Todo el mundo se queda mirando y nadie quiere atender a la anciana pobre que entra al salón de belleza - Historia del día
Una señora mayor entró en la peluquería más prestigiosa de la ciudad para un cambio de imagen, pero todos se negaron a atenderla.
Darla Trejo se enorgullecía de ser dueña del salón más prestigioso de la ciudad. Sus clientes eran personajes de la farándula y estrellas del espectáculo.
A Trejo le sorprendió ver a una mujer en un vestido gris y apagado, con calzado más pensado para el confort que para las pasarelas, entrando a su establecimiento. Frida, la recepcionista, la miró de arriba a abajo.
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"¿Esto es "Cámara oculta"?", preguntó Frida.
La anciana sonrió y miró a su alrededor. "¡No veo ninguna cámara!", dijo alegremente.
"¿Tiene usted una cita?", dijo la recepcionista.
La mujer mayor parecía confundida. "¿Una cita? ¿Como la de los médicos? No sabía que necesitaba una. Estaba viendo un documental el otro día, sobre Helen Mirren preparándose para los Óscar y entró directamente...".
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Frida se rio. "Tú no eres Helen Mirren, y además, ELLA tenía una cita".
"Por favor", dijo la desconocida, "¿habrá forma de abrir un turno? Esta tarde se casa mi nieta y quiero lucir lo mejor posible...".
Una de las coloristas, al pasar, le dedicó una sonrisa sardónica. "Cariño, ¡lo mejor te debe haber pasado hace por lo menos 40 años!".
La manicurista, que estaba haciendo extravagantes esculturas de gel en las uñas de una famosa influencer de TikTok se mofó: "¡Tú lo has dicho, hermana!".
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Una de las mejores clientas del salón le indicó a Darla que se acercara. "Darla, querida... No es por ser elitista ni nada por el estilo (SABES que siempre doy a los pobres), ¡pero esa mujer está bajando la categoría de tu salón!
Darla sonrió dulcemente y le aseguró a su cliente que se encargaría de ello. Se acercó a la recepción. "Frida, ¿cuál es el problema?", preguntó.
"Esta dama quiere arreglarse el cabello, pero no tiene una cita", explicó Frida.
"Estimada", dijo Darla con tono de superioridad. "Me temo que no la podemos ayudar. Hay un salón de belleza de una organización de caridad a tres cuadras que hace peluquería para los indigentes los martes, le sugiero que vaya allí".
La señora se irguió. "No soy indigente, y puedo pagar mi corte de pelo. Solo quiero un turno de peluquería".
Darla señaló la agenda con un guiño a Frida. "Frida querida, a ver cuándo podemos hacer un hueco a esta señora".
Frida fingió hojear el libro, suspiró y sacudió la cabeza con pesar. "Lo siento mucho... Toda la tarde está reservada por la fiesta de la boda de Matías Cortéz. Lo siento".
"Pero si es la boda a la que voy a ir", gritó feliz la señora mayor. "Solo tienes que hacerme un hueco...".
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Darla estaba por echar a la mujer con palabras nada amables, cuando una de las peluqueras más jóvenes se acercó. "Disculpe, ¿señora Trejo?".
"¿Sí, Gaby?", preguntó. "¿Hay algún problema?".
"No, señora", dijo Gaby. "Estaba a punto de salir de servicio, pero puedo atender a esta señora". Darla miró fríamente a Gaby, pero no podía prohibir a su empleada que atendiera a un cliente que pagaba.
Observó con enfado cómo Gaby llevaba a la mujer a lavarse el pelo. En pocos minutos, Gaby tenía a la señora mayor (se llamaba Daniela) relajada y charlando como si fueran viejas amigas.
"He oído que esta es la mejor peluquería", dijo Daniela. "Así que he ahorrado... quería hacer esos destellos plateados, ¡pero no sé si mis 50 dólares llegarán a eso!".
Gaby, que era muy consciente de que solo el corte y lavado de cabello eran costosos, solo sonrió. "¡Cariño, ya puedes irte!". Durante las dos horas siguientes, Gaby mimó a Daniela, quien le contó todo sobre la elegante boda de su nieta.
La boda iba a ser en un reconocido hotel y todos los amigos actores de su nieta estarían allí. El novio también se dedicaba al cine, pensó Daniela, pero entre bastidores.
Gaby no solo le había cortado y peinado el pelo y aplicado brillos plateados, sino que también había maquillado a Daniela.
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El resto de los clientes, e incluso Darla, se quedaron con la boca abierta cuando la resplandeciente y segura Daniela se dirigió a la entrada del salón. "¿Cuánto te debo, querida?", le preguntó a Gaby.
"Serán 40 dólares", dijo Gaby con una sonrisa.
Una vez que Daniela se marchó, Darla gruñó: "El resto saldrá de tu sueldo, Gaby, ¡no dirijo una organización benéfica!".
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Pero esa no fue la última vez que Darla y Gaby oyeron hablar de Daniela. Al día siguiente, un famoso programa de entrevistas publicó una exclusiva sobre la boda del director ganador del Oscar Matías Cortéz con una joven y brillante escenógrafa.
Sentada con la feliz pareja y hablando de su primera experiencia en Hollywood estaba la abuela de la novia, Daniela, que tenía un aspecto fabuloso y hablaba de Gaby Martínez, la mejor peluquera.
Gaby sonrió. "¿Ves, Darla? Un cliente satisfecho trae muchos más...".
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¿Qué podemos aprender de esta historia?
- Trata a todo el mundo con amabilidad y respeto y no te equivocarás: Darla fue desagradable con Daniela porque parecía pobre, pero nunca imaginó que era la abuela política de un famoso director.
- Un acto de bondad y generosidad conlleva su propia recompensa: Gracias a su amabilidad con Daniela, Gaby se hizo famosa.
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