Mis compañeros de clase compartían su comida conmigo en la escuela: visité a cada uno de ellos cuando me hice rico - Mi Historia
Héctor nunca olvidó la amabilidad de sus compañeros de clase que compartieron comida con él cuando era un niño. Entonces, cuando creció y se hizo rico, decidió encontrarlos y devolverles la amabilidad. Después de tanto tiempo, ¿tendría éxito?
Quizá has visitado uno de esos cafés acogedores, con hermosas luces elegantes y el delicioso aroma a todo tipo de horneados. Un lugar maravilloso, ¿cierto?
¿Alguna vez has notado al empleado solitario limpiando los pisos y las ventanas allí? Bueno, mi papá solía ser uno de ellos.
Imagen con fines ilustrativos | Foto: Pexels
Trabajaba en un pequeño café como limpiador, y sus ingresos eran escasos. Mi mamá era empleada doméstica, lo que tampoco le daba suficiente dinero. Así que tuve una infancia bastante pobre, aunque nunca me faltó el amor y apoyo de ellos.
Al principio, en casa podíamos hacer tres comidas al día y mamá me preparaba mi almuerzo escolar. Eso cambió después de que papá sufriera un derrame cerebral y ya no pudiera trabajar, por lo que mi madre se convirtió en el sostén de la familia.
Me sentía muy mal por la situación económica que estábamos viviendo, así que le dije a mamá que dejaría de ir a la escuela y conseguiría un trabajo hasta que papá se recuperara. Pero ella se negó.
"Si quieres ayudarnos", dijo, "no te rindas con la escuela. En este momento, eso es lo único que puede cambiar tu destino y posiblemente el nuestro".
Pero mi vida era muy diferente a la de mis compañeros; no disfrutaba de juguetes costosos, buenos zapatos y ropa nueva, y podía lidiar con eso. Lo que me afectaba era el hambre.
Imagen con fines ilustrativos | Foto: Pexels
Mientras todos almorzaban en la escuela, yo me sentaba en el patio de recreo, sufriendo los retorcijones del hambre. "¡Estoy bien!", me decía. "¡No tengo hambre!".
El salario de mamá por sí solo no era suficiente para cubrir los gastos de la casa y dejó de mandarme el almuerzo. Apenas hacíamos un desayuno ligero y una cena en familia.
Un día, salí de clase durante el almuerzo y fui a mi lugar habitual en el patio de recreo y vi una lonchera desatendida allí. "¡Delicioso!", decía una nota sobre ella.
Miré a mi alrededor, pensando que alguien la había dejado allí por accidente, pero no había ninguna persona visible. Tenía hambre, así que abrí la caja y dentro había un delicioso sándwich de atún y una galleta.
Estaba convencido de que estaba mal lo que quería hacer, pero igual escapé con el sándwich y la galleta, dejando atrás la lonchera vacía. Me escondí y comí todo rápidamente. No sé si era el hambre, pero me pareció que todo estaba delicioso.
Imagen con fines ilustrativos | Foto: Pexels
"Lo siento", dije en voz baja. Imaginaba al legítimo propietario de la lonchera decepcionado al verla vacía.
Al día siguiente, la lonchera estaba allí de nuevo, y así los días siguientes. Al principio no pude resistir la tentación, pero eventualmente reflexioné. Una voz en mi cabeza me repetía que eso no era correcto, así que dejé de comer lo que contenía.
Después de resistir por un par de días, toda mi clase me rodeó cuando estaba a punto de salir al patio de recreo.
"¿Qué pasa, chicos?", pregunté, confundido.
"Héctor, ¿por qué dejaste de comer de la lonchera?", me preguntó mi amigo Tom. "¡Todos guardan comida para ti!".
Imagen con fines ilustrativos | Foto: Pexels
"¿Ustedes dejaron la lonchera?", pregunté entre lágrimas. "¿Por qué?".
"No queríamos lastimarte", dijo mi compañera de clase, Sandra. "Sabemos que tienes hambre, y lloras y… le pedí a mi mami que me pusiera más comida para poder dártela".
"No queríamos decirte que te estábamos ayudando porque mami dijo que necesitábamos proteger tu dignidad. Yo no sé qué es la dignidad, pero mami siempre tiene la razón".
Eso fue… no sé cuántos años atrás. Escapé de la pobreza de alguna manera y me convertí en un exitoso hombre de negocios. Ahora tengo todo lo que nunca podría haber imaginado de niño, pero todavía faltaba algo.
En mi corazón, una voz me decía que tenía que devolver la amabilidad que me mostraron mis compañeros de clase. Así que decidí buscarlos.
Imagen con fines ilustrativos | Foto: Pexels
El señor Sánchez, mi secretario, fue de gran ayuda y me enteré de que algunos de mis antiguos compañeros vivían en la misma ciudad que yo. Otros se habían mudado a diferentes países, estados y ciudades, y no logré contactarlos.
Decidí invitar a los que encontré a una reunión en mi casa. Cuando me visitaron, todos compartieron sus historias y me di cuenta de cuánto dolor y sufrimiento había en sus vidas.
Algunos habían perdido a sus seres queridos, otros tenían dificultades para cubrir la educación de sus hijos y otros tenían francos problemas económicos. Así que decidí devolverles su amabilidad, ayudándolos.
Después de todo, gracias a su generosidad y empatía, mi oscuro mundo se iluminó. Ellos me hicieron sentir que la vida no era tan mala y que la amistad verdadera era invalorable.
También descubrí otra cosa. Mientras disfrutábamos de la barbacoa ese día compartiendo nuestras historias, me di cuenta de algo. El dolor, las miserias y los desafíos, todo forma parte de la vida. Te hacen más fuerte y sin ellos no podrás sentir la verdadera felicidad.
Imagen con fines ilustrativos | Foto: Pexels
¿Qué piensan de eso? No es que quiera que pasen cosas malas, pero ¿podemos ser felices si nunca hemos sabido cómo se siente la tristeza? ¿Disfrutamos más los alimentos si hemos sentido verdadera hambre? ¿Estás de acuerdo con que los altibajos le añaden valor a la vida?
Comparte esta historia con tus amigos. Podría alegrarles el día e inspirarlos.
Te puede interesar: Anciana divide herencia entre dos hijos: el consentido recibe 1 centavo mientras que el rebelde obtiene $2 millones - Historia del día
Este relato está inspirado en la vida cotidiana de nuestros lectores y ha sido escrito por un redactor profesional. Cualquier parecido con nombres o ubicaciones reales es pura coincidencia. Todas las imágenes mostradas son exclusivamente de carácter ilustrativo. Comparte tu historia con nosotros, podría cambiar la vida de alguien. Si deseas compartir tu historia, envíala a info@amomama.com.