Cirujano rico queda atónito al encontrar un tatuaje con la cara de su hija en el brazo de un indigente - Historia del día
Un exitoso cirujano, que siempre se había esforzado en dar a su hija lo mejor, queda atónito al ver su cara tatuada en el brazo de un vagabundo. Cuando le pregunta al hombre al respecto, aprende una lección que nunca olvidaría.
Josefina nunca había odiado a su padre, un famoso cirujano de 56 años, pero aquel día sentía algo muy parecido. Ben había invitado a cenar al médico jefe, a su mujer y a su hijo, y sus intenciones eran evidentes.
Ben era viudo y había criado solo a Josefina tras fallecer su mujer. Siempre había dado lo mejor a su hija y ahora quería encontrarle una pareja adecuada, alguien de buena posición socioeconómica y que pudiera darle una buena vida.
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Pero Josefina no pensaba lo mismo. Lo último que quería era que su padre eligiera a su prometido. Por eso, cuando Ben le habló de los planes de la cena e insistió en su presencia, se puso furiosa…
"Cómprate un conjunto precioso, cariño. Derek y su familia vienen esta noche, y quiero que luzcas preciosa", le dijo mientras dejaba la tarjeta de crédito sobre la mesilla.
"¡Tengo mucha ropa, papá!", espetó Josefina, con los ojos pegados al teléfono. "Además, no necesito tu dinero".
"Quiero que mi hija luzca lo mejor posible esta noche", dijo Ben, sonriendo. "¡Vamos, que la hija de un cirujano famoso salga vestida como un bicho raro no está bien!".
Josefina puso los ojos en blanco y miró a su padre. "¿Por qué te comportas así solo porque tres personas viene a cenar? ¿No te parece un poco excesivo, papá?".
"Bueno, es cuestión de tiempo para que nos hagamos cercanos", bromeó Ben. "¡No seas tan aguafiestas! Vamos, cómprate un vestido precioso, ¿sí?", añadió, palmeando la tarjeta de crédito.
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Josefina no compró el vestido, ni contestó al timbre más tarde ese mismo día, cuando Derek y su familia llegaron a su casa.
"Cariño, ¿puedes abrir la puerta?", pidió Ben.
No obtuvo respuesta.
"¿Josefina?", volvió a llamar.
No hubo respuesta.
Finalmente, Ben abrió la puerta y tuvo que disculparse por hacer esperar a los invitados. "Supongo que no ha escuchado el timbre. No tardará en llegar. Iré a ver cómo está", dijo mientras subía las escaleras hacia la habitación de Josefina.
Ben llamó a su puerta. "¿Estás lista, cariño?", preguntó en voz baja. "Ya han llegado todos".
No hubo respuesta.
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Ben giró el pomo de la puerta, pero estaba cerrada por dentro. No podía gritarle a Josefina que abriera porque los invitados esperaban abajo. La llamó por teléfono, pero no contestó.
"¿Qué pasa, Josefina? Abre la maldita puerta!", le envió un mensaje, paseándose nervioso ante su puerta. Segundos después, su teléfono emitió un pitido de respuesta.
"Bajaré en diez minutos, papá. Por favor, cálmate y deja de golpear mi puerta".
Minutos después, Josefina apareció en el salón, y Ben se sobresaltó. Llevaba un top y unos vaqueros rotos y holgados, algo que uno nunca se pondría para cenar con completos desconocidos. Derek y su familia estaban atónitos.
"Discúlpennos. Enseguida volvemos", dijo Ben, ocultando su vergüenza mientras la llevaba a un lado.
"¿Qué demonios te pasa, Josefina? ¿Por qué vas vestida así?", le preguntó enfadado.
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"¡Puedo vestirme como quiera, papá!", replicó ella. "¡Deja de controlar mi vida! Ya sé por qué has invitado a tu supuesto amigo. No te preocupes, no voy a arruinar tus planes para cenar. Pero no voy a actuar como si estuviera feliz. Odio lo que estás haciendo".
Durante toda la cena, Ben insistió en que Derek y Josefina eran una pareja fantástica, una pareja perfecta. Pero su hija estaba cansada de la conversación incómoda, así que se levantó bruscamente y se marchó cuando la cena estaba a punto de terminar, diciendo que tenía otros planes.
Ben nunca se había sentido tan humillado. No podía creer que su hija se hubiera marchado sin siquiera despedirse de los invitados. No se acostó aquella noche hasta que Josefina regresó a casa.
"Por el amor de Dios, ¿dónde has estado, Josefina? Es más de medianoche!", frunció el ceño cuando ella entró.
"¡No te pongas así, papá!", espetó ella. "Estaba en un refugio. Tenía un evento esta noche. Aun así hice tiempo para tu estúpida cena".
"¿Estabas en ese albergue para indigentes? ¿OTRA VEZ?".
"¡Papá, para!", gritó. "¡No soy una niña! Tengo 24 años y no necesito tu permiso para salir o quedar con alguien".
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"¡El agua y el aceite no se mezclan, cariño! ¡Invité a la familia de Derek porque quiero que te cases con alguien que te haga feliz y no quiera que lo mantengas! Dime que no vas a salir con un vago".
"¡Vaya!", suspiró Josefina. "Papá, ¿sabes qué? ¡El dinero no es lo único que importa! ¡Así que dejemos esta conversación aquí mismo! En serio, ¡tienes problemas!", siseó mientras desaparecía hacia su habitación.
A partir de entonces, las cosas no hicieron más que empeorar para Ben y Josefina. La noche siguiente, él esperó a que ella volviera a casa y se paseó ansiosamente frente a la ventana del salón, que daba a la calle principal.
Todas las noches veía a Josefina volver a casa desde allí. Aquel día, sin embargo, no llegó hasta las dos de la madrugada. En cuanto entró, Ben empezó a preguntarle por qué llegaba tarde, y ella perdió la calma.
Le dijo que estaba de voluntaria en el albergue de los indigentes y que luego había tenido una cita con su novio. "Y papá, es el mejor chico que he conocido. No tiene mucho dinero, ¡pero tiene un corazón de oro! Y antes de que empieces a decirme que no me merece y todo eso, me voy a mi habitación".
"Aún no he terminado de hablar", dijo tranquilamente su padre, y ella se detuvo en seco.
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"¡Si te quedas en mi casa, sigues mis normas, o puedes irte!".
Josefina se quedó sorprendida. "¡Tienes que estar bromeando, papá!".
"¡Lo digo en serio!", declaró él. "Y es mi última palabra".
Una hora más tarde, Josefina había recogido sus cosas y se habían ido. Ben no se dio cuenta de eso hasta que, la mañana siguiente, fue a verla y vio una nota en su mesita de noche en la que le decía que se iba para siempre.
Ben la llamó varias veces, pero cada vez saltaba el buzón de voz. Tampoco respondía a sus mensajes. No podía creer que su hija se hubiera ido. Ni siquiera podía llamar a la policía porque, técnicamente, no estaba desaparecida.
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Entonces, Ben pensó en el refugio para indigentes. ¡El Hogar del Roble! Josefina le había dicho que era voluntaria allí y sin duda visitaría ese refugio.
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Así que la tarde siguiente, Ben aparcó el coche cerca del albergue de indigentes y esperó a Josefina. Sobre las siete, la vio entrar en el local. Llevaba esperando unas dos horas cuando su hija salió del refugio y desapareció en la calle de enfrente.
Quiso seguirla enseguida, pero temió que se diera cuenta de la presencia de su coche, así que esperó unos minutos antes de encender el vehículo y agarrar con fuerza el volante.
Avanzó en la calle y se metió en la carretera que cruzaba el refugio. Estaba tan concentrado en asegurarse de no perder de vista a su hija que no se fijó en el vagabundo que apareció delante de su coche desde el callejón lateral.
Se oyó un fuerte golpe cuando el cuerpo del hombre impactó contra su coche. La funda de la guitarra del vagabundo salió despedida lejos durante el accidente, y Ben se asustó.
"¡No, no!", gritó mientras salía corriendo hacia el hombre. Lo encontró inconsciente y sangrando.
"¡DIOS, NO! ¿Qué he hecho?!", exclamó. Ben estaba tan aterrorizado que no podía pensar en otra cosa que en llevar rápidamente al herido al hospital. Ayudó al hombre desaliñado a subir a su coche y condujo tan rápido como pudo.
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Cuando llegaron al hospital, el vagabundo fue llevado rápidamente al quirófano para ser operado, y el corazón de Ben se aceleró, esperando que el estado del hombre se estabilizara pronto.
La puerta del quirófano se abrió unas horas después, tras lo que a Ben le pareció una eternidad. Suspiró aliviado cuando los médicos le dijeron que el hombre estaba bien y que pronto lo trasladarían a la sala general.
"Muchas gracias, doctor", dijo Ben a su colega. "¿Puedo ir a ver cómo está?".
Cuando los médicos dijeron que estaba bien, Ben fue a verlo. El herido estaba tumbado en la cama con intravenosas en el brazo. Se acercó a la cama cuando, de repente, se quedó sin habla, mirando el tatuaje del vagabundo. El hombre abrió los ojos.
"¿Qué demonios es eso? Ese… ¡Ese tatuaje!", gritó Ben. "¿Por qué tienes esa cara tatuada en el brazo?".
El hombre sonrió débilmente. "Es mi novia y futura esposa", dijo el hombre. "La quiero más que a nada en el mundo. Es preciosa, ¿verdad?".
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"¿Tu novia?".
Ben se quedó estupefacto y no podía creer que aquel hombre, con aspecto de vagabundo y desaliñado, fuera el novio de su hija. Tampoco estaba preparado para la información que el hombre reveló a continuación.
"Gracias por salvarme la vida y traerme aquí", añadió el hombre. "Soy Connor. No solo me has salvado la vida a mí, sino también a mi novia y a nuestra hija por nacer. Estarían destrozadas si me ocurriera algo horrible…".
"Lo siento mucho", dijo Ben mansamente. "Fue culpa mía; no te vi venir y choqué contigo accidentalmente. Me alivia que no pasara nada horrible. Pero esa mujer…", hizo una pausa.
"No me hagas caso, joven, pero mi pelo no se volvió plateado de la noche a la mañana. Formar una familia no es ninguna broma. ¿Y dices que la quieres? ¿Ella siente lo mismo? ¿Tendrán una hija?".
El hombre sonrió. "Sé que solo estás preocupado. Seguramente te preguntarás cómo un hombre desaliñado como yo puede mantener a su familia. Ya que eres mi salvador, te contaré un pequeño secreto", dijo.
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"Hace poco compré una casita para mi futura esposa y nuestra hija. Yo no tenía casa, pero ahora estamos en un pequeño y encantador apartamento…".
"En el tatuaje se puede ver el nombre de mi novia… Josefina. Ella me inspira a seguir adelante. Soy músico callejero y me gano la vida tocando. He pasado hambre para comprarme una guitarra. He tocado en el metro, en la calle y en casi cualquier sitio que se te ocurra".
"Y así es como pude permitirme la casa. No es que me queje, pero fue un trabajo duro. Y está bien, porque nada me importa más que mi familia. Incluso pensaba aceptar otro trabajo como albañil o algo así, pero ya sabes, no todo el mundo aprecia a un hombre desaliñado".
"Tu novia parece ser una chica afortunada…", respondió Ben, luchando contra las lágrimas. "¡Te compensaré por lo de la guitarra! Fue culpa mía".
"Te lo agradezco. Pero yo soy el afortunado", dijo Connor. "Josefina ha pasado por muchas cosas. Quería ser música, pero no pudo porque su padre no la apoyó y perdió a su madre cuando era joven".
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"Tiene que hacer malabarismos entre su carrera universitaria y su pasión. Así que lo único que quiero es estar a su lado y hacerla feliz. Yo diría…".
Antes de que Connor pudiera terminar, su teléfono empezó a sonar. Josefina le estaba llamando.
"Perdona, tengo que contestar. Mi novia", dijo.
Ben salió de la habitación de Connor y se hundió en una de las sillas de espera del pasillo. Efectivamente, Connor tenía un corazón de oro, y Josefina estaba embarazada.
Se dio cuenta de que había sido tan estricto con su hija que no había compartido con él la parte más hermosa de su vida: ¡iba a ser abuelo! En lugar de hacer feliz a su hija, se dio cuenta de que la había alejado.
Así que, cuando Josefina se topó con él en el hospital después de que Connor le contara lo que había ocurrido, Ben ya había decidido enmendarse.
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"Lo sé todo", dijo, cogiendo las manos de los dos. "Ahora que Connor sabe que soy tu padre, siento todo lo que has pasado por mi culpa. Lo único que quiero es que sean felices, y estoy dispuesto a ayudarlos hasta que Connor se recupere".
Pero Josefina apartó la mano. "Como te he dicho antes, no necesito tu dinero, papá. Tengo un hogar, ¡y nunca volveré a tu casa!".
Incluso después de que Ben intentara reconciliar sus diferencias, las cosas no mejoraron entre él y Josefina. ¿Le perdonaría alguna vez su hija?
Él no iba a rendirse tan pronto. Los visitó unos días después, y los futuros padres se sorprendieron al verlo llegar en un camión con una docena de tipos que descargaban artículos para el bebé: cunas, juguetes y suministros.
"Papá, ¿qué estás haciendo?", preguntó Josefina irritada, acercándose a él. "Yo no…".
Josefina no pudo terminar su frase. Ben la abrazó mientras se le saltaban las lágrimas. "Por favor", dijo. "No tengo una docena de hijas. Como padre y abuelo, quiero hacerlo. Sé que Connor siempre te hará feliz, pero quiero formar parte de la vida de mi nieta".
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"Pero papá…".
"Lo siento, cariño. Por favor, perdóname…".
Pasó el tiempo y las cosas cambiaron. Connor fue contratado como profesor de música en una escuela. Josefina y él decidieron mantener vivo su amor por la música actuando como músicos en una cafetería del barrio por las tardes.
Ben cambió más de lo que su hija nunca hubiera imaginado, y se disculpó por no escucharla y obligarla a seguir sus pasos. Josefina no renunció a su carrera de medicina y al titularse abrió clínicas para ayudar a los indigentes, de modo que tuvieran acceso gratuito a servicios de salud.
Tuvieron una preciosa niña a la que llamaron Lily. Cuando Ben fue a felicitar a su hija y yerno, la joven pareja se quedó boquiabierta.
"Papá, ¿qué has hecho?", exclamó Josefina.
Ben tenía tatuado en el brazo un pequeño lirio. El otrora conservador padre se había transformado en un abuelo dedicado y cariñoso.
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¿Qué podemos aprender de esta historia?
- Cuando miras más allá de la apariencia externa de una persona, aprendes a apreciarla por su corazón. Ben juzgaba a Connor y estaba seguro de que nunca haría feliz a Josefina. Pero se dio cuenta de que se equivocaba después de conocerlo.
- Aunque como padres queremos lo mejor para nuestros hijos, también debemos tener en cuenta sus deseos y anhelos. Al final, Ben se dio cuenta de que la felicidad de su hija era lo único que le importaba, y decidió cambiar.
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