Niña le da oso de peluche a niño mudo: 20 años después halla el mismo juguete en su puerta - Historia del día
Emma tenía solamente seis años y no tenía idea de que su gesto de generosidad tan especial transformaría la vida de un pequeño niño afligido para siempre.
Cuando Emma Soto tenía dos años, su tío Hugo le trajo un osito de peluche para Navidad de uno de sus viajes a Europa. Era el muñeco más hermoso y tierno del mundo, y ella se enamoró de él al instante.
Durante los siguientes cuatro años, el Sr. Abrazos (así se llamaba el osito de peluche) iba a dondequiera que iba Emma, incluso a la escuela, y dormía en sus brazos todas las noches.
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Nadie podría haber imaginado que Emma regalaría su peluche favorito, pero lo hizo. Pasarían 20 años antes de que ella lo volviera a ver.
Todo sucedió porque su hermano Gustavo, que tenía ocho años, se puso muy enfermo y el médico le dijo que tenía que ir al hospital para que le extrajeran las amígdalas. Emma estaba preocupada; lo amaba a pesar de lo mucho que se burlaba de ella, pero mamá dijo que no era gran cosa.
Gustavo iría al hospital un día y saldría al siguiente. “¿Podemos ir a visitarlo?”, preguntó Emma, y mamá dijo que sí. Fue muy emocionante porque ella nunca antes había estado en un hospital.
Gustavo estaba acostado en una cama grande de una habitación verde, y había otra cama allí con otro niño. Emma abrazó a Gustavo y le hizo abrazar al Sr. Abrazos también, luego le preguntó: “¿Quién es ese chico?”.
“No lo sé”, dijo Gustavo. “No creo que hable en absoluto. Las enfermeras vienen, pero él no las mira. Simplemente, llora todo el tiempo”.
Emma tenía curiosidad, así que mientras Gustavo hablaba con sus padres, ella se deslizó hacia el otro lado de la habitación y se asomó detrás de la cortina para ver al chico que no hablaba.
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El niño tenía grandes ojos tristes, y sus párpados estaban hinchados de tanto llorar. “¡Hola!”, dijo alegremente. “¡Soy Emma, y este es el Sr. Abrazos, mi osito de peluche!”.
El chico no dijo nada. Simplemente, cerró los ojos con fuerza y apartó la cara. “Mi hermano dice que no hablas y lloras todo el tiempo”, dijo Emma. “¿Es porque estás triste?”.
A Emma le pareció que el chico había asentido con la cabeza, pero no estaba segura. “Sabes, cuando estoy triste hablo con el Sr. Abrazos. Es un oso mágico. ¡Mi tío Hugo dice que concede deseos mágicos!”.
“¿Tienes algún deseo especial?”, preguntó Emma. Luego vio que una lágrima rodaba lentamente por la mejilla del chico. En ese momento, supo que el Sr. Abrazos tenía una misión importante: ayudar a ese niño.
“Escucha”, dijo Emma: “Voy a dejar al Sr. Abrazos contigo porque creo que lo necesitas más que yo. Cuando estés bien, puedes traerlo de vuelta, ¿está bien?”.
La niña colocó su osito de peluche en las manos del niño, y él lo acercó a su pecho y lo abrazó con fuerza. Sus ojos se abrieron de par en par y miraron a Emma con agradecimiento
“Mi nombre es Emma Soto y vivo en el número 23 de Santa María”, dijo. “Mi mamá me hizo aprender eso en caso de que me pierda. ¡Ahí es donde puedes llevar al Sr. Abrazos!”.
En ese momento, la mamá de Emma comenzó a llamarla y ella se despidió del niño y del Sr. Abrazos. Nadie se dio cuenta de que la niña no tenía al peluche hasta que llegó la hora de acostarse.
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“Emma”, dijo mamá, “¿dónde está el Sr. Abrazos?”.
“Lo dejé en el hospital”, dijo Emma, y su voz tembló un poco. “Ese pequeño niño triste lo necesitaba más que yo”.
“Eso fue muy amable y muy valiente de tu parte, Emma”, dijo su mamá gentilmente y fingió que no veía las lágrimas en las pequeñas mejillas de la niña.
Emma extrañaba mucho al Sr. Abrazos, pero fue olvidándolo con el paso del tiempo. Un día, cuando tenía 26 años y visitaba a sus padres, alguien tocó el timbre.
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Emma abrió la puerta y vio un osito de peluche muy desaliñado en el umbral. “¡Sr. Abrazos!”, gritó. Luego vio a un hombre alejarse.
“Espera”, gritó. “Espera…”
El hombre se dio la vuelta y en el momento en que vio sus ojos reconoció al chico del hospital. “Por favor, espera”, dijo Emma. “¡He pensado en ti durante años! ¡Me alegro de que estés bien!”.
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El hombre sonrió y dijo: “Yo también pensé en ti, y sentía que era hora de traer al Sr. Abrazos a casa. Lamento haber tardado tanto, pero estaba viviendo en otra ciudad con mis abuelos”.
“Te acordaste de lo que dije”, dijo Emma con una sonrisa.
“Todos estos años he querido agradecerte por el regalo mágico que me diste hace tantos años”, dijo. “Verás, mis padres habían muerto en un terrible accidente y yo estaba muy malherido”.
“No podía hablar, pero te creí cuando dijiste que el Sr. Abrazos era mágico, así que comencé a susurrarle. Le pedí un deseo mágico, que mi familia regresara. Por supuesto, no hubo milagro…”
“Pero seguí hablando con el Sr. Abrazos, hablándole de mi mamá y mi papá para no olvidarlos, y luego comencé a hablar con otras personas y así logré sanar”.
“Oh”, dijo Emma con lágrimas en los ojos. “Ojalá el Sr. Abrazos hubiese sido realmente mágico”.
“Pero lo fue Emma”, dijo el hombre que había sido un niño con el corazón roto. “La magia del Sr. Abrazos fue que me lo diste con amor, y el amor cura todas las heridas”.
Emma le dio un fuerte y prolongado abrazo y lo invitó a celebrar el regreso a casa del Sr. Abrazos.
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¿Qué podemos aprender de esta historia?
- La esperanza es un regalo invaluable. Cuando Emma le dio el oso de peluche “mágico” al niño afligido, le dio esperanza y alguien a quien amar.
- La bondad puede atravesar la barrera del dolor para curar un corazón roto. La amabilidad de Emma ayudó al niño a salir de su depresión y sanar.
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