Durante un turno regular como taxista, la vida familiar de un marido se viene abajo
Para llegar a fin de mes, Steven tiene dos trabajos: de día es electricista y de noche conduce un taxi. Un día, mientras trabaja un turno extra, un sorprendente pasajero se cuela en su taxi, desentrañando todo lo que creía saber sobre su familia.
Pillé a mi esposa en una mentira y, en ese momento, todo cambió.
Desde el principio, he trabajado duro para mantener a mi familia. Mi esposa, Janny, y yo llevamos seis años casados, y tenemos dos hijos excepcionales: Taylor y Janine. Pero cuando nació nuestra segunda hija, Janine, sentimos la presión de nuestras finanzas.
De repente, se nos echaron encima demasiados gastos. Así que, para llegar a fin de mes, empecé a trabajar a tiempo parcial como taxista, sobre todo por las noches.
Hace unos meses, mi esposa me dijo que quería visitar a su madre en el estado vecino.
Hermanos sentados juntos | Foto: Pexels
"Mi madre no ha estado muy bien, Steven", me dijo. "Creo que necesito ir allí y pasar algún tiempo con ella".
Estuve de acuerdo. Janny siempre había estado muy unida a su madre, y desde que nos mudamos de estado cuando nos casamos, sabía que echaba de menos estar cerca de ella.
"¿Quieres venir?", me preguntó. Pero sabía que me negaría porque la madre de Janny no me perdonaba que nos hubiéramos mudado.
Mis padres viven a unos diez minutos, así que podrían pasar tiempo con Taylor y Janine mientras yo hacía un turno extra.
Prometiendo a los niños hamburguesas para cenar, los dejé en casa de mis padres.
Hamburguesas y patatas fritas | Foto: Pexels
A las pocas horas de empezar mi turno, estoy aparcado en la puerta de una cafetería, tomándome un café para mantenerme despierto.
Mi teléfono sonó, indicando que habían solicitado un viaje. Acepté y conduje hasta el lugar: un hotel situado a unas manzanas de mí.
Indiqué que había llegado al lugar de recogida y abrí la puerta, esperando a mi pasajero. Momentos después, un hombre abrió la puerta y entró una mujer. Al principio, no miré hacia atrás porque nos habían enseñado a no hacerlo hasta que se cerrasen las puertas, por aquello de dejar que nuestros pasajeros se acomodasen primero.
Pero entonces oí una voz familiar.
"Los niños deben de estar pasándoselo como nunca con Steven", dijo la voz, contenta.
Se me encogió el corazón. Me volví y vi a mi esposa sentada en el asiento trasero, con la mano del hombre apoyada en su rodilla.
Hombre abriendo la puerta de un Automóvil | Foto: Pexels
"¿Janny?", exclamé.
"Dios mío", balbuceó ella. "Steven, cariño, puedo explicártelo".
Dejé al invitado de Janny en el restaurante indicado en el sitio.
"¿No vas a salir?", le pregunté, sin saber qué decir o hacer en aquel momento.
"Tenemos que hablar", respondió ella desde el asiento trasero.
Condujimos por la ciudad, hablando del estado de nuestro matrimonio. Janny reveló que sentía que había pasado demasiado tiempo sola y que el apoyo económico no era lo único que necesitaba.
"Paso de estar todo el día rodeada de adolescentes malcriados en el colegio a tener que cocinar, limpiar y cuidar de nuestros hijos", dijo con frialdad.
"Paso de tener dos trabajos, Janny", dije, deteniéndome ante una señal de stop. "No puedes culparme por ganar más dinero para mantener a nuestra familia".
"No te culpo", dijo ella. "Solo necesitaba más. Y Max me lo dio. Lo siento".
Mujer escribiendo en una pizarra | Foto: Pexels
Conduje en silencio. Quería razonar con mis pensamientos y comprender de dónde venía Janny. Pero era el hecho de que había traicionado nuestros votos.
En lugar de ser sincera conmigo sobre sus sentimientos, eligió buscar consuelo en otra parte.
No podía mirar más allá. No podía perdonarla.
Así que inicié el proceso de divorcio, dejando todo lo que tenía a Janny y a nuestros hijos. La casa, los ahorros... todo a lo que renuncié en un intento desesperado de proteger a nuestros hijos de las consecuencias de una batalla legal.
Ninguno de los dos merecía que sus vidas se vieran sacudidas por aquel giro de los acontecimientos. Me fui a vivir con mis padres, prometiéndome a mí mismo que tenía que salir y recuperarme lo antes posible.
Seguí centrándome en mis hijos, asegurándome de que tuvieran la mejor educación posible; aunque Janny y yo ya no estábamos casados, queríamos que nuestros hijos supieran que sus padres les querían por igual.
Sigo sintiéndome traicionado por Janny porque ambos estábamos agotados por nuestros trabajos, en un intento de llegar a fin de mes. Pero no pensé que trabajar tanto por mi familia acabaría destruyéndola.
Sigo teniendo mi trabajo de taxi por la noche, y esas largas horas de soledad me ayudaron a encontrar una sensación de paz con la situación. Solo espero que le ocurra lo mismo a Janny.
Persona sosteniendo un bolígrafo sobre documentos legales | Foto: Pexels
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