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Empleado empujando una caja con ruedas. | Foto: Shutterstock
Empleado empujando una caja con ruedas. | Foto: Shutterstock

Jefe echa a mensajero mayor por llegar tarde al trabajo, y al día siguiente le dona su mansión de $1 millón - Historia del día

Un rico hombre de negocios despidió a su viejo mensajero después de que no llegara a tiempo a la oficina. El estricto jefe no sabía que se arrepentiría de su decisión tras enterarse de por qué su empleado había llegado tarde.

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Desde temprana edad, David nunca tuvo que preocuparse por sus finanzas. Mientras crecía, veía a su padre trabajar duro para establecer el negocio familiar, y ganar dinero era la menor de sus preocupaciones.

Como era hijo único, tuvo que hacerse cargo del negocio tras la muerte prematura de su papá. Pasó meses aprendiendo sobre las operaciones comerciales y no mucho después conocía a todos los empleados por su nombre.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

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El gerente comercial de David le presentó a su empleado más antiguo, Pedro, un mensajero de 65 años, que formó parte de su negocio desde el primer día.

“Tu padre siempre le confió a Pedro todos los documentos importantes de la empresa”, le dijo el gerente comercial a David. “Él siempre entrega nuestros documentos y otros paquetes a tiempo. Nunca nos ha decepcionado”.

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“¡Un placer conocerlo, señor!”, dijo Pedro, extendiendo su mano a David. “Su padre era un hombre maravilloso. Siempre me trató como familia”.

En lugar de estrechar la mano del hombre, el joven empresario asintió con una sonrisa, se dio la vuelta y caminó hacia su oficina con paredes de vidrio.

Confundido, Pedro cerró su mano derecha en un puño y la cubrió con su mano izquierda. “¿Dije algo malo?”, pensó para sí mismo. “Me pregunto por qué no me estrechó la mano”.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

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El mensajero canoso caminó hacia la salida, pues no tenía sobres ni paquetes para entregar ese día. Se montó en su bicicleta y regresó a su apartamento, que no tenía más que paredes manchadas y muebles rotos.

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La esposa de Pedro había fallecido una década atrás y sus hijos ya no querían hablar con él. Anhelaba ver o saber de su hija y su hijo, pero a ellos no les gustaba hablar con él, ni siquiera por teléfono.

Al día siguiente, David se despertó a las 6 a. m. y rápidamente se preparó para irse al trabajo. Su esposa, María, se sorprendió al verlo levantarse temprano.

“¿Está todo bien, cariño?”, preguntó ella.

“Sí, mi amor”, respondió él mientras se peinaba. “Tengo una reunión muy importante hoy, así que pensé que debería irme una hora más temprano. Quiero estudiar la propuesta comercial antes de que lleguen mis clientes”.

“Debo decir que te has vuelto más responsable después de que tu padre nos dejó”, comentó María mientras se levantaba de la cama y caminaba hacia David. “¡Buena suerte con la reunión, cariño!”.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Unsplash

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“¡Gracias, María! Espero que todo salga según lo planeado”, respondió David.

Rápidamente terminó su desayuno y agarró las llaves de su auto antes de despedirse de sus hijos con un beso. Ese día era crucial para David, pero no tenía idea de que horas más tarde despediría a uno de sus empleados.

Después de llegar a su oficina, David marcó el número de Pedro para recordarle los documentos que tenía que traer esa mañana.

“Los documentos deben estar en mi escritorio a las 8:15, Pedro”, instruyó David al repartidor por teléfono.

“¡Voy en camino, señor! Estaré allí en un momento”, respondió Pedro antes de que David colgara.

Una hora más tarde, el joven empresario seguía esperando a que llegara el anciano mensajero. Pedro no se había presentado en la oficina, ni estaba respondiendo las llamadas de David.

“¡Necesito esos documentos ahora mismo!”, le gritó el dueño de la empresa a su gerente comercial. “¿Dónde está ese empleado tuyo más antiguo? ¡Pensé que dijiste que podíamos confiar en él!”.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Unsplash

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En ese momento, David escuchó un golpe en su puerta.

“¿Quién es? ¡Adelante!”, dijo.

Pedro, aterrorizado, entró a la oficina con un sobre marrón en las manos. Rápidamente lo colocó sobre el escritorio de David.

“¡Llegas tarde, viejo!”, dijo David enojado. “¡Te he estado esperando durante una hora! ¿Cómo puedes ser tan irresponsable?”.

“Lo siento, señor”, respondió el empleado con la cabeza inclinada hacia abajo. “Estaba…“

“¿Estabas qué?”, espetó David. “¡No quiero escuchar tus excusas!”.

“Estaba ayudando a una niña en el camino”, explicó el hombre mayor. “Sin saberlo, cruzó la calle en un semáforo en rojo y un automóvil la atropelló”.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

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“¡Patrañas!”, gritó David. “¡Sal de mi oficina ahora mismo!”.

“Incluso tengo una foto de ella, señor. Le prometo que no me lo estoy inventando”, respondió Pedro.

David se levantó de su asiento y señaló con el dedo hacia la puerta.

“¡Sal de mi oficina ahora mismo! ¡No quiero ver ninguna foto!”, gritó David. “Espera... ¿Por qué no dejas esta empresa?”.

“¡Por favor, no! No quiero perder mi trabajo”, rogó Pedro.

“¡Estás despedido!”, dijo David. “¡Ahora VETE!”.

Pedro volvió a guardar su teléfono en el bolsillo y se dio la vuelta para salir de la oficina. No podía creer que lo despidieran después de trabajar en la misma empresa durante más de dos décadas.

El anciano quería explicarle a David lo que había sucedido ese día. No pudo llegar a la oficina a tiempo porque se había detenido para ayudar a una colegiala herida, que le recordaba a su propia hija.

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Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

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En lugar de alejarse del lugar del accidente, Pedro llamó al 911 y esperó a que llegara la ambulancia antes de poder irse. Incluso tomó una foto de la niña para mostrársela a David como evidencia.

Cuando el hombre mayor salió del edificio de oficinas, sonó el teléfono de David.

“Hola, María”, respondió él.

“¡David! ¡David!”, dijo la mujer llorando. “¿Puedes venir al hospital ahora mismo?”.

“¿Por qué lloras, cariño? ¿Qué pasó?”, preguntó él, preocupado.

“Ay, cariño... ¡Laura tuvo un accidente camino a la escuela!”, respondió María.

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David colgó y le pidió a su gerente que cancelara su reunión. Se apresuró a encontrarse con su esposa y su hija de 12 años en el hospital.

Allí se enteró de que un hombre amable que había presenciado el accidente había llamado a una ambulancia y se había quedado al lado de Laura hasta que llegaron los paramédicos.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

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Su hija le dijo a su padre que había tenido un accidente camino a la escuela. Como David se había ido de casa temprano ese día, no pudo llevarla a la escuela.

María le pidió a Laura que se fuera caminando con la esperanza de que llegara a salvo, pues la escuela estaba a solo una cuadra de su casa.

En ese momento, David recordó lo que Pedro le había dicho antes: “Estaba ayudando a una niña en el camino”. Se dio cuenta de que él era posiblemente el hombre amable que había ayudado a Laura.

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Lleno de arrepentimiento, el empresario llamó a Pedro a su oficina al día siguiente. Cuando David escuchó que golpearon la puerta de su oficina, supo quién estaba parado detrás.

“Por favor, entra, Pedro”, dijo el joven mientras se sentaba en su escritorio.

“Buenos días, señor”, dijo Pedro. “Ayer me llamaron diciendo que quería verme”.

“Sí. Por favor, muéstrame la foto de la niña a la que ayudaste ayer”.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

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Sorprendido, Pedro rápidamente deslizó su mano en su bolsillo y sacó su teléfono. “Esta es la niña”. El empleado le entregó su teléfono a su jefe.

“¿Sabes quién es?”, preguntó David con voz temblorosa. La foto había confirmado lo que pensaba.

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“No, señor”.

Las lágrimas comenzaron a rodar por las mejillas del joven y Pedro no podía entender por qué su jefe había comenzado a llorar de repente.

“Esta es Laura, mi hija”, dijo David. “Tú ayudaste a mi hija, Pedro”.

El empresario se disculpó con su empleado por haberlo despedido y le agradeció por haber acudido al rescate de Laura. También recompensó a Pedro con algo inesperado.

“El gerente me contó sobre tu difunta esposa y sobre tus hijos. Me comentó que has tenido dificultades para encontrar un mejor lugar para vivir”, dijo David. “No tienes que preocuparte más, Pedro”.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Unsplash

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El hombre le entregó unos papeles que decían “Documentos de traslación de dominio”.

“Esta es tu recompensa”, dijo David. “He transferido mi mansión a tu nombre por haber salvado a mi pequeña niña. No sé qué hubiera pasado si no te hubieras detenido a ayudarla ayer”.

“Pero no puedo con esto, Sr. Figueredo”, respondió Pedro. “Esta mansión es demasiado. He pasado toda mi vida en un apartamento de una habitación”.

“Tómala. ¡Te lo mereces!”, dijo David mientras palmeaba el hombro de su empleado.

“Gracias, señor”. Las lágrimas brotaron de los ojos del hombre mayor mientras hablaba. “¡Usted es demasiado generoso!”.

Después de que Laura llegó a casa del hospital, David le enseñó a cruzar la calle. Le mostró videos en YouTube e incluso le compró un libro sobre reglas de tránsito.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Unsplash

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¿Qué podemos aprender de esta historia?

  • Enseña a tus hijos las normas de seguridad vial: David aprendió lo importante que era enseñarle a su hija cómo cruzar una calle después de que tuvo un accidente. Si lo hubiera hecho antes, no habría tenido que cancelar su reunión.
  • Respeta a todos y escucha lo que tienen que decir: Cuando Pedro trató de explicarle a David por qué había llegado tarde, este último se negó a escuchar su historia. Habría evitado despedir a su empleado si le hubiera permitido hablar ese día.

Comparte esta historia con tus amigos. Podría alegrarles el día e inspirarlos.

Este relato está inspirado en la vida cotidiana de nuestros lectores y ha sido escrito por un redactor profesional. Cualquier parecido con nombres o ubicaciones reales es pura coincidencia. Todas las imágenes mostradas son exclusivamente de carácter ilustrativo. Comparte tu historia con nosotros, podría cambiar la vida de alguien. Si deseas compartir tu historia, envíala a info@amomama.com.

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