Pobre niño perdido en el bosque ve una casa abandonada y oye el llanto de un bebé adentro - Historia del día
En una tarde de pesca con su padre, Frank se encontró perdido en el bosque en medio de la lluvia. Se refugió en una casa abandonada, donde se escuchaba el llanto de un bebé. Lo que descubrió dentro impactaría la vida de todos.
A los 14 años, a Frank le gustaba estar al aire libre con su padre. Eran de escasos recursos, así que disfrutaban de las cosas gratis que la vida les ofrecía, como ir de campamento, hacer caminatas y pescar en el lago cercano.
Frank y su padre Jaime se habían apoyado mutuamente durante la última década. Su madre los había dejado diez años atrás; solicitó el divorcio y se casó con un rico hombre de negocios.
Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Getty Images
Ese fin de semana, padre e hijo decidieron ir a pescar. Era una tarde encantadora, el sol brillaba y, aunque hacía mucho calor, la temperatura era lo suficientemente agradable para que pudieran disfrutar de estar al aire libre.
Después de permanecer sentado un par de horas con su padre, Frank le dijo que caminaría por el sendero para estirar las piernas antes de volver a pescar. Jaime estuvo de acuerdo; su hijo había estado en este camino muchas veces. Estaba seguro de que no se perdería.
Mientras caminaba, el jovencito se distrajo y dio un giro equivocado. Después de un tiempo, se dio cuenta de que estaba perdido y no sabía cómo volver. Repentinamente, el sol desapareció y oscuras nubes comenzaron a formarse en el cielo.
“Con razón hacía tanto calor hoy. Está a punto de llover”, pensó el adolescente. Por un momento, se sintió abrumado. Aún no lograba encontrar el camino de regreso al lago.
En cuestión de minutos empezó a llover a cántaros y él no tenía nada más que una chaqueta ligera, que apretó contra su cuerpo. Entonces vio una casa vieja y abandonada y decidió usarla como refugio.
Al acercarse al lugar, escuchó el llanto de un bebé pequeño, y rápidamente abrió la puerta. Para su sorpresa, vio a una mujer sentada en una vieja mecedora, con un niño en sus brazos.
“Lamento mucho haber irrumpido. Estaba buscando refugio de la lluvia y vi la casa. No imaginé que habría alguien adentro”, le dijo a la mujer, con mucha amabilidad.
La mujer le sonrió. “No te preocupes, no es problema. Por favor, siéntate”, dijo, señalando la vieja silla de madera frente a ella. “Soy María y esta es mi hija Linda”.
Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels
“Me llamo Frank. Estaba pescando con mi papá, pero decidí caminar por el sendero y terminé tomando el camino equivocado”, dijo el adolescente.
Frank tenía curiosidad por saber qué estaban haciendo ella y la bebé en el bosque. La casa no estaba bien cuidada y parecía que nadie había vivido allí durante años.
“¿Ustedes viven aquí?”, preguntó discretamente. No entendía cómo se podía criar a una niña en ese lugar. Estaba en malas condiciones, la casa apenas estaba iluminada por una lámpara y la cama estaba en el suelo, cubierta con sábanas rotas.
La mujer asintió. “Así es. No tuve más remedio que venirme para acá”, comentó María. Su sonrisa desapareció repentinamente de su rostro.
“Mi esposo nos echó a mi hija y a mí de la casa porque no soportaba escuchar su llanto. Nuestra bebé no dejaba de llorar y ya estaba harto”, explicó.
“¿Y no intentó buscarlas después de eso?”, preguntó el jovencito, sorprendido.
Ella sacudió su cabeza. “Mi teléfono está justo ahí. No ha tratado de llamarme o enviar algún mensaje. Creo que está bien sin nosotras”, respondió María.
“Lamento escuchar eso”, dijo Frank en voz baja, algo confundido.
Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels
“Está bien. En realidad, esta era la casa de mi abuela. Ella disfrutaba del aire libre y amaba pescar como tú. Esto fue lo único que me dejó, y ahora estoy agradecida”. María se sentía cómoda hablando con Frank, le parecía un chico amable y educado.
Después de un rato, Frank vio a su padre desde la pequeña ventana de la casa. “¡PAPÁ!”, gritó, saludándolo desde la distancia, mientras corría hacia él.
“Gracias a Dios, Frank. ¡Te he estado buscando! Estoy tan contento de que estés a salvo”, dijo Jaime, abrazando a su hijo.
“Papá, una mujer vive en esa casa con su bebé pequeña. Necesitamos llevarlas a la ciudad. No es seguro para ellas vivir aquí sin agua corriente ni electricidad”, explicó Frank.
Jaime entró en la casa y se sorprendió al ver lo hermosa que era la mujer. Le preguntó cómo habían terminado en el bosque, y María le contó lo mismo que le había dicho a Frank un rato antes.
“Nos las hemos arreglado vendiendo algunas prendas que hago. Me acerco al lago, y ahí los turistas compran mis artículos hechos a mano”, admitió María.
“Necesitas estar en un lugar más seguro, no solo por ti, sino especialmente por tu bebé. Papá, en casa pueden vivir cómodamente”, sugirió Frank a su padre.
Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels
“Eres un jovencito maravilloso, y estoy muy orgulloso de ti hijo. Agradezco que tengas tan buen corazón”, le dijo Jaime con una sonrisa. “Sin embargo, no estamos seguros de que eso sea lo que ella quiere”.
“¿Te parece buena idea, María? Estamos solo Frank y yo en casa. Tenemos una habitación extra en la que puedes quedarte todo el tiempo que necesites”, ofreció Jaime.
María no pudo evitar sentir algo de pudor, pero estaba desesperada por salir de ahí. “Odio admitirlo, pero he tenido miedo de que mi niña contraiga alguna enfermedad por este ambiente tan insalubre. Realmente agradecería una habitación decente para quedarme mientras busco trabajo”.
Dicho esto, Jaime y Frank llevaron a Maria y Linda a su casa. “Nuestra casa es un apartamento pequeño y sencillo”, dijo Jaime tan pronto como entraron, “pero es un hogar”, agregó.
“Es un lugar encantador”, dijo María, sonriendo. Después de establecerse, disfrutaron juntos de una deliciosa comida en la que se pudieron conocer un poco más. La armonía entre los cuatro era evidente y la convivencia fluía sin problemas.
Pasados algunos días, María consiguió una guardería para su hija, y pudo comenzar a buscar trabajo. Fue contratada en una tienda de artesanías, donde los dueños quedaron impresionados por sus habilidades.
Poco a poco, sus ingresos fueron mejorando y así pudo colaborar con algunos gastos del hogar que compartía con Jaime y Frank, mientras ahorraba para poder mudarse. Eventualmente, logró salir adelante gracias a la generosidad de dos extraños que aparecieron en su vida una tarde lluviosa.
Imagen con fines ilustrativos. | Foto: Pexels
¿Qué podemos aprender de esta historia?
- Un gesto amable puede cambiarle la vida a alguien. Aunque Jaime y Frank vivían una vida modesta, abrieron su hogar a Maria y Linda, y así las pudieron ayudar a tener un nuevo comienzo.
- Lo que sucede es lo que conviene. Cuando Frank se perdió en el bosque y comenzó a llover, tuvo la sensación de que todo le estaba saliendo mal. Sin embargo, conoció a María y a Linda y ese encuentro cambió sus vidas.
Comparte esta historia con tus amigos. Podría alegrarles el día e inspirarlos.
Te puede interesar: Niña pide a padres que adopten al niño abandonado que encontró en el bus: el papá descubre que es su hijo biológico - Historia del día
Este relato está inspirado en la vida cotidiana de nuestros lectores y ha sido escrito por un redactor profesional. Cualquier parecido con nombres o ubicaciones reales es pura coincidencia. Todas las imágenes mostradas son exclusivamente de carácter ilustrativo. Comparte tu historia con nosotros, podría cambiar la vida de alguien. Si deseas compartir tu historia, envíala a info@amomama.com.