez los visitamos. Una simple visita, como la de Diana, puede ayudarlos a sentirse mejor.

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Este relato está inspirado en la vida cotidiana de nuestros lectores y ha sido escrito por un redactor profesional. Cualquier parecido con nombres o ubicaciones reales es pura coincidencia. Todas las imágenes mostradas son exclusivamente de carácter ilustrativo. Comparte tu historia con nosotros, podría cambiar la vida de alguien. Si deseas compartir tu historia, envíala a info@amomama.com.

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