Rafael 'El Gallina' Romero, el cantaor español que murió en el olvido
Rafael Romero, el cantaor que murió en completo olvido por el mundo del flamenco, en 1991.
Rafael Romero Romero, apodado El Gallina, nació en Huelma, Jaén, el 9 de octubre de 1910, y fue un cantaor español de flamenco.
La influencia artística que corría en la familia le hizo amar el cante desde temprana edad, aunque toda su práctica provino de una auto enseñanza e influencias de otros artistas de ambientes flamencos.
A los 12 años, El Gallina empezó a cantar en fiestas para hacer dinero y, más tarde, continuó su formación artística en Sevilla, en donde aprendió de nuevos cantaores como Pastora y Tomás Pavón, Manuel y Pepe Torre.
Tiempo después, se traslada a la capital española y empieza a trabajar en tablaos, en donde termina relacionándose con artistas como Cepero o Juan Mojana. Conoce al guitarrista de Jerez, Perico El del Lunar, de quien acepta consejos y se vuelve como un maestro para Rafael.
Fue junto a él que comenzó a laborar en un prestigioso tablao llamado Zambra, en el que se presentó hasta que este clausuró en 1975.
Fue parte de importantes compañías ofreciendo su cante, elegancia y buen hacer por toda España, y por los más prestigiosos escenarios de EE.UU., Francia, Reino Unido, Italia, Japón.
Trabajó con diferentes estrellas como Vicente Escudero y Antonio El Greco, y cantó para importantes personajes de la época como Pablo Picasso, Salvador Dalí y el Emperador Hiro-Hito.
Romero incluso fue parte de filmes como "Brindis a Manolete" (1948), "La Cigarra" (1948), "Debla, la virgen gitana” (1951), "Llanto por un bandido" (1964), "Mestizo" (1966), "El arte de vivir" (1967) y "Último encuentro" (1967), así como de programas musicales como "Rito y Geografía del Cante, Flamenco”, "Ayer y hoy del Flamenco" e "Historia de los tarantos".
El cantaor tuvo diversos proyectos discográficos con los que evidenció su seriedad, pureza y talento, expresando estilos primitivos ya casi en desuso, rescatando varios de ellos. Tres de ellos fueron “Antología del cante flamenco”, “Grandes Cantaores del Flamenco” y “Rafael Romero y el Duende Gitano”.
Por el primero recibió el Premio de la Academia Francesa del Disco, mientras que en 1973 se le otorgó el Premio Nacional de Cante de la Cátedra de Flamencología de Jerez.
Durante gran parte de su carrera, Rafael fue un cantaor para cabales, para una minoría selecta, un maestro respetado y admirado sólo por los propios artistas y por los escasos aficionados que nunca se dejaron llevar por los cantaores mediáticos de la época.
Su contratación en el Tablao Zambra fue la que le otorgó gran prestigio profesional y por la que acabó ganando más reconocimiento.
No obstante, cómo sucedió como varios artistas, El Gallino partió en el más incomprensible olvido.
Según Manuel Bohórquez, crítico de flamenco y articulista de El Correo de Andalucía, “en sus últimos meses de vida se le podía ver andando por Cuatro Caminos, el barrio madrileño donde vivía, cabizbajo y la barba raída”.
Poco después, Rafael murió el 4 de enero de 1991, y no se supo de su partida sino hasta días después.
“Su familia, seguramente dolida por el olvido del mundo del flamenco, se negó a dar la noticia en su momento y don Rafael Romero se fue para el otro mundo en la más triste soledad”, expresó Bohórquez en su página web.