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Estanterías de libros usados que se venden en la calle | Fuente: Shutterstock
Estanterías de libros usados que se venden en la calle | Fuente: Shutterstock

Mujer mayor oye a nieta burlarse de señora que vende libros de segunda mano en la calle - Historia del día

Una abuela sabia le enseña a su arrogante nieta adolescente una valiosa lección sobre la bondad y los buenos modales.

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Julia Cardozo suspiró cuando su nieta de trece años, Laura, entró en la habitación haciendo pucheros. “¡No puedo creer que voy a estar aquí DOS SEMANAS sin Netflix! ¿Cómo voy a sobrevivir?”.

“Cariño”, dijo Julia con suavidad, “¡sabes que no es tan malo! Tengo Wi-Fi y cable, y mucho que hacer y libros para leer...”. Pero internamente, Julia se hacía la misma pregunta: ¿Cómo iba a sobrevivir ELLA dos semanas con su nieta malcriada y arrogante?

Imagen con fines ilustrativos. | Fuente: Pexels

Imagen con fines ilustrativos. | Fuente: Pexels

Amanda, la hija de Julia, se acababa de someter a una cirugía de reemplazo de rodilla después de una lesión grave durante un viaje familiar.

La mujer mayor se había ofrecido a llevarse a Laura para su casa durante las dos semanas para darle a su hija la oportunidad de recuperarse sin la presencia de una adolescente quejumbrosa.

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Ahora Julia se preguntaba si podría manejar a su nieta. La jovencita era encantadora y dulce en un momento, y un monstruo malcriado insoportable al siguiente. La abuela nunca sabía con qué tendría que lidiar.

“Bueno, cariño”, dijo la mujer mayor. “Estaba pensando, ¿por qué no vamos a la ciudad mañana? Caminaremos, haremos turismo, tal vez iríamos de compras. ¿Qué piensas?”.

Laura se burló. “¿De compras? ¿En esta aldea? ¡Debes estar soñando!”.

“Vamos, el lugar no está tan mal”, dijo Julia con calma. “Creo que te sorprenderás”.

Imagen con fines ilustrativos. | Fuente: Unsplash

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De hecho, la ciudad en la que vivía Julia era encantadora, con muchas tiendas originales y pintorescas, incluida una tienda de música vintage. Ella estaba segura de que Laura encontraría algo que le interesara.

Al día siguiente partieron en el viejo automóvil de la abuela, aparcaron en la calle principal y se bajaron. Julia señaló un restaurante antiguo y encantador con una fuente de refrescos antigua y completamente funcional.

“Ahí es donde tú y tu abuelo solían reunirse para tomar batidos”, dijo sonriendo.

Pero Laura lanzó una mirada desdeñosa al restaurante y olfateó. “¿No hay un Starbucks por aquí?”.

“Nop”, dijo Julia alegremente. “Pero tenemos una pastelería que sirve el capuchino más delicioso que jamás hayas probado, ¡y su chocolate caliente es para morirse!”.

“No estoy interesada”, gritó la chica y comenzó a alejarse de su abuela, mirando por los escaparates de las tiendas con una mirada desdeñosa. Luego, un poco más abajo, Laura vio un puesto de libros callejeros y se dirigió hacia él.

Imagen con fines ilustrativos. | Fuente: Unsplash

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La jovencita comenzó a hojear los libros en las estanterías sin siquiera saludar a la dama de rostro dulce y cabello blanco que era dueña del puesto. La mujer sonrió y dijo: “¡Buenos días, querida! ¿Buscas algo para tus vacaciones de verano?”.

Laura hojeó un libro y mostró su descontento. “¡Honestamente, no hay nada aquí que valga la pena leer!”.

La mujer mantenía su sonrisa. “Bueno, ¿qué tal algunos de estos libros para adultos jóvenes? ¿Te gustan las aventuras o las historias de detectives?”.

“¡No tienes exactamente bestsellers en tus estantes!”, dijo Laura burlonamente, y la mujer se sonrojó. Pasó junto a la chica y tomó un libro.

“Creo que te puede gustar esto, ‘Ana la de Tejas Verdes’. Había una serie de televisión...”, dijo la mujer.

Laura resopló con fastidio. “Yo solo veo Netflix”, dijo, pero le arrebató el libro de las manos a la mujer con rudeza. Lo hojeó, leyó algunas páginas, se metió la mano en el bolsillo y sacó unos billetes. “Toma, eso debería ser suficiente”.

La mujer tomó el dinero y preguntó: "¿Quieres una bolsa o te lo envuelvo?".

Imagen con fines ilustrativos. | Fuente: Pexels

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“¡Una bolsa, obvio!”, dijo Laura con frialdad. “¡No le daría un libro tan andrajoso a nadie como regalo!”. La mujer se sonrojó y le entregó su libro en una bolsa y la chica se dio la vuelta y se alejó.

Julia, que había estado observando y escuchando a su nieta, movió la cabeza con tristeza. Entonces la alcanzó.

“¡Laura, debo decir que fuiste desagradable con esa señora! Y muy maleducada, ni siquiera dijiste por favor o gracias. Estoy segura de que tu madre te enseñó modales”.

"¿Por favor? ¿Gracias? ¿Por qué? ¡Le estoy haciendo un favor comprándole su tonto libro!", dijo Laura enojada.

Julia suspiró y dijo: "Sabes, mi abuela me enseñó que por favor y gracias son la sal y el azúcar de la vida".

Laura sacudió la cabeza. "Escucha, abuela, no tengo 5 años, ¿OK? ¡No tengo paciencia para esos viejos y sus estúpidos dichos!".

Imagen con fines ilustrativos. | Fuente: Pixabay

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Julia no dijo una palabra más, pero pensó que era hora de que le enseñara a Laura por qué es importante no ser descortés.

Entonces, cuando la jovencita le preguntó qué había para cenar, ella dijo: “Caray, ya que extrañas tanto a McDonald's, estoy haciendo hamburguesas y papas fritas, ¿está bien?”.

“¡Sí!”, gritó Laura. “¡Comida REAL! ¿Y podrías hacer tu tarta de queso especial, abuela?”.

“Por supuesto, querida”, dijo Julia con una sonrisa maliciosa. ¡Pero Laura no sabía lo que le esperaba!

Cuando la cena estuvo lista, Julia llamó a su nieta y la chica se sentó. La abuela le había preparado una hamburguesa doble con queso con tocino y patatas fritas, tal como a ella le gustaba.

Pero después de que Laura dio su primer bocado, frunció el ceño. “¡Esto es horrible! No sabe a NADA”, gritó. “¡No puedo comer esto!”.

Sin decir palabra, Julia recogió la hamburguesa y le llevó a Laura una rebanada de tarta de queso. La jovencita tomó un gran bocado del cremoso postre, pero momentos después lo escupió.

Imagen con fines ilustrativos. | Fuente: Unsplash

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“Ay, Dios mío, abuela”, gritó la chica. “¡Está AGRIA! ¿Qué pasa con toda la comida de hoy?”.

Julia sonrió. “Laura, quería que vieras cómo sabe la comida sin sal y azúcar. Sigue siendo nutritiva, ¿no? Todavía puedes comerla, pero no es deliciosa. Por favor y gracias, son la sal y el azúcar que espolvoreamos en nuestras conversaciones”.

La joven miró fijamente a su abuela y un lento rubor tiñó sus mejillas. “Lo siento abuela”, dijo. “No quise ser desagradable contigo”.

“Ay, querida”, dijo Julia. “¡Eres muy joven y tienes mucho que aprender! ¡Pero estoy feliz de ver que tienes el gran corazón para disculparte cuando ves que has hecho mal!”.

Julia abrazó a su nieta y le llevó una segunda hamburguesa, una cocinada con sal y especias, y una rebanada de un pastel de queso dulce y cremoso con cobertura de fresa.

Durante las siguientes dos semanas, la jovencita se portó de forma educada y amable, e incluso aprendió a cocinar. Cuando regresó con su madre, Amanda se sorprendió por el cambio en su hija. Las abuelas tienen su propia magia especial.

Imagen con fines ilustrativos. | Fuente: Pexels

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¿Qué podemos aprender de esta historia?

  • Tratar a las personas con cortesía es una señal de respeto. Trata a las personas como te gustaría que te trataran a ti: con respeto y dignidad, eso fue lo que Laura aprendió.
  • La sabiduría de nuestros mayores puede ayudarnos a superar los obstáculos de la vida. Laura aprendió una lección valiosa de su abuela y que le será de gran utilidad por el resto de su vida.

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Este relato está inspirado en la vida cotidiana de nuestros lectores y ha sido escrito por un redactor profesional. Cualquier parecido con nombres o ubicaciones reales es pura coincidencia. Todas las imágenes mostradas son exclusivamente de carácter ilustrativo. Comparte tu historia con nosotros, podría cambiar la vida de alguien. Si deseas compartir tu historia, envíala a info@amomama.com.

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