Huérfano rico visita a su familia adoptiva 10 años después de mudarse: halla casa en ruinas allí - Historia del día
Un huérfano decidió visitar a su familia adoptiva diez años después de irse de casa para agradecerles todo lo que habían hecho por él. Cuando llegó allí, vio que la vivienda estaba en ruinas, y preguntó qué había pasado y cómo había terminado de esa manera.
Carlos miraba alrededor de la habitación con una sonrisa en su rostro, saboreando los momentos que tenía con su familia adoptiva. Acababa de cumplir 18 años y ahora estaba listo para ir a la universidad.
Observaba a su madre adoptiva cantándole un feliz cumpleaños mientras aplaudía. Su padre tenía un brazo sobre el hombro de su madre mientras cantaba. Luego miró a su hermano adoptivo, Iván, que parecía aburrido, con la cabeza sobre la mesa, negándose a cantar.
Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels
Carlos amaba mucho a su familia porque nunca lo trataban como un paria. Aunque él e Iván no se llevaban bien, sabía que sus padres lo amaban porque gastaban su propio dinero para criarlo y mantenerlo.
“Los extrañaré mucho. Gracias por esta celebración de cumpleaños”, les dijo antes de apagar las velas de su pastel.
“También te extrañaremos, hijo. Espero que regreses y nos visites una vez que termines la universidad”, le dijo su padre adoptivo Camilo.
Carlos apagó las velas y pidió un deseo. Disfrutaron de una última comida juntos antes de que se fuera a la universidad.
“Ay, cariño”, suspiró su madre. “Todavía puedo recordar el día que llegaste a nuestras vidas y te llevamos a casa. Es increíble ver cuánto has crecido y que ahora vayas a la universidad”, dijo con lágrimas en los ojos.
“Lo sé, mamá. Soy el chico más afortunado. Estoy muy agradecido de que me hayas acogido. Sin ti, no soy nada”, dijo Carlos, sosteniendo la mano de su madre. “Gracias por todo el amor y el cuidado que me diste”.
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En este punto, Iván ya había tenido suficiente. “Oh, por favor”, puso los ojos en blanco. “¿Podemos comer en silencio? ¡Su sentimentalismo me está enfermando!”.
En lugar de contraatacar, Carlos sonrió. “Sé que disfrutarás ya no tenerme cerca, Iván, pero yo sí te extrañaré”.
Esa noche, el joven no pudo dormir de la emoción. Sus maletas ya estaban empacadas y estaba listo para tomar el autobús a la universidad al día siguiente.
“Es hora de irnos, cariño”, le dijo su madre a la mañana siguiente.
Carlos miró alrededor de su habitación por última vez. Sabía que sería la última vez que la vería en mucho tiempo. Abrazó a sus padres antes de salir por la puerta.
“Estaré por mi cuenta ahora”, dijo. “Me dieron todo lo que necesitaba, y lamento si fui una carga adicional para ustedes por eso. Les prometo que haré todo lo posible para convertirme en una persona exitosa. Volveré y les pagaré por todo lo que han hecho por mí”.
Fue decisión personal de Carlos dejar el sistema de crianza temporal una vez que pudo. Aunque amaba mucho a sus padres, decidió no ser adoptado legalmente para ahorrarles el dinero que costaría. Saber que lo amaban era más que suficiente para él.
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El joven realmente hizo lo mejor que pudo en la universidad. Mantuvo su promesa. Estudió derecho y se sintió motivado para convertirse en un buen abogado después de graduarse.
Tras obtener su título, comenzó a trabajar para un importante bufete de abogados. De ser solo un asociado, fue escalando posiciones hasta convertirse en socio de la firma.
Al final, perdió el contacto con sus padres adoptivos. Aunque se escribían al principio, su trabajo lo hacía menos posible, hasta que su comunicación se detuvo por completo.
Habían pasado diez años desde la última vez que los había visto. Carlos tenía un cliente en su ciudad natal, por lo que decidió visitar su antiguo hogar.
Se dio cuenta de que ya era hora de que visitara a sus padres adoptivos, por lo que se tomó un día libre para pasar tiempo con ellos. Pero lo que se encontró allí fue totalmente inesperado.
Aparte de un césped descuidado, apenas se podía ver la pintura blanca en las paredes, pues estaban completamente cubiertas de enredaderas. Mientras caminaba hacia la puerta principal, se preguntó si alguien todavía vivía allí.
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Carlos tocó el timbre, pero ya no funcionaba. Estaba a punto de irse, pensando que ya no vivía nadie allí, cuando escuchó una voz desde adentro. Decidió entonces tocar la puerta.
Después de un par de segundos, su padre adoptivo abrió. “¡Carlos!”, dijo. “¿Eres tú?”.
“Papá”, dijo, abrazándolo con fuerza. “¿Qué pasó aquí? ¿Estás bien? ¿Dónde están mamá e Iván?”, preguntó. Tenía muchas preguntas corriendo por su cabeza, y quería respuestas.
“Pasa adelante, hijo. No puedo creer que hayas vuelto a casa. ¿Cuánto tiempo ha pasado? ¿10 años?”, dijo, trayendo a su hijo adoptivo dentro de la casa. “¡Cariño, es Carlos! ¡Carlos está en la casa!”, le dijo a su esposa.
Tan pronto como su mamá salió de la cocina, el corazón del abogado se hundió. Ya no era la mujer sana que conocía. Parecía frágil como si no hubiera comido adecuadamente en semanas. “¡Mamá!”, exclamó. “¿Qué sucedió?”.
“Iván nos dijo que comenzaría un negocio unos cinco años atrás. Estábamos muy felices porque, aunque no quería ir a la universidad, pensábamos que había encontrado una dirección en la vida”.
“Nos pidió dinero para iniciar el negocio y se lo dimos. Pero resulta que solo quería despilfarrarlo en lo que se le antojara”, compartió su padre.
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“Él prometió que nos daría una parte de sus ganancias, pero eso nunca sucedió. Por su culpa, estamos endeudados”, agregó su madre con lágrimas en los ojos.
“Pensábamos que nunca volveríamos a verte, cariño. Estoy muy contenta de que hayas venido a visitarnos”, dijo ella, abrazando a Carlos nuevamente.
El joven no podía creer lo que habían experimentado sus padres a manos de su hermano. Los invitó a cenar y, cuando llegaron a casa, prometió volver al día siguiente.
Y así lo hizo. Cuando regresó les dijo que ya no tenían de qué preocuparse. “Pagué el préstamo y cualquier daño legal en el que se haya incurrido. También contraté a alguien para que reparara la casa. Además, me gustaría darles esto”, dijo, entregándoles una libreta.
“¡Carlos!”, dijo su madre con voz de llanto. “No tenías que hacer nada de esto. Es demasiado. No te criamos pensando que alguna vez nos pagarías”, le dijo.
“Nunca te vi a ti y a Iván de manera diferente”, agregó su padre. “Para mí, ambos eran mis hijos. Pero ahora, no puedo creer que eres tú quien realmente nos ama y se preocupa por nosotros. E Iván nos abandonó a nuestra suerte”.
Carlos negó con la cabeza. “Les debo a ambos mucho más que dinero”, respondió. “Me dieron un hogar, una familia. El dinero no es nada para mí. ¡La familia lo es todo! Los amo a los dos y cuidaré de ustedes por el resto de mi vida”, prometió.
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¿Qué podemos aprender de esta historia?
- Nunca olvides a quienes te ayudaron: Carlos nunca olvidó a sus padres adoptivos, quienes hicieron mucho por criarlo. Vivía cómodamente gracias a ellos y quería devolverles todo lo que pudiera.
- La familia es más importante que todo: Iván traicionó a sus padres por dinero, valorando las posesiones materiales por encima de las relaciones familiares. Carlos siempre valoró a la familia por encima de todo lo demás, por lo que estaba más que dispuesto a reducir su fortuna a la mitad si eso significaba que sus padres vivieran cómodamente.
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Este relato está inspirado en la vida cotidiana de nuestros lectores y ha sido escrito por un redactor profesional. Cualquier parecido con nombres o ubicaciones reales es pura coincidencia. Todas las imágenes mostradas son exclusivamente de carácter ilustrativo. Comparte tu historia con nosotros, podría cambiar la vida de alguien. Si deseas compartir tu historia, envíala a info@amomama.com.