Maestra sigue a estudiante de 12 años que busca comida en un basurero antes de Navidad - Historia del día
Tras percatarse de que su alumno no come su almuerzo y con frecuencia se zambulle en la basura para buscar comida, una maestra sospecha de él y decide seguirlo. Lo que descubre cambia su vida.
Sandra González trabajaba como maestra en una encantadora escuela. A pesar de tener un doctorado, había decidido aceptar ese cargo para estar cerca de los niños, y compensar los que la vida no le había dado.
Sandra tenía un comportamiento dulce y amable, por lo que todos sus alumnos la adoraban tanto como ella los amaba. Siempre estaba tratando de ayudarlos y se interesaba en sus vidas. ¿Quién diría que su curiosidad la llevaría a descubrir algo inesperado?
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Un día, cuando Sandra pasaba frente a su salón de clases durante la pausa del almuerzo, notó que uno de sus alumnos, Roberto Hurtado, de 12 años, estaba sentado en silencio en un rincón, mirando fijamente por la ventana.
Su lonchera estaba justo frente a él, pero ni siquiera la había abierto y parecía bastante distraído. “¿Por qué no come? Él siempre está muy ansioso por la pausa del almuerzo. ¿No se siente bien hoy?” se preguntó. Cuando estaba a punto de acercarse a él, la directora, la Sra. Armas, la llamó y tuvo que irse.
Al día siguiente, Sandra había hecho una nota mental para preguntarle a Roberto por qué no había almorzado el día anterior, pero cuando llegó a clase, no lo estaba por ningún lado. Miró por la ventana y vio que Roberto se alejaba con su almuerzo y una bolsa de plástico en la mano. Sandra dejó la clase y siguió al niño en silencio.
Pronto lo descubrió metido en el basurero, buscando y recogiendo las sobras que encontraba y metiéndolas en la bolsa. “Oh cielos”, exclamó sorprendida, mientras tapaba su boca por el horror. “¿Por qué está haciendo eso?”.
De repente, Roberto levantó la vista del cubo de basura, escaneó el área en busca de alguien que pudiera haberlo notado, y se apresuró a alejarse.
Sandra quería seguirlo y preguntarle por qué estaba haciendo eso, pero aún quedaban algunas clases antes de que terminara su turno, así que decidió enfrentarse a Roberto al día siguiente.
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Lamentablemente, cuando llegó la hora del almuerzo al día siguiente, Roberto volvió a desaparecer. Ella miró por la ventana, sin embargo, no logró verlo, Corrió detrás de la escuela hacia el contenedor de basura, y tampoco estaba allí.
Abatida, siguió caminando frente al contenedor de basura y de repente notó que Roberto cruzaba la calle con la misma bolsa que había usado para guardar las sobras el día anterior.
“Descubriré a dónde va este chico todos los días. ¡Estoy bastante segura de que hay algo que ha estado escondiendo todo el tiempo!”.
Sandra le envió un mensaje de texto al director sobre su ausencia de la escuela, citando razones de salud, y tomó un taxi local para seguir al niño.
La Navidad estaba a unos pocos días, y Sandra sabía que si le decía al director que necesitaba una licencia por cualquier motivo que no fuera su salud, se la negarían porque había mucho trabajo por hacer para la próxima función navideña en la escuela.
Así que la mujer no tuvo más remedio que mentir, en contra de sus principios. Mientras estaba sentada en el taxi, le pidió al conductor que condujera despacio para que Roberto no la notara.
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Podía ver que el niño paseaba feliz por la calle con las sobras; ella no tenía ni idea de por qué estaba haciendo eso. De repente, Roberto entró en un carril estrecho donde Sandra ya no podía pasar con el taxi. Así que se bajó y lo siguió hasta que llegó a una casa vieja en ruinas.
Sandra se escondió en un callejón no muy lejos de la casa, mirando a Roberto, quien se alejó apresuradamente después de dejar la bolsa y su lonchera en la puerta. Decidió acercarse a él por detrás y enfrentarlo.
Repentinamente, se abrió la puerta de la vieja casa y salieron dos pequeños, un niño y una niña. La niña parecía tener la edad de Roberto o más, pero el niño no parecía tener más de cinco años.
Sintiendo curiosidad por saber quiénes eran, Sandra comenzó a caminar hacia la casa cuando notó que una mujer salía de ella. Su apariencia era andrajosa, el cabello lucía desordenado y tenía una expresión severa en su rostro.
Sandra pudo ver que las expresiones felices en los rostros de los niños se desvanecieron cuando se volvieron y miraron a la mujer.
“¿Cuántas veces les he dicho que no salgan de la casa sin mi permiso? ¡Son tan inútiles como su padre! ¡Él nunca me escuchó, y ahora ustedes hacen lo mismo!” les gritó. De inmediato los sujetó por las orejas hasta el punto que los niños empezaron a llorar de dolor.
“¡Mamá! ¡Por favor, no hagas eso, por favor!”, suplicó la niña. “Duele mucho”.
“¡Sí, mami! Lo sentimos”, agregó el niño.
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Sandra no pudo soportarlo más cuando vio a la mujer insultando a los niños y decidió confrontarla. Al acercarse a la mujer, detectó un fuerte olor a alcohol.
“¿Qué clase de madre eres?”, le dijo con una mirada severa en su rostro. “Sé que son tus hijos y no debería interferir, pero ¿no ves que están sufriendo?”.
“¿Y quién diablos eres tú para interferir? ELLOS SON MIS HIJOS. ¡HARÉ LO QUE QUIERA!”, replicó la mujer.
De repente, los niños se apartaron de su madre y se ocultaron detrás de Sandra. “Por favor, ayúdanos. Ella no nos da comida, y se gasta todo en alcohol. ¡Por favor, no nos dejes solos con ella!”, le suplicó la niña.
“No se preocupen”, tranquilizó Sandra a la niña. “¡Ella ya no les hará daño!”.
Sandra rápidamente tomó su teléfono y le envió un mensaje de texto a su esposo Jaime con la dirección, pidiéndole que fuera de inmediato. Él era un oficial de policía del estado y su equipo había estado haciendo rondas en el vecindario donde estaba Sandra.
En segundos, él y sus compañeros de equipo llegaron y rescataron a los niños. La mujer fue arrestada por abuso infantil, y cuando la policía registró su casa, descubrió no solo botellas de alcohol, sino también un maletín lleno de dinero en efectivo.
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Aparentemente, el padre de los niños había tenido un buen seguro de vida que debió haber sido utilizado para los niños tuvieran una buena vida.
Sandra y Jaime llevaron a los niños, Jazmín y Saúl, a la estación de policía, donde los pequeños grabaron sus declaraciones, y luego a su casa. Allí se dieron un buen baño, se pusieron ropa limpia y pudieron comer una rica cena.
Más tarde esa noche, cuando la pareja se sentó junto a los niños que dormían, decidieron que los adoptarían y les darían una nueva vida. Habían estado tratando de tener niños durante años, y finalmente, ¡Dios los había bendecido con dos hermosos niños!
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Por otro lado, la mujer que había abusado de sus hijos, perdió su patria potestad y fue condenada a prisión por la corte. En contraste con eso, Roberto, quien había decidido ayudar a Jazmín y Saúl, fue elogiado por su valentía y amabilidad por el director de la escuela durante la función navideña.
Resultó que el niño se había estado escapando con las sobras todos los días durante la pausa del almuerzo sin decírselo a nadie, ya que le preocupaba que su madre lo regañara si descubría que estaba ayudando a los niños.
Ella le había advertido que se mantuviera alejado de ellos porque su madre era alcohólica y muy hostil. Pero afortunadamente, a través del acto de Roberto, se dio cuenta al final de que ella misma debió haber ayudado a esos pequeños.
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En compensación, en la víspera de Navidad invitó a Sandra, su esposo y los niños a su casa y les preparó una deliciosa cena de Navidad, que compartieron llenos de alegría y amor.
Se contaron divertidas historias y elogiaron a Roberto no solo por hacer lo correcto, sino también por traer un milagro en la víspera de Navidad en la vida de dos niños que estaban viviendo una vida miserable.
¿Qué podemos aprender de esta historia?
- A veces, los niños pueden darle grandes lecciones a los mayores. Roberto hizo que su madre se diera cuenta de que se había equivocado al decirle que se mantuviera alejado de los niños y no los ayudara.
- Un pequeño acto de bondad puede marcar una gran diferencia en la vida de alguien. El acto de amor de Roberto no solo los ayudó a escapar de un destino sombrío, sino que también les proporcionó un nuevo hogar.
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