Médicos cancelan operación que salvaría la vida de un hombre - Cirujano se inclina sobre él y empieza a rezar hasta que se siente mejor
Un día, cuando un cirujano de alto nivel entró en el quirófano, le dijeron que el estado de su paciente era inestable y que la operación no podía realizarse. Habiendo agotado la ciencia médica, el cirujano pidió permiso y se inclinó sobre el paciente en oración. Lo que ocurrió a continuación desconcertó a todo el mundo.
El Dr. Michael Haglund era un reputado cirujano cervical de la Universidad de Duke que ayudó a salvar muchas vidas preciosas en Carolina del Norte. Por sus conocimientos médicos y sus años de experiencia, era considerado uno de los mejores cirujanos de los Estados Unidos. Pero esa no era su única distinción.
También lo apodaban el “médico que reza”, algo que lo llenaba de orgullo y satisfacción. A lo largo de su carrera médica, había visto cómo se producían múltiples milagros ante sus ojos, sobre todo en situaciones en las que la esperanza parecía algo descabellado.
Dr. Michael Haglund | Foto: YouTube.com/The 700 Club
Un paciente en estado crítico
Como persona de fe, Haglund siempre se apoyaba en Dios cuando se enfrentaba a circunstancias desesperadas y aparentemente imposibles en el quirófano. Él compartió uno de esos testimonios en el que había tenido que tratar con un paciente cuyo estado era muy crítico.
El Dr. Haglund nunca olvidó aquel incidente, pues había sido el momento en que había sido testigo del poder milagroso de la curación y la oración.
Cuando el Dr. Haglund entró en el quirófano en aquel entonces, el anestesista le dijo que la operación tendría que cancelarse. Le explicó al médico que la presión arterial del paciente era de 220/120, y no lo podían anestesiar con una presión arterial tan alta.
Rezó una oración por el paciente
En ese momento, el Dr. Haglund supo que no había forma de mejorar médicamente el estado del paciente, pero aún había algo que podía hacer. Sin perder más tiempo, se dirigió al anestesista y le dijo: “Bueno, al menos déjenme rezar por él antes de que la cancelen”.
Tras pedir permiso, el cirujano de la Universidad de Duke se inclinó sobre el paciente, cerró los ojos y empezó a rezar. Poco después, se produjo un milagro que desconcertó a todos los presentes en el quirófano.
El Dr. Haglund dijo que la tensión arterial del paciente había bajado de 220 a 170, y su estado se había estabilizado. Él relató:
“Lo operamos, le fue genial; desapareció el dolor y volvió al trabajo en dos semanas”.
Una visita inesperada
Seis semanas después, el Dr. Haglund quedó atónito cuando volvió a encontrarse con el mismo paciente, que había ido a visitarlo. Lo que supo en aquel entonces conmovió su corazón y reforzó su creencia. Él recordó su conversación con el paciente con estas palabras:
“Me dijo: ‘¿Recuerda la oración que rezó por mí? Y yo: ‘Sí’. Él: ‘Algo cambió. Algo es diferente’”.
Poco después, los dos hombres rezaron juntos en la clínica y estrecharon lazos sobre su fe compartida en Jesucristo y el testimonio de Dios. El Dr. Haglund dijo que el incidente le había dejado una impresión duradera y le había abierto los ojos al poder sanador de la oración.
Testigo del poder curativo de la oración por primera vez
Durante más de tres décadas, el Dr. Haglund había servido a la gente como médico. Sin embargo, todavía podía recordar el día en que él y su esposa habían decidido dedicar sus vidas a Cristo, y había experimentado el milagro de la oración por primera vez mientras estaba de servicio en un hospital de Seattle, Estados Unidos.
Un niño de 10 años había llegado al centro médico tras sufrir una grave lesión cerebral por un accidente de snowboard. El niño estaba en coma, y su estado crítico preocupaba a todos, incluido el Dr. Haglund. Su mente no dejaba de maquinar, con la esperanza de encontrar algo que pudiera ayudar al niño.
Mientras se acostaba, el Dr. Haglund recordó que no podía dormir y que había escuchado una voz que lo dirigía al niño. Poco después, entró en la Unidad de Cuidados Intensivos, le impuso las manos y empezó a rezar. A los pocos minutos, el pequeño despertó del coma. Ese fue un momento de pura alegría y alivio para el Dr. Haglund.
Una persona cambiada
Alborozado, el cirujano de Carolina del Norte corrió directamente a ver al padre del niño, un pastor asociado de una iglesia de Seattle, y le comunicó la buena noticia. Pero quedó atónito al ver que no era el único que había estado rezando por el pequeño, porque otras 30 personas habían hecho lo mismo.
El Dr. Haglund nunca olvidó aquel incidente, pues había sido el momento en que había sido testigo del poder milagroso de la curación y la oración. Algo cambió en su interior aquel día, como él mismo expresó: “A partir de entonces, era como si buscara oportunidades en las que Dios hacía su movida”.
Sacar fuerzas de la oración y confiar en Dios mostraba al Dr. Haglund un camino, incluso en las circunstancias más difíciles. Se sentía una persona cambiada y ayudaba a otros a experimentar el mismo poder de sanación espiritual.
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