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Niño se desmaya tras práctica de fútbol y la madre sabe que hay algo más que solo cansancio

Hudson Cromwell era un niño saludable de 7 años. Nadie, ni siquiera su padre, sospechó de la gravedad de la condición de Hudson aquel día de octubre de 2012.

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Kerry Cromwell, utilizó su conocimiento como enfermera y su intuición como madre para que Hudson recibiera la ayuda que necesitaba.

Todo comenzó cuando jugaba fútbol en el patio de la casa. De repente entró llorando a la casa. La escena le parecía normal a su padre. Él pensó que el niño estaba agotado y quería descansar, pero el niño se cayó cuando se quitaba los zapatos, reseñó Liftable.

Andrew Cromwell notó que su hijo se sentía débil así que lo recogió. A los pocos segundos, el niño perdió el conocimiento, no podía hablar y sus ojos se voltearon.

Andrew Cromwell estaba alarmado y creía que su hijo podría sufrir una conmoción cerebral. Por suerte, Kerry Cromwell llegó a la casa en medio del lamentable momento y llamó de inmediato al 911.

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Ella le comentó al esposo que no creía que fuera una conmoción cerebral sino algo más, aunque parecía un poco lógico porque los síntomas se presentaron luego de que jugara fútbol.

Los médicos, quienes no estaban tan preocupados, indicaron una resonancia magnética, gracias a la insistencia de Kerry.

Las manchas blancas brillantes en el cerebro de Hudson reveladas por la resonancia magnética indicaron un posible accidente cerebrovascular.

Un médico comentó que los niños no tenían apoplejías, pero los padres de Hudson sabían que debían realizar más exámenes.

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Posteriormente, fue llevado al Hospital de Niños de la Universidad de California San Francisco Benioff. Allí los doctores confirmaron que Hudson no solo estaba cansado por una conmoción cerebral.

Andrew Cromwell dijo: "Queremos alentar a los padres a ser defensores de sus hijos. A veces hay que mirar más allá de lo que se les ofrece".

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Hudson tuvo un derrame cerebral, pero los problemas continuaron incluso después del diagnóstico. Terminó en coma porque se acumuló demasiada presión en su cráneo.

Él tendría que volver a aprender tareas básicas como tragar, comer y caminar porque el lado derecho de su cuerpo se debilitó. Hudson, ahora tiene 12 años, y ha sido descrito por sus padres como un preadolescente feliz e independiente que no permite que lo ocurrido lo agobie.

Sin embargo, la capacidad de usar la mano derecha y recordar las palabras correctas todavía se ve afectada por el derrame cerebral.

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Un dato importante es que, aunque los accidentes cerebrovasculares en los niños no son comunes, el accidente cerebrovascular infantil afecta a 12 de cada 100.000 niños menores de 18 años, según el Hospital de Niños de Filadelfia.

Es la sexta causa de muerte en los niños. La mayoría de los niños que sufren accidentes cerebrovasculares son diagnosticados de la manera equivocada.

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