Hijo teme declararse transexual ante su mamá hasta que ella le dice: "No me mientas" - Historia del día
Al principio de su transición, un transexual estaba aterrorizado de salir del armario ante su familia, especialmente ante su madre, y entonces ella viene a visitarle...
Edgar siempre supo que era diferente a los demás. A menudo sentía que la persona que era por dentro no tenía nada que ver con la que veían los demás.
Con el paso de los años, Edgar se sentía cada vez más infeliz e incómodo en su propia piel, pero ser quien realmente era podría costarle lo que más apreciaba: su familia.
A los 18 años, Edgar, o Eddie, como lo llamaban sus amigos, sabía en el fondo de su alma que era delicada, bonita y sobre todo femenina. Sabía que era una mujer, y que algún terrible error lo había hecho nacer en el cuerpo equivocado.
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Pero Eddie siguió interpretando su papel a la perfección. Jugaba al béisbol, bebía cerveza con los otros chicos de la universidad y perseguía a las compañeras porque eso es lo que hacen los chicos.
Y guardaba bien el terrible secreto de que no era un chico. A los 25 años, supo que tenía que tomar una decisión. Podía vivir miserablemente como era o podía dejar salir al mundo a la mujer que llevaba dentro.
Nadie conoce y quiere a un hijo como una madre.
Necesitó mucha terapia y coraje, pero finalmente se decidió. Iba a hacer la transición. Para entonces tenía casi 30 años y no había dicho ni una palabra a su madre, a su padre ni a sus hermanos pequeños.
Simplemente no podía, y Dios sabe que lo había intentado. La pasada Navidad se levantó, con la copa en la mano, y dijo que tenía que hacer un anuncio; entonces miró a su alrededor, a aquellas caras brillantes y cariñosas, y el valor le abandonó.
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Podía imaginarse la decepción en sus caras. Podía vivir con cualquier cosa menos con eso, así que se tragó el discurso que había preparado y dijo: "Quiero que todos sepan que los quiero. Son la mejor familia del mundo".
Eddie, que era un desarrollador de software de éxito, comunicó a su familia que iba a aceptar un nuevo y emocionante trabajo en otra ciudad, que, por desgracia, estaba en la otra punta del país.
Pretendía empezar su transición lejos y, con suerte, algún día, cuando se sintiera cómodo en su nueva piel, compartiría con su familia. Al menos, ese era su plan.
Con lo que Eddie no había contado era con que su madre lo visitaría tres meses después de la mudanza. Cuando anunció que iría a su casa, entró en pánico.
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Sacó del armario su nueva y preciosa ropa femenina, la metió en cajas que guardó en un almacén y fue a buscar a su madre al aeropuerto con una camiseta holgada para ocultar sus incipientes pechos.
"¡Mamá!". Eddie lloró y abrazó a su madre. "¡Te he echado tanto de menos!".
"Oh, Eddie...". Suspiró ella. "¡Te he echado de menos! ¿Por qué tuviste que venir a esta ciudad? Está tan lejos...".
"Es el trabajo, mamá", dijo Eddie con torpeza. Odiaba mentirle a su madre y, hasta ahora, toda su vida había sido una mentira.
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Eddie llevó a su madre a casa y la acomodó en el dormitorio de invitados. Con suerte, sería capaz de sobrellevar la visita de una semana sin demasiados traumas... y tal vez incluso contarle la verdad.
"¡Eddie, cariño!", llamó su madre. "¡He hecho una tontería! He dejado las zapatillas en casa. ¿Me prestas las tuyas?". Y antes de que pudiera reaccionar, la mujer entró en su habitación en bata.
"¿Dónde guardas las zapatillas?", preguntó y abrió la puerta del armario. Eddie había sacado su ropa, pero se había olvidado una cosa: ¡un par de brillantes tacones de aguja rojos!
"¡Vaya!", exclamó la señora Tormaine. "¡Son fabulosos! ¿De dónde son?".
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"Eh...". Eddie tragó saliva y dijo: "Son de mi novia...".
"Edgar", gritó ella. "¡No me mientas! ¡Sé que los zapatos son tuyos! Solo quería saber dónde conseguiste esos increíbles zapatos de diseño vintage".
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"¿Tú... lo sabes?", exclamó Eddie. "¿Sabes que soy... transexual?".
"Oh, Eddie", dijo su madre con ternura. "Cariño, soy tu madre. Sé quién eres, por dentro y por fuera, y te quiero".
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"¿Y papá? ¿Y... y David y Carl?", preguntó nervioso. "¿Ellos también lo saben?".
"Más o menos", dijo. "En realidad, pensábamos que ibas a contarnos en Navidad, pero te atragantaste. Hemos estado esperando a que estuvieras lista".
"¡Oh, mamá!". Eddie lloró y abrazó a su madre. "Tenía tanto miedo de que los decepcionara...".
"Nunca nos decepcionarías", dijo su madre. "¿Cómo podríamos estarlo si te queremos? Queremos que seas feliz".
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Eddie no podía dejar de llorar. Su familia le aceptaba. Lo único que le había impedido sentirse a gusto había sido su propio miedo. Ahora podía contar con su familia para el paso más importante de su vida.
Dos años más tarde, cuando Eddie, que ahora era Frances, fue a someterse a su última operación, toda su familia estaba allí para darle su amor y su apoyo.
¿Qué podemos aprender de esta historia?
- No dejes que el miedo y la inseguridad te aíslen y te roben la felicidad. Eddie se aisló de su familia por miedo al rechazo y se perdió todo el amor y el apoyo que tenían que darle.
- Nadie conoce y quiere a un hijo como una madre. Eddie nunca imaginó que su madre conocía su mayor secreto desde hacía años.
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