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Una muñeca tirada en unas escaleras | Foto: Shutterstock
Una muñeca tirada en unas escaleras | Foto: Shutterstock

Tras la muerte de mamá, mujer deja a pobre hermana sin nada, pero ella encuentra muñeca vieja en el ático - Historia del día

Diego Rivera Diaz
22 nov 2021
07:30

Una mujer discapacitada fue echada de la casa de su familia por su hermana menor luego de la triste muerte de su madre, y no pudo hacer más que aferrarse a una vieja muñeca.

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Nadia tenía siete años cuando Rosa y su esposo Daniel la adoptaron. La pareja siempre quiso tener hijos, pero no podían concebir. Optaron por adoptar a un niño mayor con necesidades especiales.

Nadia estaba en silla de ruedas, y Rosa y Daniel le dieron el primer hogar amoroso que había conocido en su vida. Dios los recompensó por su amabilidad, pues un año después de la adopción, Rosa quedó embarazada.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Shutterstock

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Shutterstock

A Nadia le encantaba la idea de ser hermana mayor, Tras el parto de Melanie, Rosa y Daniel trataron a su hija adoptiva y a su hija biológica como iguales. Melanie era adorable y creció rápido. Pero cuanto mayor se hacía, más difícil se volvía.

Era una niña exigente, testaruda e ingrata. No apreciaba todos los esfuerzos que Daniel y Rosa hacían para darle todo lo que quería, por muy difícil o costoso que fuera.

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A sus padres les fue muy bien con su pequeña tienda de regalos, pero no eran ricos, ni nada por el estilo. Pero Melanie actuaba como si lo fueran. Nadia trataba de hablar con su hermana, pero Melanie nunca quiso entrar en razón.

Un día, Melanie dijo bruscamente que si no hubiesen adoptado a Nadia, habría más para ella. Rosa la escuchó y se sintió muy herida y consternada por la frialdad de su hija menor.

Posteriormente, cuando Melanie tenía doce años de edad, Daniel sufrió un fulminante ataque al corazón. Fue una muerte repentina e inesperada, y Rosa tuvo que hacerse cargo de sus hijas y del negocio por su cuenta.

Para entonces, Nadia tenía ya veinte años de edad, por lo que estaba en posición de ayudar. Inmediatamente, entró en acción y se puso a buscar formas de ganar dinero para aportar a la familia.

Cuando tenía diez años, Nadia había aprendido a tejer gracias a una vecina que se tomó el tiempo de enseñarle. Pensó que sería una buena forma de obtener algunos ingresos.

Tras un par de horas buscando en su armario, logró conseguir una enorme y vieja bolsa con cientos de carretes de lana. Eran todos sobrantes, de muchísimos colores diferentes.

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Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Shutterstock

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Shutterstock

Esa noche, Nadie empezó a tejer un gorro de colores, de talla infantil, con guantes a juego. Al terminar la semana, tenía una docena de conjuntos, y le preguntó a su mamá si podía ponerlos en la vitrina de su tienda.

Rosa estuvo muy feliz de lucir las creaciones de su hija. Fueron todo un éxito, y se vendieron como pan caliente. Nadia estaba encantada de poder ayudar a su familia, y comenzó a sentir que podía valerse por sí misma.

Los siguientes seis años, Rosa y Nadia trabajaron duro para mantener a Melanie en su escuela privada y darle todo lo que necesitara. Pero cuando Melanie estaba a punto de comenzar la universidad, pasó algo terrible.

Un criminal desesperado asaltó la tienda de Rosa y la asesinó durante el robo. Nadia quedó destrozada, pero inmediatamente comenzó a pensar en qué hacer para asegurarse de que Melanie terminara su educación.

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Pero Melanie tenía otras prioridades. Una semana después del funeral, Melanie llegó a casa con noticias para Nadie. "¡Bueno, puedes empacar tus maletas y marcharte!", le dijo a su hermana mayor con una mueca de desprecio.

"¿Marcharme?", preguntó Nadie desconcertada. "¿A dónde me voy a marchar? Esta es nuestra casa", agregó.

"¿NUESTRA casa? ¡No, nada de eso! ¡Esta es MI casa! Acabo de ir con el abogado, y todo es mío. Soy la única hija REAL, de carne y hueso. Tú no tienes nada", gritó Melanie.

"Pero, Melanie", exclamó Nadia, "¡soy tu hermana!"

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Shutterstock

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Shutterstock

"¿Hermana? ¿Tú?", dijo Melanie con sorna. "No eres más que un parásito, y si mamá y papá querían mantener un parásito por el resto de sus vidas, allá ellos. ¡Pero yo no quiero!".

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Devastada, Nadia comenzó a empacar sus cosas. Entre cajas polvorientas llenas de baratijas en el ático, encontró una vieja muñeca.

"Vaya", dijo Nadia al recordar a la muñeca. "¡Esto era lo único que tenía conmigo cuando llegué a esta casa!". Tomó la muñeca y la sostuvo. "Bueno, aquí vamos de nuevo, al mundo...", dijo con amargura.

Empacó el resto de sus cosas y las arrastró hasta la acera. Estaba a punto de llamar a un taxi cuando la vecina de al lado se percató de lo que estaba pasando.

"¡Nadia!", exclamó la vecina. "¿Adónde vas?". "Hola, señora Delfino. Pues, me marcho", respondió Nadia. "¿Pero te marchas por qué?", preguntó la Sra. Delfino, notando los ojos rojos de Nadia y su rostro hinchado por las lágrimas.

"La casa es de Melanie ahora, y ella quiere que me vaya", explicó Nadia. "Me dijo que quiere vender la tienda de mis padres, así que yo solo sería una carga".

Los ojos de la Sra. Delfino brillaron de ira. "¿Entonces, ella te va a dejar en la calle, en silla de ruedas, sin un centavo a tu nombre, y sin ningún lugar adonde ir?", cuestionó la señora.

Los ojos de Nadia se llenaron de lágrimas. No podía hablar. Simplemente asintió. La Sra. Delfino la abrazó con fuerza. "Nadia, te vas a quedar conmigo. Ahora tengo mi casa sola, hay mucho espacio", dijo con una gran sonrisa.

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Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Shutterstock

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Shutterstock

"Pero no tengo dinero", dijo Nadie. "¡No quiero ser una carga para nadie!"

"Y no tienes que serlo. Tú haces tus suéteres, bolsos y gorros. Yo puedo llevarte los domingos a la feria de artesanías. ¡Serás todo un éxito! Estoy segura", dijo la Sra. Delfino.

Nadie le dio un vistazo a la vieja muñeca en su regazo y sonrió. "Creo que eres de buena suerte", le susurró a la muñeca, "¡así que tú también vendrás!"

Nadie tejió ropa nueva y colorida para su muñeca, y cada domingo se sentaba con ella en su puesto en la feria. Sus tejidos fueron increíblemente populares. No podía satisfacer la demanda.

Un domingo, escuchó una voz chillona gritando cerca. "¡Quiero esa muñeca, mami!". Era una niña de unos siete años, que arrastraba a una mujer alta y elegante por las faldas.

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La mujer miró a la muñeca, luego vio los llamativos y desenfrenados colores de los tejidos de Nadia. "¿Los haces tú misma?", le preguntó. "¿Quién los diseña?"

"Yo los diseño", dijo Nadia, con mucho orgullo. "Y también los tejo".

"Tengo una fábrica de tejidos", dijo la mujer. "Necesito a alguien con una visión fresca y única como tú". Acto seguido, le ofreció a Nadia un trabajo como diseñadora. A los pocos años, Nadia tenía su propia marca y era bastante famosa.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Shutterstock

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Shutterstock

Un día, recibió una visita inesperada en su nuevo y precioso atelier: ¡era Melanie! "¡Nadia! ¡Mi querida hermana!", exclamó, mientras corría a abrazarla en su silla de ruedas.

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Melanie lucía muy mal. Su ropa estaba sucia, se veía muy delgada, y parecía haber pasado hambre. "Hola, Melanie. ¿Qué haces aquí?", preguntó Nadia con calma.

"Vi una de tus entrevistas en la televisión... ¡GUAU! ¡Fue impresionante! Así que pensé que debía decirle a mi hermana mayor lo orgullosa que estoy de ella", dijo Melanie con una sonrisa. Nadia notó que sus dientes también se veían terribles.

"Entonces, ¿quieres dinero, no?, ¿Es eso?", preguntó Nadia. "¡No! Claro que no, para nada. Nada que ver con eso, hermana. Solo quería felicitarte", dijo Melanie. En ningún momento dejó de sonreír.

"Me echaste de mi casa, Melanie. Te quedaste con la casa de mis padres. Vendiste su tienda. Esas cosas también me pertenecían, y tú me engañaste y me robaste", dijo Nadia, con toda la calma del mundo.

"Pero Nadia... no entiendes, tuve muy mala suerte, y...", comenzó a decir Melanie, pero Nadia la atajó. "Sea como sea, soy tu hermana mayor. Por el amor de mamá y papá, te ayudaré", dijo Nadia.

Y eso hizo. Le encontró un modesto departamento y un trabajo en una de sus fábricas. Se aseguró de que siempre tuviera dinero con qué comer, pero la relación entre las hermanas jamás fue reparada.

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No importa cuánto dijera Melanie que amaba a su hermana, Nadia sabía que no podía confiar en ella. Pudo perdonar la traición de su hermana, pero jamás olvidó la lección de vida que Melanie le enseñó, o el dolor de su traición.

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Shutterstock

Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Shutterstock

¿Qué podemos aprender de esta historia?

  • Todos tenemos un talento especial, algo que nos hace únicos. Nadia convirtió sus tejidos en un negocio millonario, gracias a su vieja muñeca y al apoyo de su vecina.
  • La gratitud y bondad son las marcas de un buen corazón. Aunque Melanie la robó y abandonó, Nadia la ayudó por amor a sus padres.

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Este relato está inspirado en la vida cotidiana de nuestros lectores y ha sido escrito por un redactor profesional. Cualquier parecido con nombres o ubicaciones reales es pura coincidencia. Todas las imágenes mostradas son exclusivamente de carácter ilustrativo. Comparte tu historia con nosotros, podría cambiar la vida de alguien. Si deseas compartir tu historia, envíala a info@amomama.com.

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