Hijo se avergüenza de su mamá de talla grande frente a sus amigos hasta que una ambulancia se la lleva del gimnasio - Historia del día
Rosa estaba desconsolada al descubrir que su hijo se avergonzaba de ella por su peso. Un día, termina en el hospital, lo que hace que el niño se sienta responsable y le da una perspectiva diferente de lo que en realidad importa.
Rosa siempre había querido tener un hijo, pero debido a que sufría del síndrome de ovario poliquístico, no podía concebir de forma natural. Cuando cumplió 40 años, ella y su esposo David decidieron intentar con la fertilización in vitro.
"Esta es nuestra última esperanza de tener un hijo biológico. Rezo para que funcione. Quiero ser madre", dijo, mientras el médico les explicaba lo que tenían que hacer.
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Después de un par de semanas, Rosa y David supieron que esperaban un bebé. Se llenaron de alegría y se aseguraron de que su hogar fuera propicio para un embarazo saludable.
"Haremos esto juntos", le aseguró David a su esposa. Debido a que el embarazo de Rosa era de alto riesgo, decidieron que ella dejara el trabajo temporalmente.
Pasaron nueve meses y Rosa hizo todo lo que pudo para mantenerse saludable. Tomó sus vitaminas prenatales, hizo ejercicios y se alejó de ambientes estresantes.
Tras el nacimiento de su hijo Juan, ella y David rebosaban de felicidad. Su hijo era todo su mundo, y nada les importaba más que cuidarlo y darle la mejor vida posible.
Cuando Juan cumplió 10 años, toda la familia tuvo que mudarse a otro estado debido a una promoción laboral de David. De un pueblo pequeño, pasaron a vivir en una gran ciudad, y el niño comenzó a asistir a una escuela más grande y diversa.
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De a poco, Rosa notó cambios en Juan. Un día, ella le pidió que se subiera al auto para poder llevarlo a la escuela y él se negó. "Tomaré el autobús escolar", dijo, y salió corriendo antes de que su madre pudiera protestar.
Al principio, no pensó que tuviera que ver con ella. Supuso que Juan disfrutaba estar con sus amigos, y de viajar juntos en el autobús escolar. Fue solo cuando estaban en la tienda de comestibles que se dio cuenta de que ella era el problema.
Mientras estaban eligiendo algunos comestibles, Juan vio a sus amigos. Rápidamente, se escapó de su madre antes de que pudieran verla. "¡Hola!", saludó.
"¡Hola, Juan! No sabíamos que estabas libre hoy, te habríamos invitado a pasar el rato", le dijo su amigo Simon. "¿Con quién estás?", preguntó.
"Estoy con mi mamá", suspiró Juan. "Dijo que tenía que acompañarla al supermercado para que alguien pudiera ayudarla con las bolsas", se quejó.
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"Bueno, no compres demasiada comida, ¡o engordarás demasiado! Está en tus genes", bromeó uno de sus amigos.
Juan podía sentir que su cara se ponía roja. "Claro que no", respondió, en un intento por minimizar la situación. "¡Nos vemos! Debe estar buscándome por los pasillos", dijo, apresurándose a despedirse.
"¿Dónde fuiste?", preguntó su mamá.
"Vi a mis amigos. Solo fui a saludarlos", respondió Juan.
"¡Oh! ¡Me hubiera encantado conocerlos!", le dijo Rosa. "La próxima vez, preséntame con tus amigos".
Juan suspiró. "¡No haré eso, mamá! Quiero irme a casa. ¿Podemos irnos ya?", dijo, caminando hacia las cajas para que pudieran pagar.
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Rosa se preguntó si habría dicho algo inapropiado, pero decidió dejarlo pasar. Un par de semanas después, recibió una llamada de una de las madres de la escuela de Juan. "¿Cómo estás, Rosa? ¿Te sientes mejor?", preguntó
Confundida, Rosa le preguntó a qué se refería. Le explicó que no había estado enferma, y que de hecho se sentía muy bien.
"Es solo que hubo un evento del Día de la Madre en la escuela, y no te vimos allí. Tu hijo dijo que no te sentías bien ¿No recibiste la tarjeta que Juan te hizo? Les pidieron que dibujaran a sus madres", comentó la mujer.
Rosa pudo sentir que se le oprimía el pecho. "¿Por qué no me invitaría a su evento del Día de la Madre?", se preguntó.
Después de terminar la llamada, Rosa subió a la habitación de su hijo para ver si la tarjeta del Día de la Madre estaba allí. La encontró debajo de sus libros y notó que en lugar de dibujarla a ella, se había dibujado a sí mismo.
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Cuando el niño llegó a casa ese día, decidió hablar con él. "Juan, recibí una llamada de una de las madres para decirme que no me invitaste al evento del Día de la Madre de tu escuela. ¿Qué pasa?", le preguntó.
Juan hizo una pausa vacilante antes de decidir decirle la verdad. "Mis compañeros de clase se refieren a mí como el 'chico nuevo con una madre gorda'", reveló. "No quiero que se burlen de ti por tu peso. Por favor, mamá, ve al gimnasio".
Rosa no esperaba escuchar eso. Se levantó en silencio de su silla y se encerró en su habitación, llorando. A la mañana siguiente, decidió que haría lo necesario para bajar de peso.
Durante el día, trabajaba en su pequeño negocio y por la noche, después de acostar a Juan, iba al gimnasio abierto las 24 horas en su vecindario. Apenas comía. En un momento dado, su cuerpo no pudo soportarlo y se desmayó.
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Ese día, Juan regresaba a casa de una excursión escolar de fin de semana. Observó cómo sus compañeros de clase abrazaban a sus padres y se preguntó dónde estaban los suyos.
"Juan, cariño", dijo una de las mamás. "Tu papá me pidió que te recogiera y te llevara al hospital", dijo.
"¿Hospital? ¿Por qué? ¿Quién está en el hospital?", preguntó.
"Tu mamá. Estaba en el gimnasio cuando se desmayó y una ambulancia la tuvo que llevar. Tu papá está con ella", explicó la mujer. "Vamos, te llevaré".
Juan lloró todo el viaje en auto. Se sentía realmente responsable porque era él quien le había insistido que fuera a un gimnasio y bajara de peso y ahora ella estaba en el hospital.
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Tan pronto como la vio con una vía intravenosa en la mano, comenzó a sollozar. "Lo siento mucho, mamá. ¿Por qué te desmayaste?".
"Quería ser la mamá más hermosa del mundo para ti, hijo", dijo su mamá débilmente. "No quiero que te avergüences de mí", lloró.
Juan negó con la cabeza. "Lo siento, mamá", sollozó. "No quería que te enfermaras. Por favor, perdóname por todo lo que dije. La madre más bella es la que está bien y saludable. Cuídate mucho y ponte bien. No quiero perderte", suplicó
Después de un par de días, Rosa fue dada de alta del hospital. Desde entonces, Juan ya no sentía vergüenza de que lo vieran a su lado. Volvió a irse con ella a la escuela y la presentaba a sus compañeros de clase con mucho orgullo.
Cada vez que se pedía a los niños que dibujaran a sus padres, Juan dibujaba a Rosa y la mostraba con seguridad. Se ganó el respeto de sus compañeros, y nunca más se burlaron de él por el peso de su madre.
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¿Qué podemos aprender de esta historia?
- Jamás debes avergonzarte de tus padres. Los amigos de Juan se burlaban de la madre de él por su peso y eso hizo que él se avergonzara y decidiera ocultarla de todos. Solo cuando estuvo cerca de perderla entendió que su valor no estaba relacionado con su apariencia.
- La aceptación y el respeto es la base de una verdadera amistad. Los compañeros de Juan se burlaban del peso de Rosa y el niño no supo entender en un principio que ellos no eran verdaderos amigos. Hay que rechazar tajantemente estos comportamientos.
Comparte esta historia con tus amigos. Podría alegrarles el día e inspirarlos.
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