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Taxi en la calle bajo la lluvia | Foto: Flickr.com/wka (CC BY-SA 2.0)
Taxi en la calle bajo la lluvia | Foto: Flickr.com/wka (CC BY-SA 2.0)

Taxista echa a la calle a mujer que rompió fuente, luego recibe una carta del centro de maternidad - Historia del día

Susana Nunez
05 may 2023
09:00

El taxista Patrick es un viudo que lucha por llegar a fin de mes después de que a su hijo menor le diagnosticaran leucemia. Cuando se le presenta la oportunidad de ayudar a una parturienta, toma una decisión de la que se arrepiente.

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Patrick se sentó en la mesa de la cocina. Acababa de hablar por teléfono con el hematólogo-oncólogo de su hijo y sentía que se le acababa el mundo.

"Su hijo necesita un tratamiento adicional", le había dicho el médico. Teniendo en cuenta el costo del tratamiento, bien podría haber dicho que Mikey necesitaba la luna. El sueldo de guardia de seguridad de Patrick no bastaba para cubrir la quimioterapia y las necesidades básicas de la familia.

"Papá, ¿coloreas conmigo?". Mikey entró en la cocina con páginas de un libro para colorear y lápices de colores en las manos. Se detuvo al ver la cara de Patrick. "¿Estás bien? Estás llorando".

Patrick se secó las lágrimas y se obligó a sonreír. "Me entró pimienta en el ojo mientras hacía la cena, eso es todo".

"¡Qué mal!". Mikey le sonrió con dulzura y puso su libro de colorear sobre la mesa de la cocina. "Tú colorea el dragón y yo haré los narcisos".

Patrick cogió el lápiz que Mikey le ofrecía. El color rojo sangre le provocó una nueva oleada de desesperación. Deseó que la leucemia de su niño fuera algo que pudiera arrancarle y golpearlo con los puños. Deseó que su hijo no tuviera que soportar este sufrimiento.

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"¡Vamos, papá!". Mikey le dio un codazo.

Imagen con fines ilustrativos | Foto: Pexels

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Pocos días después, Patrick fue contratado para conducir un taxi a tiempo parcial. Al principio estaría a prueba, pero estaba encantado. Esto era precisamente lo que necesitaba para el tratamiento de Mikey.

"Esta es la lista de cosas que tienen que hacer". Patrick se dirigió a sus dos hijos mayores, Silvia y Vicente, mientras pegaba la lista en la nevera. "Pueden mandarme un mensaje si lo necesitan, pero no llamen a menos que sea una emergencia, ¿vale?".

Silvia y Vicente asintieron. No era la primera vez que cuidaban de su hermano pequeño, pero Mikey requería cuidados extra últimamente.

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"No te preocupes, papá. Nosotros nos encargamos". Silvia le mostró un pulgar hacia arriba.

Desde que empezó su turno hasta que terminó, Patrick recorrió las calles en busca de clientes. Durante los días siguientes, se aseguró de que todos sus colegas y conocidos supieran que debían llamarle si necesitaban un taxi.

Al final de la semana, el jefe de Patrick le llamó a su despacho.

"Enhorabuena". El hombre le ofreció la mano. "Estoy impresionado. Has batido el récord de la empresa en tu primera semana, Patrick. Quiero que te quedes y te voy a dar una prima por tu duro trabajo".

Imagen con fines ilustrativos | Foto: Pexels

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Justo cuando Patrick pensaba que el futuro de su familia podría ser más brillante de lo que pensaba, la vida le dio un golpe bajo. Llevaba a un cliente al aeropuerto cuando el taxi empezó a hacer un ruido preocupante.

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Patrick llevó el coche a un mecánico y llamó a su jefe. Se quedó boquiabierto cuando se enteró de que tendría que pagar las reparaciones de su bolsillo.

"Típico", gruñó Patrick mientras volvía a meterse el teléfono en el bolsillo. "Un día te dan una prima y al siguiente te echan a los lobos".

Tenía que pensar primero en su propia familia. No podía permitirse ayudar a una desconocida cuando su propia familia lo necesitaba. Los tratamientos de Mikey tenían que ser su prioridad en todo momento.

El mecánico se le acercó entonces y le dijo el coste de sustituir las piezas desgastadas que causaban problemas en el coche.

"¿De qué están hechas estas cosas, de oro?". Patrick sacudió la cabeza con incredulidad. Estuvo tentado de subir a su taxi e irse a otro sitio, pero si se retrasaba en la reparación, también se retrasaría su vuelta al trabajo, lo que significaba menos dinero para él.

"Haz lo que tengas que hacer", le espetó Patrick al mecánico.

"No hay necesidad de ser grosero, hombre".

Patrick fulminó al hombre con la mirada mientras se alejaba. Estaba muy alterado por el gasto que haría. Como si no tuviera mil formas mejores de gastar ese dinero.

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Imagen con fines ilustrativos | Foto: Pexels

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Después de pagar la costosa reparación, Patrick estaba más desesperado que antes por ganar todo el dinero posible. Otros conductores se tomaban unos minutos para comer juntos antes de los turnos o perdían el tiempo terminando conversaciones con clientes charlatanes, pero él no.

Mientras esperaba a una cliente que había quedado en recoger, Patrick sentía que los minutos pasaban como hormigas arrastrándose bajo su piel. Al final, no pudo aguantar más. Llamó a la mujer para preguntarle dónde estaba.

"Estoy de camino, pero...", la mujer dejó escapar un extraño sonido.

"Tengo problemas... para caminar".

Patrick golpeó el volante con los dedos. Finalmente, una mujer embarazada se acercó al coche. Una vez dentro, se dio cuenta de que parecía tener problemas para respirar. La miró por el retrovisor. Estaba sudorosa y pálida.

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"¿Estás bien?", preguntó.

"Necesito descansar". La mujer sonaba dolorida al pronunciar la última palabra.

Patrick estaba preocupado, pero no tenía tiempo para los problemas de los extraños. Era un día lluvioso y las carreteras estaban resbaladizas. También era un buen día para ganar dinero, ya que nadie quería caminar bajo la lluvia. Pero cuando se acercaba a un cruce, la mujer dijo algo que lo cambió todo.

"¡Creo que acabo de romper fuente!".

Imagen con fines ilustrativos | Foto: Pexels

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Patrick entró en pánico. Inmediatamente, pensó en cuánto tiempo tardaría en limpiar su taxi, cuánto le costaría y cuánto tiempo le haría perder.

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"Tienes que bajarte". Patrick miró a su alrededor. "Lo siento, señora, pero no puedo con esto".

La mujer gritó de dolor. "Oh Dios, viene el bebé."

Patrick se detuvo en una parada de autobús. Sacó a la mujer del coche y la dejó en el banco. Cuando se dio la vuelta, ella le agarró de la manga.

"Por favor, no me dejes". Ella miró a Patrick con miedo en los ojos.

"Lo siento, pero tengo que hacerlo. Patrick le arrebató la manga. "Llamaré a una ambulancia para que te ayude. Estoy seguro de que te pondrás bien".

Patrick corrió de vuelta a su coche a través de la lluvia torrencial. Llamó al 911 por la mujer embarazada y se marchó a toda velocidad. Mientras conducía, se decía a sí mismo que no podía hacer nada más por la joven.

Tenía que pensar primero en su propia familia. No podía permitirse ayudar a una desconocida cuando su propia familia lo necesitaba. Los tratamientos de Mikey tenían que ser su prioridad en todo momento.

Imagen con fines ilustrativos | Foto: Pexels

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Al día siguiente, Patrick tenía el día libre para llevar a Mikey al hospital a recibir tratamiento. Estaba agotado porque su teléfono no había dejado de sonar durante la noche. Todas las llamadas eran de números desconocidos. Patrick no contestó a ninguna, porque estaba seguro de que se trataba de un teleoperador.

Cuando regresó a casa después de un rápido viaje a la tienda de comestibles, Patrick se sorprendió al ver una carta en su buzón marcada como "Alta Prioridad".

"¿Pero qué...?". Patrick le dio la vuelta al sobre. Esperaba que no fuera una factura, pero al abrirlo se encontró con algo totalmente inesperado.

La carta era de un centro de maternidad local, solicitando que se pusiera en contacto con ellos inmediatamente en relación con la señorita Jenna Reid. Patrick no conocía que nadie se llamara así. Tiró la carta sobre la mesa de la cocina y deshizo la compra.

Cuando Patrick llevó a Mikey al hospital más tarde, reconoció el centro de partos que le había enviado la carta a una manzana de distancia.

"Probablemente sea un error, pero no está de más comprobarlo".

Patrick volvió al centro después de llevar a Mikey al hospital. Entró y dio su nombre a la mujer del mostrador principal.

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"¡Gracias a Dios!". La mujer dejó su tableta a un lado y se llevó ambas manos al pecho. "¡Lo hemos intentado todo para localizarle, señor Murillo!".

Imagen con fines ilustrativos | Foto: Pexels

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Patrick se quedó boquiabierto mientras la mujer le contaba que habían intentado llamarle en múltiples ocasiones para informarle de que esta misteriosa mujer Jenna había tenido complicaciones durante el parto y había tenido que ser trasladada al hospital.

"Ahora está en cuidados intensivos", concluyó la mujer. "Es una verdadera lástima. Todo esto podría haberse evitado si ella hubiera llegado aquí a tiempo. Su número fue el último que marcó en su teléfono, así que, por supuesto, nos pusimos en contacto con usted primero, pero sería estupendo que supiéramos su relación con la paciente para nuestros archivos".

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"Sé lo que es estar solo en este mundo, y apesta cuando no tienes a nadie en quien confiar".

De repente, Patrick comprendió. Su número en el teléfono de ella, la llegada tarde al centro... ¡Jenna tenía que ser la embarazada que ayer había roto aguas en su taxi!

"¿No había nadie más a quien pudieras llamar?", preguntó Patrick. "¿Su marido, o los padres?".

La mujer frunció el ceño. "No tenemos ningún número de emergencia para ella".

Patrick se alejó mientras la mujer seguía hablando. La culpa se agitaba en su vientre y le temblaban las manos. Tenía que saber qué le había pasado a Jenna. Volvió corriendo al hospital y preguntó por ella en la UCI.

"Lo siento, pero está inconsciente y no se le permiten visitas en este momento", le dijo la enfermera. "¿Es usted de la familia?".

"Eh... soy un amigo de la familia", mintió. "Por favor, ¿cuándo puedo verla?".

Imagen con fines ilustrativos | Foto: Pexels

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Unos días después, Patrick estaba sentado junto a la cama de Jenna con la cabeza entre las manos. No podía soportar mirar a la joven a la que había echado de su taxi ni a su bebé, que la enfermera había traído mientras él la visitaba. En lugar de eso, escuchó el pitido de las máquinas y luchó contra su sentimiento de culpa.

"Lo siento mucho", susurró. "Volvería atrás si pudiera. Nunca pensé que acabaría así...".

Patrick suspiró. No era ajeno al sufrimiento, pues había enterrado a su esposa cinco años atrás y había visto a Mikey soportar sus tratamientos contra la leucemia, pero ahora se sentía avergonzado por el dolor que había infligido a esta joven y a su bebé.

Patrick volvió al día siguiente y al siguiente. Se sentó junto a la cama de Jenna en silencio y observó las máquinas que la mantenían con vida. En su siguiente visita, la enfermera volvió a traer a la hija de Jenna a la habitación.

"Me alegro de verte de nuevo aquí". La enfermera sonrió a Patrick.

"Es duro para la familia seguir visitando a los pacientes en coma, pero creemos que les ayuda. Bastantes pacientes han dicho que oían todo lo que pasaba a su alrededor mientras estaban en coma".

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Patrick se limitó a asentir. Miró a la niña en la cuna. Ella le gorjeó y agitó las extremidades en el aire.

Imagen con fines ilustrativos | Foto: Pexels

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Patrick dejó que la niña le cogiera el dedo con sus manitas. Ella se retorcía en la cuna sin parar.

"Eres una niñita con mucha energía", le dijo Patrick.

"¿Dónde… tú?".

Patrick se giró y se sorprendió al ver a Jenna mirándole fijamente. Ella miró hacia la cuna, frunció el ceño, volvió a mirarle y gritó.

"No, está bien". Patrick levantó las manos. Se rio aliviado. "Tu bebé está bien y no he venido a hacerte daño. He venido a disculparme".

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La enfermera irrumpió entonces en la habitación. "¿Qué está pasando aquí?".

"¡Está despierta!". Patrick sonrió y señaló a Jenna.

Patrick tuvo que salir mientras médicos y enfermeras entraban corriendo en la habitación para atender a Jenna. Se desplomó en una silla fuera. Lágrimas de alivio corrían por sus mejillas.

Imagen con fines ilustrativos | Foto: Pexels

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Patrick volvió a visitar a Jenna al día siguiente. Se disculpó por haberla echado de su taxi y le explicó por qué había pensado que era lo único que podía hacer.

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"Todo lo que veía era el dinero", dijo. "Cuánto costaría la limpieza, cuánto tiempo llevaría y cuánto perdería mientras se hacía". Bajó la cabeza avergonzado.

"Es triste tener que contar lo que cuesta ayudar a un desconocido, pero eso es lo que hice".

"Lo entiendo". Jenna suspiró. "Sé lo que es estar solo en este mundo, y apesta cuando no tienes a nadie en quien confiar".

Patrick siguió visitando a Jenna, y se hicieron buenos amigos. Su hija incluso le llamaba tío cuando empezó a hablar. Eventualmente, logró recaudó suficiente dinero para los tratamientos de Mikey, que entró en remisión.

Muchos años después, cuando se sentaron todos juntos en Navidad, Patrick miró alrededor de la mesa y sintió que su corazón se llenaba de alegría. No podía creer la suerte que tenía de contar con un grupo tan fantástico de personas en su vida.

Imagen con fines ilustrativos | Foto: Pexels

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Este relato está inspirado en la vida cotidiana de nuestros lectores y ha sido escrito por un redactor profesional. Cualquier parecido con nombres o ubicaciones reales es pura coincidencia. Todas las imágenes mostradas son exclusivamente de carácter ilustrativo. Comparte tu historia con nosotros, podría cambiar la vida de alguien. Si deseas compartir tu historia, envíala a info@amomama.com.

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