Toda mi vida mi padre me culpó de la muerte de mi madre, pero luego le dan una lección - Historia del día
Crecí creyendo que mi padre me culpaba por la muerte de mi madre, pero la verdad era desgarradora.
Nunca conocí a mi madre y mi padre nunca hablaba de ella. Todo lo que sabía era que había sido muy hermosa, por el cuadro que colgaba en la pared del estudio de mi padre, y que había muerto muy joven.
Mi padre era un hombre triste, tranquilo y distante. Yo quería que se fijara en mí y me amara, pero nunca lo hizo. Rara vez me hablaba más allá del superficial hola y adiós, buenos días y buenas noches. Hubiera dado cualquier cosa por él por tomarme en sus brazos y decirme que me amaba.
Niña con semblante triste. | Foto: Unsplash
Esta extraña y tensa relación con mi padre continuó hasta que cumplí los 18 años, y para entonces era una joven triste y solitaria que creía que mi padre me odiaba. Si mi padre no me amaba, ¿quién lo haría?
Pero la respuesta a todas mis preguntas estaba a punto de ser entregada de la manera más dolorosa y cruel. Mi padre estaba organizando una fiesta para sus socios comerciales, y entre ellos estaba una mujer a quien yo conocía un poco.
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Tenía la sensación de que ella y mi padre tenían un pasado juntos, o al menos que ella deseaba que lo tuvieran. Ella me saludó y comenzamos a charlar, una charla intrascendente sobre nada especial, y mi padre apareció.
Le di mi mejor sonrisa, pero inmediatamente desvió la mirada. La mujer lo vio todo. "¿Sabes por qué?", ella preguntó.
"¿Por qué qué?", pregunté, confundida.
"Por qué te odia", dijo.
"¡Mi padre no me odia!", exclamé. "No es un hombre muy demostrativo".
Mujeres conversando. | Foto: Pixabay
"Entonces no lo sabes", sonrió. Era la sonrisa más fea que jamás había visto. Estaba a punto de alejarme cuando ella dijo: "Él cree que mataste a tu madre, Karen".
Me detuve en seco. "¿Qué?", jadeé.
"Tu madre murió dándote a luz, ¿lo sabías?", respondió la mujer.
"No... No, no lo sabía."
Le di la espalda y fui a buscar a mi abuela, a la madre de mi padre, a la mujer que me había criado y nunca me contó la muerte de mi madre.
"¿Cómo murió mi madre?", le pregunté enojada. "¿Fue en el parto?"
Mi abuela negó con la cabeza. "Por favor, Karen, tu padre me pidió que nunca hablara de esto contigo".
Mujer con gesto de "shhh". | Foto: Pixabay
"¡Tengo derecho a saber sobre mi propia madre!”, grité. "¡Tengo derecho a saber por qué mi padre me odia!"
Luego, una voz tranquila y enojada detrás de mí dijo: "No te odio, Karen, pero la muerte de tu madre no es asunto tuyo". Era mi papá.
"¿La muerte de mi madre no es asunto mío? ¡Estás equivocado! La maté, ¿no? ¡Eso es lo que piensas cada vez que me miras!", le dije al voltearme.
La expresión de sus ojos me hizo salir corriendo por la puerta. Entré en mi coche y conduje sin rumbo fijo, las lágrimas corrían por mi rostro. En mi angustia, no vi que el coche que venía en sentido contrario cambió de carril hasta que fue demasiado tarde.
Me desperté en el hospital conectada a una máquina que hacía pitidos; me dolía todo el cuerpo. Sentado a mi lado y sosteniendo mi mano estaba mi padre.
"Karen", dijo en voz baja, "¡Gracias a Dios que estás bien!"
"Papá", susurré, "¡estás aquí!"
Se le llenaron los ojos de lágrimas. "Por supuesto que estoy aquí. No te odio, Karen. Te amo. Y no te culpo por la muerte de tu madre, me culpo a mí mismo”, dijo antes de comenzar a contarme una historia.
Mujer hospitalizada. | Foto: Pexels
“Cuando tu mamá y yo nos casamos éramos muy pobres. Todo lo que teníamos eran sueños y nuestro amor. Luego quedó embarazada y yo acepté un segundo trabajo. Sabía que necesitaríamos el dinero cuando tú llegaras. Yo trabajaba 16 horas al día y ella estaba mucho de tiempo sola”, aseguró.
"Así que un día, cuando llegué a casa, ella no estaba allí. Un vecino la había llevado al hospital. Cuando llegué allí, todo había terminado. Tu madre había muerto y yo no había estado allí para ella”, relató mi padre, llorando.
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"No te culpé, Karen, me culpé a mí mismo. Estaba decidido a no fallarte como le había fallado a ella, así que me entregué a mi trabajo y me convertí en un hombre rico”, añadió, limpiándose el rostro.
"Papá, ¿cómo puedes culparte a ti mismo?", le pregunté. "¡No había nada que pudieras haber hecho!"
Pero él insistió en que pudo haber estado con mi madre, así fuese sosteniéndole la mano.
Padre e hija sonrientes. | Foto: Unsplash
"Pero papi… siempre te vi tan enojado conmigo, tan frío. Huías de mí", reflexioné.
"Karen, te pareces a tu madre, y cada vez que te miraba, el dolor y la culpa me destrozaban el corazón. Estuve a punto de perderte para que me diera cuenta de lo que había hecho. Te amo y lo mailto:info@amomama.comsiento mucho”, dijo él.
Por primera vez en mi vida, mi padre me abrazó y me mostró que me amaba. Fue un nuevo comienzo para los dos y me gusta creer que mi madre estaba sonriendo desde el cielo.
¿Qué podemos aprender de esta historia?
- Si no dejas el pasado atrás, te niegas a ti mismo un futuro. El padre de Karen estaba tan perdido en su dolor que casi perdió la oportunidad de tener una relación maravillosa con su hija.
- La verdad puede curar viejas heridas y abrir el camino a un nuevo comienzo. Fue solo después de que Karen y su padre hablaron sobre su distanciamiento que pudieron superar sus malentendidos.
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