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Anciana mira a pastel de cumpleaños con velas en forma de 100 | Foto: Getty Images
Anciana mira a pastel de cumpleaños con velas en forma de 100 | Foto: Getty Images

Señora solitaria recibe su primer pastel en su 100º cumpleaños de un chico que dice ser su nieto - Historia del día

Una anciana sin hijos cumplió 100 años sola, sin nadie con quien celebrar. Un niño apareció en su puerta y se presentó como su bisnieto.

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Ruby estaba llegando a un cumpleaños histórico increíble para cualquier ser humano, y a nadie le importaba. Iba a cumplir cien años, pero no había nadie para celebrar el momento con ella.

Estaba sola, como lo había estado la mayor parte de su vida. Desde que tenía ocho años y su padre se había ido a luchar en la guerra, ella había asumido la carga de un adulto.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

Su madre era una mujer frágil y distante. Su padre se había llevado a Ruby aparte para hablar con ella. “Voy a necesitar que seas una niña grande, Ruby”, dijo con seriedad. “Vas a tener que ser muy responsable y cuidar a mamá, ¿de acuerdo?”.

“Está bien, papi", había respondido ella en aquel entonces, y ese había sido el final de su infancia. Ruby se tuvo que convertir en la adulta de la familia y comenzó a cuidar a su madre y a sus cuatro hermanos menores.

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No podía esperar a que su padre regresara a casa para poder volver a ser una niña, pero él nunca regresó. Cuando Ruby tenía doce años, se le informó a la familia que su padre había muerto en combate.

Su padre nunca volvería a casa. Ese día su madre se derrumbó. Gritó y lloró tanto que asustó terriblemente a los otros niños. Un médico tuvo que verla para ponerle una inyección. Después de eso volvió a quedarse callada y distante.

La pensión que su mamá recibía del gobierno era muy pequeña. Además, la mujer no podía trabajar. Ruby dejó la escuela y tomó un trabajo en una tienda cercana que vendía telas, hilos, botones y cintas, todo lo necesario para hacer ropa en esos tiempos difíciles.

Ruby era brillante y enérgica, y pronto se convirtió en una trabajadora importante para la dueña de la mercería, la Sra. Doris. Ella era una viuda de guerra, al igual que su madre, y era amable con la jovencita a su manera.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Unsplash

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Unsplash

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A veces le regalaba recortes de los estampados más bonitos y trozos de cintas de colores para que pudiera hacerse pequeños vestidos. Ruby a menudo usaba la tela para sus hermanos y su madre.

Su mamá se había vuelto aún más distante a medida que crecía. Deambulaba por la casa en camisón y Ruby tenía que vigilarla.

La jovencita estaba decidida a que sus cuatro hermanos terminaran la escuela y se negaba a permitirles trabajar para ayudar. “Concéntrense en la escuela”, les decía con severidad. “¡Esa es la mayor ayuda que nos pueden dar!”.

Ruby cumplió dieciocho años y nadie se dio cuenta. No hubo fiesta, ni regalos, ni pastel de cumpleaños. La Sra. Doris no sabía o no le importaba: era una mujer sin emociones.

La mamá de la chica estaba perdida en su propio mundo, y sus hermanos, con el egoísmo innato de los niños, ni siquiera se dieron cuenta de que Ruby también tenía cumpleaños.

Ese fue el año en que ella conoció a Brad. Era alto y delgado, y tenía una sonrisa tímida. Fue a la tienda a comprar agujas para su mamá y se quedó a hablar con ella.

Comenzaron a “salir”, como la gente lo llamaba en ese entonces. Salieron a bailar y al cine. Luego se estacionaron en un mirador y se besaron. Entonces el beso llevó a más.

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Cuando Ruby descubrió que estaba embarazada, Brad le dijo que se casaría con ella, que tendrían una casa bonita, criarían a sus hijos y serían muy felices. Entonces ella le contó sobre su mamá y sus hermanos.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Unsplash

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Unsplash

“Tengo que cuidarlos, Brad”, le dijo Ruby. “Se lo prometí a mi padre. Pero en unos años, los niños terminarán la escuela y solo tendré que cuidar a mamá”.

“¿Tu loca madre y tus hermanos se van a mudar con nosotros?”, preguntó Brad. “¿Por el resto de nuestras vidas? ¿Es eso lo que me estás diciendo?”. Después de eso, Brad se quedó muy callado.

Acordó encontrarse al día siguiente con ella y hacer los arreglos para la boda, pero no se despidió de Ruby con un beso como solía hacerlo. Después de eso nunca lo volvió a ver.

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Se enteró de que Brad se había enlistado en el ejército esa misma tarde y había sido enviado al exterior. La había dejado sola y embarazada. “¿Qué voy a hacer?”, se preguntó.

Si se quedaba con el bebé, ¿qué tipo de vida podría darle? Tenía que trabajar todo el tiempo para criar a sus hermanos y cuidar a su madre. No podía dejar al bebé con su mamá mientras trabajaba, simplemente no era seguro.

Ruby se llevó las manos a la barriga y lloró. Tendría que renunciar a su hijo. Lo daría en adopción y sabría que él o ella sería amado y apreciado.

El momento en que entregó a su hija recién nacida fue uno de los más difíciles en su vida, pero sabía que lo estaba haciendo por las mejores razones. “Sé feliz, mi dulce niña”, susurró. “Te amo”.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Unsplash

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Unsplash

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Eso fue hace más años de los que Ruby quisiera recordar, y la última vez que se sintió joven. Después de Brad, ella nunca miró a otro hombre. Sabía que pasara lo que pasara, nunca aceptarían sus cargas y no podía pedirles eso.

Uno por uno, sus hermanos terminaron la escuela y se fueron de casa. Se casaron y se mudaron, y Ruby se quedó a cargo de su madre, como siempre. Ella tenía setenta y tres años cuando su mamá falleció.

Ese día, Ruby lloró, no solo por su madre, sino por el amargo desperdicio de toda una vida. No tenía nada. No tenía familia y, desde su retiro, le quedaban pocos amigos.

“Solo esperaré la muerte”, se dijo a sí misma. “No debe faltar mucho”. Pero pasaron los años, y Ruby permanecía fuerte. Ella era una mujer robusta, y muy pronto cumplió ochenta, luego noventa.

Sus cumpleaños pasaban y no había celebración, a nadie le importaba. Ruby se sentó en su casita, donde envejeció más y más. Cuando estaba cumpliendo 99 años, apareció una trabajadora social.

Quería ver si ella era capaz de vivir sola. Miró a su alrededor y estaba muy contenta con sus condiciones de vida. Se fue sin desearle un feliz cumpleaños a Ruby.

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Otro año pasó y la anciana estaba cumpliendo 100 años. “Cien”, se dijo Ruby a sí misma. “He visto un siglo de la historia de este mundo y no he vivido nada”. Estaba sentada en la cocina pensando en su vida cuando sonó el timbre.

Ella se levantó y abrió la puerta. Un joven sostenía un enorme pastel con un gran 100 encima. “¡Hola abuela!”, gritó alegremente. “¡Feliz cumpleaños!”.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

Ruby estaba en shock. “Joven, te has equivocado de casa”.

“No, no es así”, dijo suavemente. “Eres mi bisabuela Ruby. Mi abuela siempre quiso saber quién era su madre biológica, así que cuando cumplió 81 años, hice abrir los registros”.

“¡Nadie se imaginó que todavía estabas viva! La abuela está afuera, en el auto, esperando para conocerte, si estás de acuerdo”.

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“¿Mi hija?”, preguntó Rubí. “Ella... ¿Quiere conocerme? Yo... la dejé... quería que fuera feliz...”.

“Ella sabe eso”, dijo el joven. “También sabemos que has estado sola por mucho tiempo, pero ahora tienes una familia: ¡una hija, cinco nietos y quince bisnietos!”.

Ruby comenzó a sollozar y el joven la abrazó. “Tranquila”, dijo. “¡Estamos aquí ahora, y vas a tener una gran fiesta!”.

La anciana conoció a su hija, a sus nietos y a sus bisnietos, y fue el mejor día de su vida. Encendieron las velas del pastel y cantaron “Feliz cumpleaños”. Era el sonido más hermoso que Ruby jamás había escuchado.

“Mi vida no fue un desperdicio después de todo”, le susurró a su hija. “¡Te tuve!”.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Unsplash

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Unsplash

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¿Qué podemos aprender de esta historia?

  • El deber puede ser una carga terrible, pero la vida siempre trae una recompensa. Ruby renunció a todo, incluso a su hija, para cumplir su palabra con su padre y cuidar de su madre.
  • Cuando menos te lo esperas, la vida te envía una bendición. Ruby estuvo sola hasta su cumpleaños número 100 y pasó el resto de su vida rodeada de familia y amor.

Comparte esta historia con tus amigos. Podría alegrarles el día e inspirarlos.

Este relato está inspirado en la vida cotidiana de nuestros lectores y ha sido escrito por un redactor profesional. Cualquier parecido con nombres o ubicaciones reales es pura coincidencia. Todas las imágenes mostradas son exclusivamente de carácter ilustrativo. Comparte tu historia con nosotros, podría cambiar la vida de alguien. Si deseas compartir tu historia, envíala a info@amomama.com.

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