Mesera es despedida por ayudar a un anciano empapado por la lluvia, luego se convierte en heredera de su propiedad - Historia del día
Una mesera fue despedida de su único trabajo por haber ayudado a un hombre mayor que estaba empapado por la lluvia. Un día, su amabilidad se vio recompensada.
Aria estaba ocupada atendiendo a los clientes cuando oyó la lluvia. La gente de fuera corrió a refugiarse y un hombre mayor, empapado hasta los huesos, entró en el restaurante.
"Señor, por aquí, por favor", le dijo a Franklin, de 75 años, y le indicó dónde sentarse. Aunque Aria se desvivió por él, los demás comensales se quejaron al ver entrar a Franklin. Pensaban que era un vagabundo.
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La mesera vio cómo los clientes fruncían el ceño y se tapaban la nariz al ver entrar a Franklin. Sintió lástima por él y lo detuvo de inmediato, diciéndole suavemente que entrara en la cocina por la puerta trasera.
"Señor, acaban de fregar el suelo, ¿le importaría entrar por la otra salida que tenemos en la cocina?".
"Sí, claro, señorita".
En cuanto Franklin llegó a la cocina, Aria le dio una toalla para que se secara. Luego, le ofreció un tazón de sopa caliente y una manta vieja para combatir el frío.
"Muchas gracias, señorita", dijo Franklin.
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"De nada, señor. ¿Puedo traerle algo más?".
"No, señorita, gracias. Debe de haber dejado de llover. Se me hace tarde. Gracias de nuevo".
Cuando Franklin salió de la cocina, el jefe de Aria irrumpió furioso. Un cliente se había quejado por la presencia del hombre.
"¿Cómo te atreves a dejar entrar a un mendigo en la cocina?", gritó mientras el resto del personal se agolpaba a su alrededor, mirando fijamente a Aria.
"Lo siento, señor. Pero el pobre hombre estaba empapado e indefenso".
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"¿Cree que esto es una especie de refugio para mendigos?".
Aria se quedó sin palabras e indefensa. Y lo peor de todo es que nadie intervino para ponerse de su lado.
"¡ESTÁS DESPEDIDA! Ahora sal de mi restaurante".
"Señor, por favor, no haga esto. Necesito este trabajo. Tengo una madre enferma en casa y tengo que comprarle medicinas".
"Deberías haberlo pensado antes de dejar entrar a ese vagabundo. Vete y no vuelvas".
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Desconsolada, Aria salió corriendo del restaurante porque no podía soportar la humillación a la que se enfrentaba. Nadie apreciaba su amabilidad, y eso le dolía aún más. Salió llorando del restaurante cuando Franklin la detuvo de repente.
"Señorita, lo he oído todo. Pero no esté triste. Tal vez esto sucedió por una razón".
Franklin consoló a Aria y le hizo una oferta increíble por su amabilidad.
"Pensaba que la gente se había olvidado de ser amable con los demás", empezó Franklin.
"Pero lo que ha ocurrido hoy hace unos momentos me ha hecho cambiar de opinión. Me sorprende su compasión, señorita. Siento mucho que haya perdido su trabajo por mi culpa. Pero tengo una oferta aún mejor: ¿le importaría ser mi cuidadora?".
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Resultó que Franklin era un hombre de negocios que dirigía un hotel de cinco estrellas. Había visitado la ciudad para reunirse con un cliente y le habían robado de camino al hotel. No tenía dinero para llamar a un taxi y empezó a llover a cántaros. Fue entonces cuando entró en el restaurante para esperar a que lloviera y se encontró con Aria.
"Señorita, ¿qué me dice? ¿Quiere venir a vivir conmigo? No tengo a nadie en casa. Mi mujer murió hace tiempo. No tengo hijos. Quizá podría cuidarme como a un padre".
Tras una semana de profundas reflexiones, Aria aceptó. No tenía otra opción porque necesitaba dinero para cuidar de su madre.
Aria se fue a vivir con Franklin y cuidó muy bien de él. Pasaron varios meses y la felicidad volvió a florecer en la vida de Aria. Ya no tenía que trabajar tanto ni hacer horas extras como en el restaurante. Franklin la quería como a su propia hija y nunca la consideró su enfermera. Pronto, toda esa alegría se vino abajo cuando encontró a Franklin muerto en su cama. Había fallecido mientras dormía.
"¿Qué haré ahora? Me cuidaste como a tu hija. ¿Qué haré sin ti?". Aria lloró en el funeral de Franklin. No asistió nadie más que sus socios y amigos. El difunto Franklin no tenía parientes, así que Aria se ocupó de todo como su hija.
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Después de que Franklin fuera enterrado, Aria hizo las maletas y se dispuso a abandonar la mansión cuando sonó el teléfono fijo. Aria no sabía que esa llamada cambiaría su vida para siempre.
"¿Es la señorita Aria?".
"Hola, sí, ¿en qué puedo ayudarle?".
"Buenos días, señorita. Soy Carlos, el abogado del Sr. Franklin. Necesito que venga a mi oficina... es importante. Por favor, tome nota de mi dirección".
Más tarde ese día, Aria se reunió con el abogado que leyó el testamento del difunto Franklin. Se quedó sin palabras cuando supo que era la única heredera de los bienes de su difunto jefe. El hombre le había legado todo, hasta su último centavo, a Aria. Lágrimas de alegría y gratitud inundaron los ojos de la chica cuando el abogado le entregó la última carta de Franklin.
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"Querida, me sentía solo, sin otro propósito en la vida que atesorar riquezas. Pero después de tu llegada, nunca me sentí solo, y me trataste como a tu padre. Me diste la familia que nunca tuve. Espero que tú y tu madre vivan felices".
Aria, una antigua camarera despedida de su trabajo por ser amable, era ahora la jefa de un lujoso hotel de cinco estrellas de la ciudad. A pesar de su nueva riqueza, Aria siempre fue amable con los demás.
¿Qué podemos aprender de esta historia?
- Un pequeño acto de bondad puede cambiar el mundo: Aria, una camarera pobre, fue despedida por ser amable con un hombre mayor empapado por la lluvia. Pero su compasión cambió su vida cuando menos se lo esperaba.
- Nunca menosprecies a nadie ni lo juzgues por su apariencia: Cuando Franklin entró en el restaurante, los comensales se enfurecieron, pensando que era un vagabundo. Más tarde, el jefe de Aria la despidió por dejar entrar a Franklin en la cocina. Despreciaron al hombre mayor en lugar de compadecerse de su desamparo bajo la lluvia.
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