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Policía entrando a una casa. | Foto: Getty Images
Policía entrando a una casa. | Foto: Getty Images

Policía visita a mujer como advertencia por multas impagas: se sorprende al ver a mamá que creía muerta - Historia del día

Georgimar Coronil
19 ene 2023
15:00

Una mujer abandonó a su familia cuando su hijo era pequeño, pero el karma le dio una horrible lección a cambio. Tiempo después, su hijo apareció en la puerta de su casa y le reveló algo que ella nunca había imaginado.

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"¡No puedes irte, Mara! Tenemos un hijo. ¿Qué pasa con Ilan?", gritó Ernesto, el marido de Mara, cuando ella entró al salón con su maleta. Su hijo tenía tres años, pero ella ya no podía estar allí. Estaba enamorada de otro, de Arturo, y quería marcharse.

"Me marcho. Ya no te quiero y… Ilan estará bien. Eres un buen padre", dijo Mara, conteniendo las lágrimas como podía. Quería irse, pero pensar en su hijo se lo ponía más difícil. Ernesto la había presionado para tener un bebé, y desde que Ilan nació había estado deprimida. Hasta que conoció a Arturo.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

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"Por favor, Mara", suplicó Ernesto, casi poniéndose de rodillas.

"¡No! ¡Me voy! ¡Adiós!", dijo finalmente, dando un manotazo en el aire, y salió de casa.

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Dos años más tarde, ella y su rico nuevo marido Arturo tuvieron un terrible accidente mientras conducían por una carretera lluviosa después de una bonita escapada a una cabaña. Ella tuvo que ser operada de urgencia y los médicos les dijeron que podría quedar paralítica para el resto de su vida. Tenían razón.

Cuando Mara despertó de la operación, encontró una nota de Arturo en la mesilla de noche junto a su cama del hospital. “Lo siento… No puedo hacerlo… Buena suerte", decía, y le rompió el corazón.

Sabía que era su karma. Se lo merecía. Desde el momento en que abandonó a Ilan, supo que el universo la castigaría tarde o temprano. Aun así, estaba muy enamorada, y era demasiado egoísta y tonta para que le importara.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

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Estar tumbada en aquella cama de hospital, sola, con el sonido de las máquinas y el fuerte olor a desinfectante en el aire, la hizo volver a la realidad. Nunca debió abandonar a su verdadera familia por una aventura.

Lo único bueno que salió de su segundo matrimonio fue la casa que Arturo dejó enteramente a su nombre.

“Al menos, se siente un poco culpable por haber abandonado a su esposa paralítica”, pensó Mara. Pero tenía que estar agradecida. Después de todo, no era una indigente.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

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***

"No, Mara. Nos abandonaste", dijo Ernesto por teléfono, y ella casi podía oír cómo le temblaba la voz. "Han pasado dos años".

"Lo sé. Pero me arrepiento tanto de todo", aseguró Mara desde su sitio en la silla de ruedas, cerca del sofá del salón. "Quiero ver a mi hijo".

"Ilan cree que moriste hace años. Ahora tiene cinco, así que entiende lo que eso significa. Desapareciste de nuestras vidas, y lucharé contra ti si intentas llevarme a los tribunales. Tengo todas las pruebas de que me engañaste y no le has visto ni llamado en dos años", amenazó Ernesto, cada vez más enfadado.

"Por favor", suplicó ella una vez más. No pensaba pelear nada en los tribunales, aunque el divorcio de su exmarido le había dejado mucho dinero.

"¡No!", dijo y colgó el teléfono de golpe.

Mara suspiró y miró al vacío de su casa. "Este es mi karma… todo. Me lo merezco", se dijo Mara y lloró en silencio durante unas horas. Pero el universo sería un poco más indulgente de lo que ella imaginaba. Solo tenía que ser paciente.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

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***

Veintidós años después…

"Señora, ¿es usted la señora Flores?", preguntó el policía en la puerta de Mara.

La mujer mayor asintió, confusa. Solamente salía de casa para ir al médico de vez en cuando. Le gustaba salir porque se había comprado un todoterreno exclusivo diseñado para que los paralíticos pudieran seguir conduciendo y ser independientes. Sin embargo, le costaba subirse a él y algunos estacionamientos eran difíciles de manejar, así que evitaba la mayoría de las salidas. Además, no tenía amigos, así que salir no tenía mucho sentido.

"Sí, soy yo, agente. ¿Qué ocurre?", preguntó Mara, acercándose un poco más a la puerta.

"Señora, estoy aquí porque tiene algunas multas pendientes. Hace años que no paga algunas y, bueno, me han enviado para comprobar por qué", explicó el agente, mirando su bloc de notas y frunciendo el ceño. "Pero, ¿conduce usted?".

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

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"Sí, sé conducir. Pero es raro. No recuerdo que me hayan multado nunca. Soy discapacitada desde hace más de 20 años. Uso mi todoterreno especial y estaciono en los puestos para minusválidos", explicó Mara, señalando su auto en la entrada.

"Hmmm", murmuró el policía. “¿Le importa si echo un vistazo?”.

"Adelante", respondió ella.

El policía miró alrededor del vehículo. "¿Dónde está la pegatina de minusválido?".

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

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"¿Pegatina?".

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"La señal indica que usted es discapacitada y puede utilizar el estacionamiento para minusválidos", continuó el policía.

"Ah, ¿no está ahí?", respondió Mara, frunciendo los labios e intentando recordar.

"Ese podría haber sido el problema, señora. Si un agente no ve la señal o la pegatina, tiene que multarla por ello", explicó. "Tendrá que pagar. Hay varios números a los que puede llamar o hacerlo por Internet. Necesitará una nueva pegatina de minusválido para que esto no pase más".

"Dios mío, no tenía ni idea de que tenía multas pendientes. Pagaré enseguida y me darán una pegatina nueva. Lo siento mucho, agente", se disculpó Mara.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

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"No pasa nada, señora. El departamento ha estado tomando medidas enérgicas contra estos casos, así que tenía que venir. Que tenga un buen día".

"Espere, ¿cómo se llama?".

"Oficial Martínez", respondió el hombre, sonriendo. "O Ilan, si lo prefiere".

"¿Su… nombre es…Ilan…Martínez?". Mara tartamudeó totalmente sorprendida.

"Sí", dijo Ilan, confundido por la expresión de la mujer mayor. Se sorprendió aún más cuando ella empezó a sollozar. "Sra. Flores, ¿qué ocurre? ¿Se encuentra bien? ¿Debo llamar al 911?".

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

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De repente, la mujer en silla de ruedas metió la mano en el bolsillo y sacó una fotografía. "Ilan", dijo en voz baja, y el policía se acercó solo para ver una foto en la que aparecía su padre de joven con una mujer tumbada en una cama de hospital con un bebé en brazos.

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"¿Cómo? ¿Qué?", empezó, pero dejó de hablar porque su corazón pareció dejar de latir.

"Ilan, este es tu padre, ¿verdad? ¿Ernesto? Yo soy tu… madre", dijo Mara, los sollozos disminuyeron para que le salieran las palabras.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

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"Eso es imposible. Papá me dijo que mamá murió hace años", dijo Ilan por fin y se llevó las manos a la frente, asombrado. "¿Qué pasó?".

"Es una larga historia", respondió Mara, bajando la mirada. "¿Quieres pasar?".

Ilan miró a su alrededor y pensó qué hacer. ¿Debería hablar primero con su padre? ¿Debería huir? Al final entró. No era un cobarde.

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Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

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***

Cuando Mara terminó su relato, Ilan estaba perplejo.

"Todo fue culpa mía", dijo la mujer mayor. "Me lo merecía".

"Pero papá debería haberme dado la oportunidad de elegir lo que quería", murmuró Ilan, enfadado y con el corazón roto porque su padre lo había alejado de su madre.

"Tu papá hizo lo que creyó mejor. Le hice mucho daño y te abandoné. Puedo entender por qué te mintió, aunque yo le rogara tanto que me dejara verte a lo largo de los años".

"Aun así, ya te castigó bastante, y ahora, estás aquí sola en una silla de ruedas. Es demasiado", continuó.

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Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

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"Para ser justos, nunca le conté a tu padre esa parte. No sabe que soy discapacitada", añadió Mara de repente, ladeando la cabeza. "Por cierto, ¿cómo está?".

"Está… Jesús, ahora está en una mala situación", dijo Ilan.

Mara arqueó las cejas. "¿Por qué?".

Ilan le explicó que Ernesto necesitaba una operación urgente, lo que los endeudaría mucho. No tenían demasiados ahorros, e Ilan hacía horas extras para intentar ayudar. Pero su padre también era un hombre orgulloso y rechazó cualquier ayuda financiera.

"Yo tengo dinero. Por favor, déjame ayudar", dijo Mara sin pensarlo.

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Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

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"¿Qué? No", Ilan sacudió la cabeza y se burló.

"Por favor. Tengo que hacer algo. Nunca pagué la manutención. Nunca ayudé a criarte. Tengo que ayudar de alguna manera, y lo único bueno que tengo para ofrecer es mucho dinero. ¡Por favor! ¡Por favor!".

Mara tuvo que suplicar durante unos minutos más antes de que Ilan finalmente dijera que sí.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

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***

Ernesto fue operado, y cuando le dieron el alta, su hijo le contó que había conocido a Mara por casualidad y que ella había pagado todo.

"¡No deberías haber aceptado ese dinero!", gruñó Ernesto.

"No deberías haber mentido sobre su muerte", respondió Ilan. "Conocerla debería haber sido mi elección en algún momento".

"Nos hizo mucho daño", continuó su padre, con lágrimas en los ojos.

"Lo sé. Pero siempre hay que dar segundas oportunidades a la gente, sobre todo si son personas de la familia, papá. La vida ya la castigó bastante, y ahora quiero una relación con ella. Está en silla de ruedas. ¿Lo sabías? ¿Sabías que su segundo marido la dejó por eso? El karma la alcanzó. Es hora de seguir adelante", dijo Ilan, y Ernesto cedió.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

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No tenía ni idea de que Mara había sufrido tanto. Pensaba que llevaba una vida lujosa y sin preocupaciones, y le había guardado rencor por ello todos estos años. Con lo único que podía superarla era con su hijo.

Pero una vez que cedió, ambos fueron a verla, lo que permitió a la mujer mayor disculparse por lo que habían hecho. Ernesto también se disculpó por haber mentido a su hijo, y acordaron ser cordiales el uno con el otro para que Ilan pudiera formar parte de la vida de ambos.

El dolor y el resentimiento por su pasado eran demasiado grandes para que Ernesto y Mara pensaran el uno en el otro como familia. Pero Ilan quería a sus dos padres, aunque su madre hubiera estado ausente por muchos motivos. Ilan cuidó de ambos mientras Ernesto se recuperaba de su operación y Mara necesitaba más ayuda debido a su edad. No era una familia perfecta, pero era su familia.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels

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¿Qué podemos aprender de esta historia?

  • Es importante dar a la gente una segunda oportunidad y dejar que enmienden sus errores: La gente siempre comete errores. Debes darles la oportunidad de expiarlos si son sinceros.

  • Mentir a tus hijos nunca es una buena idea: Ernesto mintió a Ilan sobre la muerte de su madre, y él creció echándola de menos toda su vida cuando ella vivía en la misma ciudad.

Comparte esta historia con tus amigos. Podría alegrarles el día e inspirarlos.

Este relato está inspirado en la vida cotidiana de nuestros lectores y ha sido escrito por un redactor profesional. Cualquier parecido con nombres o ubicaciones reales es pura coincidencia. Todas las imágenes mostradas son exclusivamente de carácter ilustrativo. Comparte tu historia con nosotros, podría cambiar la vida de alguien. Si deseas compartir tu historia, envíala a info@amomama.com.

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