Empleada se burla de una anciana pobre que no puede pagar un vestido - Historia del día
Una empleada en una tienda de ropa se mostró insolente con una anciana que se probaba zapatos y ropa que no tenía dinero para comprar. Pero finalmente aprendió una lección.
Gerardo llevaba varios años trabajando en una boutique refinada. Disfrutaba su trabajo, y lo habían promovido a asesor de estilo, donde daba atención personalizada a clientes que por lo general tenían mucho dinero y le deparaban grandes comisiones.
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Él tenía talento para hacer que la gente encontrara la ropa y accesorios adecuados para su estilo y disfrutaba hacerlo. Pero había otras personas en la tienda, en especial una vendedora que se llamaba Miriam, que le tenían rencor por haber conseguido el ascenso antes que ellos, y solían ponerle las cosas difíciles.
Un día, una anciana pasó a su sección y dijo que precisaba un vestido para la boda de su nieta. "Llevo algún tiempo ahorrando y esta tienda es de las mejores, ¿no?", dijo.
"Por supuesto, señora", dijo Gerardo. Se fijó en la ropa simple y remendada de la mujer, y en sus zapatos que parecían haber andado por todos los caminos del mundo. ¿Realmente pensaría gastarse todos sus ahorros en la boutique?
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"¿Puede ayudarme a encontrar algo apropiado?", preguntó.
"Por supuesto. Mi nombre es Gerardo, y estoy a su orden. ¿Cuál es el suyo?"
"¡Encantada! Yo soy Luisa Suárez".
"Mucho gusto, señora Suárez. Bien, ¿podré preguntar cuál es su presupuesto para esta ocasión?"
"Tengo 100 dólares ahorrados. Creo que debería alcanzarme para vestido y zapatos", dijo la señora Suárez mientras miraba la ropa en los percheros. "¿Qué piensa de este para una boda?".
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"Es una maravillosa opción para cualquier ocasión elegante", le respondió, pero estaba preocupado. Los vestidos en esa sección no bajaban de los 250 dólares, y esto amenazaba con convertirse en una pérdida de tiempo. "Mire, señora Suárez, tal vez debería..."
"Quiero que mi nieta esté orgullosa de mí", dijo. "Se casa con un hombre de dinero, y su familia seguro se va a gastar una fortuna en vestuario. Este está muy bien, me lo probaré", dijo, y se dirigió a los probadores antes de que Gerardo pudiera detenerla.
Él no quería aguarle la fiesta, pero sabía que con su presupuesto no le alcanzaba para comprarse el vestido en esa sección de la tienda. Y lo estaba haciendo perder el tiempo. Otros clientes que sí podían comprar se estaban yendo con sus colegas mientras tanto.
"Señora, ¿ya vio las opciones de la planta baja de esta tienda?", preguntó.
"Oh, sí, miré por allí, pero una vendedora muy amable me dijo que subiera y encontrara a un joven alto que me iba a ayudar a encontrar el vestido apropiado", dijo. "¿Y diga, tendrá zapatos que combinen con este vestido?".
"Sí, claro", dijo Gerardo, y fue a buscarlos, maldiciendo a Miriam en su mente. Seguro que había sido ella. Le gustaba humillar a clientes con menos dinero y hacer que se sintieran mal por no poder comprar allí.
Gerardo le llevó unos zapatos que lucían espectaculares con el calzado. La señora Suárez estaba extasiada... hasta que pidió el precio.
"Lo siento, señora. Estaba intentando decírselo, pero esta es la sección más cara de la tienda. El vestido cuesta 300 dólares, y los zapatos 75". Odiaba tener que desilusionarla, pero era todo culpa de Miriam.
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"No lo entiendo. ¿Por qué aquella dama me envió aquí entonces? ¿Se están burlando de mí?", dijo la señora Suárez, con el ceño fruncido.
"Por supuesto que no, señora. No sé por qué la envió aquí, ha de haber sido un error, pero hay otra vendedora que puede ayudarla abajo, su nombre es Cindy y es muy amable", le sugirió.
"No, gracias. No necesito más humillaciones", dijo la señora Suárez, dolida. Su sonrisa se había desvanecido, y salió con rostro amargado de la tierra. Gerardo sintió más animadversión hacia Miriam.
La señora volvió al probador a quitarse el vestido. Cuando salió, se lo entregó a Gerardo con lágrimas en los ojos. "Aquí tiene. Iré a otro sitio a buscar mi vestido", dijo, con gesto digno.
Gerardo la vio alejarse en su vestido ajado y sus zapatos maltrechos, y no pudo dejarla ir así. "Señora Suárez, espere un minuto", dijo, mientras tomaba una bolsa y la caja de zapatos. "Aquí tiene", le dijo.
"¿Qué es esto? No puedo pagarlo, ¿es otra broma del personal?", reaccionó indignada la señora.
"No, en absoluto, señora Suárez. Esto es porque nuestra tienda no avala ese tipo de actitud de parte de los vendedores. Quédese tranquila, conversaré con el gerente sobre este asunto. Pero es otra cosa además", dijo Gerardo.
"¿Qué?"
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"Usted me recuerda mucho a mi abuela. Pero ella falleció cuando yo era adolescente. No teníamos mucho dinero, pero a ella le encantaba la moda. Le prometí que le compraría un vestido de diseñador alguna vez, y esta es mi oportunidad", dijo.
"Oh, muchísimas gracias, no sé qué decir", respondió emocionada la señora Suárez.
"Nada que decir, señora Suárez. Todos los clientes merecen respeto, sin importar el presupuesto. Y comprarle este vestido me hará muy feliz", explicó Gerardo. La señora Suárez le agradeció y le dio un abrazo.
Se fue de la tienda sonriente y saludando. Miriam la miró con la boca abierta. Por su parte, Gerardo pagó el vestido de su bolsillo, pero en la tienda dijo que la señora en realidad tenía un sobrino de dinero que le pagó todo.
A la semana siguiente, el gerente despidió a Miriam, a raíz de las quejas de muchos clientes que ella había maltratado.
¿Qué podemos aprender de esta historia?
- Trata a todos con respeto. El hecho de que la señora Suárez no tuviera dinero no significa que pudieran faltarle el respeto.
- Sé amable con los demás. El gesto de Gerardo pudo cambiar el día para la señora Suárez. Una buena acción puede significar el mundo para otra persona.
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Este relato está inspirado en la historia de un lector y ha sido escrito por un redactor profesional. Cualquier parecido con nombres o ubicaciones reales es pura coincidencia. Todas las imágenes mostradas son exclusivamente de carácter ilustrativo. Comparte tu historia con nosotros, podría cambiar la vida de alguien. Si deseas compartir tu historia, envíala a info@amomama.com.