Mesera atiende a jubilado gruñón durante años: un día él le deja las llaves de su casa como propina - Historia del día
Una camarera tuvo que atender durante años a un cliente anciano y gruñón porque nadie más quería hacerlo. Sin embargo, un día el hombre le dejó su llave y una nota a la mujer.
"Jessie, ya que eres la chica nueva por aquí tendrás que ocuparte la mesa 13", le dijo su compañero de trabajo, Mark, mientras se colocaba el delantal para su primer día como camarera en un restaurante.
Sin embargo, cuando Jessie se dirigió hacia la mesa 13, vio a un hombre mayor encorvado en su silla mirando el menú.
Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels
"Es solo un anciano", dijo Jessie, desconcertada. "¿Qué tiene de malo?".
"Oh, cariño. Es terrible. Así que prepárate. A nadie de aquí le gusta servirle", respondió Mark.
"Puedo con todo", continuó Jessie, segura de sí misma.
Pero se equivocaba al descartar las palabras de Mark así como así. El hombre de la mesa, el señor Nolan, era un cliente difícil.
"¿Quién es usted?", preguntó cuando ella se acercó con una sonrisa.
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"Soy Jessie. ¿Qué va a tomar hoy?", respondió manteniendo una sonrisa.
"Siempre tomo lo mismo, y ustedes me lo preguntan todo el tiempo. Té helado. Pero no demasiado frío ni demasiado dulce. Dos gajos de limón y una pajilla", murmuró el hombre casi enfadado.
"Perfecto. ¿Y sabe lo que va a almorzar?".
"Todavía no. Vete y tráeme mi té helado!", exigió.
Las cejas de Jessie se levantaron de impresión, pero se alejó y ordenó el té helado. A pesar de haber hecho un pedido relativamente sencillo, el hombre se quejó. Al principio, estaba demasiado dulce, y luego demasiado frío. Las rodajas de limón no tenían suficiente zumo. Su pajilla era endeble porque ahora era de papel.
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"Ahora solo tenemos pajillas de papel", dijo Jessie, intentando no perder los nervios por el cuarto vaso que había preparado.
"Qué generación tan frágil y estúpida. Bien, quiero lasaña", dijo el hombre y le lanzó el menú al pecho. Jessie tenía una sonrisa permanente en la cara. No iba a dejar que aquel sujeto le amargara el primer día. Pero la lasaña tenía todo tipo de defectos.
De hecho, su pedido tomó tanto tiempo que ella le sirvió como a seis familias más antes de que él finalmente terminara. Al menos dejó propina.
"Debería haber escuchado", le dijo Jessie a Mark al final del día.
"Sí. Lo sentimos. Pero alguien tiene que ocuparse de él", se rio.
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Sin embargo, Jessie no dejaría que un cliente la hundiera. Lo hacía por sus hijos. Tenía cinco en casa, y su marido trabajaba horas extras para mantenerlos. Pero no era suficiente, así que por fin había vuelto a la vida laboral, intentando hacer algo mejor por ellos. Por suerte, su madre se ofreció para ayudarla a cuidar de sus hijos más pequeños mientras ella trabajaba.
Sin embargo, Jessie llegaba a casa por la noche agotada y casi no pasaba tiempo con sus chicos. Mientras se dormía, se prometía a sí misma que mañana lo haría mejor y jugaría con sus niños.
Por desgracia, eso no ocurría. Porque cada día era más complicado y difícil con su cliente gruñón. Ser camarera era más difícil ahora que cuando era más joven, pero al menos las propinas eran buenas.
***
Durante años, atendió al viejo y gruñón señor Nolan, y tenía una forma de tratar con él que impresionaba al resto del personal.
Era más paciente e incluso aprendió un poco sobre su vida. Era como un niño durante una rabieta la mayor parte del tiempo, pero a veces, era casi agradable y le preguntaba por su vida. Y por mucho que se quejara, siempre dejaba un 15% de propina, así que al menos eso estaba bien.
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Sin embargo, un día no había dinero en la mesa. Normalmente, pagaba y dejaba algunos billetes de más, pero ese día Jessie encontró una llave y una nota.
"Querida Jessie, gracias por aguantar a este viejo gruñón durante tanto tiempo. Ahora voy a un centro especial para enfermos terminales, así que no volveré. Esta es la llave de mi casa. Es tuya. Te dejaré la tarjeta de mi abogado para que puedas arreglar todo oficialmente. Adiós, querida. P.D: Mi té estaba demasiado dulce, pero no me quejé. ¿Lo ves? Ya llega mi hora", leyó Jessie en voz alta y se quedó de piedra.
No se lo podía creer. Había dejado su llave, la dirección de su casa y la tarjeta de su abogado para que pudiera ponerse en contacto con él. Pero eso era imposible. ¿Por qué iba a dejar su casa a una completa desconocida? se preguntaba Jessie. Sé que tiene familia.
Así que se puso en contacto con el abogado y le preguntó por ese centro de cuidados paliativos, para poder visitarlo y obtener algunas respuestas. Una vez allí, vio lo delgado que se había puesto el Sr. Nolan. Ella no lo había notado tan bien en el restaurante, pero era evidente.
El viejo gruñón le repitió lo que había escrito en la nota y le dijo que era real.
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"¿Pero por qué? ¿Y sus hijos?", preguntó Jessie.
"Mis hijos me odian. Hace muchos años que no los veo ni sé nada de ellos. Fui un gruñón con todos en mi vida desde que tengo memoria, y la única persona que alguna vez me trató con una gran sonrisa fuiste tú. Así que quédate con esa casa para tu gran familia. Es enorme. Está hecha para gente como tú, que puede tener paciencia con las cosas viejas", djio y Jessie rompió a llorar.
No tenía ni idea de cuándo había empezado a gustarle la presencia del Sr. Nolan, pero la idea de no volver a verle era demasiado. O tal vez, simplemente odiaba que se estuviera muriendo solo. Así que, ese fin de semana, Jessie llevó a sus hijos a conocerlo y, por primera vez en años, vio sonreír al anciano. Eso valía más que mil propinas.
El Sr. Nolan murió unas semanas después, y Jessie heredó oficialmente la casa. Su abogado dijo que su familia no quería nada, así que al final todo su patrimonio pasó a ella. No había mucho más aparte de la hermosa casa, pero era algo enorme para su gran familia.
Sus hijos estaban encantados porque ahora tenían sus propias habitaciones, y Jessie y su marido habían obtenido ascensos en el trabajo, lo que significaba que su situación financiera era un poco mejor. Tenían muchas cosas por las que estar agradecidos, así que hacían voluntariado tan a menudo como podían en un centro de cuidados de la tercera edad en honor del señor Nolan.
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Y Jessie siempre prestaba atención a los ancianos con peores actitudes. Ella sabía que eran gruñones por una razón, y le recordaban al hombre que cambió su vida.
¿Qué podemos aprender de esta historia?
- Las personas mayores necesitan tanta paciencia como los niños: Como madre de cinco hijos, Jessie era la única empleada del restaurante que trataba bien al señor Nolan porque él mismo era como un niño.
- Ser amable puede dar resultados sorprendentes: Jessie atendió con amabilidad a un anciano gruñón, y él se lo devolvió con su gran casa.
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Este relato está inspirado en la vida cotidiana de nuestros lectores y ha sido escrito por un redactor profesional. Cualquier parecido con nombres o ubicaciones reales es pura coincidencia. Todas las imágenes mostradas son exclusivamente de carácter ilustrativo. Comparte tu historia con nosotros, podría cambiar la vida de alguien. Si deseas compartir tu historia, envíala a info@amomama.com.