Hombre que no ha visto a su novia de la escuela en 55 años la saca de un hogar de ancianos - Historia del día
Un hombre mayor entra en una residencia de ancianos buscando a su novia de secundaria, a la que no ha visto en 55 años, para pedirle por fin que sea su esposa.
Tomás Jiménez recordaba con añoranza una noche particular de su vida, cuando aún era un jovencito. Aquella velada había sido considerada por él como el momento más perfecto de su vida. A los diecisiete años, parecía que todo lo que había soñado estaba a su alcance.
Estaba viendo su película favorita ('Some Like It Hot') con su chica favorita, Lucy Paredes, y tomando batidos de plátano mientras merendaban palomitas. El chico puso su brazo sobre el hombro de Lucy y le dio un apretón mientras en la pantalla, Marilyn Monroe le hacía un gesto a Tony Curtis.
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"Eres mucho más guapa que Marilyn, Lucy", dijo él.
Lucy soltó una risita y le dio un manotazo en la mano. "¡Solo intentas robarme las palomitas, Tomás Jiménez!", gritó. "¡Más guapa que Marilyn!", dijo con ironía.
"¡Bueno, lo eres!", respondió Tomás con seriedad. "Yo no le pediría a Marilyn que se casara conmigo, ¡pero te lo estoy pidiendo a ti!" Tomás metió la mano en el bolsillo y sacó un bonito anillo. "Mi abuela Ester me lo regaló. Dijo que era para mi futura esposa”.
"Supongo que serías tú... si me aceptas".
Lucy estaba sonrojándose, riendo y llorando al mismo tiempo. Tomás estaba tratando de poner el anillo en su dedo embarrado en la mantequilla de las palomitas cuando su madre entró.
"¿Qué está pasando aquí?", gritó ella. "¿Qué estás haciendo con el anillo de mi madre, Tomás?"
El chico se sonrojó. Un momento antes se había sentido como un hombre adulto, un hombre seguro de sí mismo y de lo que quería. Ahora era un niño pequeño de nuevo, tratando de dar una explicación. "La abuela Ester me lo dio, es mío...".
"¡No para dárselo a esta chiquilla!", gritó la señora Jiménez. "¡Dámelo!". Lucy estaba llorando y se esforzaba por quitarse el anillo del dedo bajo los ojos furiosos de la señora Jiménez.
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Finalmente, se lo quitó y lo puso en las manos de la mujer. "¡Ahora vete!" La señora Jiménez le gritó. "¡Y no vuelvas nunca más!".
Tomás vio a Lucy marcharse con su rostro lleno de lágrimas y no dijo nada. Se quedó paralizado mientras su madre ahuyentaba a la chica que sabía que era el amor de su vida.
Pasarían décadas antes de que Tomás se perdonara a sí mismo por ese momento de cobardía, y todos los demás que le siguieron. En pocas horas, los padres de Tomás lo enviaron a otra ciudad, para que comenzara a estudiar en la universidad.
Tomás obedeció tontamente a sus padres que le habían dicho qué hacer durante toda su vida, y no volvió a ver a Lucy. Cuando regresó, se enteró de que su chica se había mudado a otro país con su familia, pero había dejado una carta con un amigo común.
"Mi queridísimo Tomás", había escrito. "He estado esperando y esperando una palabra tuya. Te quiero y sé que me quieres. Sé en mi corazón que nunca amaremos a nadie más de la forma en que nos amamos.
Aquí está mi dirección, Tomás. Si me amas, si crees en nosotros, vendrás a mí. Solo te queda decidir si obedecerás a tus padres o seguirás a tu corazón. Te quiere siempre, Lucy".
Tomás había arrugado la carta en su mano. Nunca le escribió a Lucy ni tomó un tren hacia la pequeña ciudad a donde Lucy se había mudado, porque aunque amaba como un hombre, solo era un chico asustado.
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Lucy esperó un tiempo y luego se casó con un muchacho bueno y amable. Llegó a amarlo y tuvieron una vida maravillosa juntos, así como tres hijos encantadores.
Si a veces se despertaba con lágrimas en las mejillas, nunca hablaba de ello. Si se alejó cuando pusieron una vieja película de Marilyn Monroe en la televisión nocturna, nunca explicó por qué. Era feliz a su manera, tranquila. Los años pasaron, sus hijos se mudaron, su marido murió y Lucy se quedó sola.
Tras una mala caída que la dejó con la cadera fracturada, Lucy se mudó a una residencia de ancianos. "¡No es así como pensaba que iba a ser mi vida!", se dijo a sí misma. "¿Qué me ha pasado?".
Pero la dama se equivocaba si suponía que la vida no le deparaba más sorpresas. Una tarde, un hombre alto y de aspecto distinguido se acercó a ella con una gran sonrisa y un ramo de tulipanes en la mano.
"Disculpe, señorita...", le dijo. "Me preguntaba si todavía le gustan los batidos de plátano, las palomitas y las películas antiguas".
Lucy le miró sorprendida. "¡No entiendo!", dijo ella. "¿Quién es usted y qué quiere?".
El hombre se arrodilló de repente frente a la silla de ruedas de Lucy y le cogió la mano. "Lucy, soy yo, Tomás. Te he estado buscando. Tenías razón. Nunca amé a nadie como te amé a ti. Jamás me casé. Tú eres lo único en lo que he pensado durante los últimos 55 años".
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"¿Tomás?", jadeó Lucy. "No puedo creerlo... Me casé. Tengo hijos y nietos, amaba a mi marido, era un hombre maravilloso, pero tú eras el amor de mi vida. Solo desearía que hubieras sido más valiente...".
Tomás parecía avergonzado. "Me he arrepentido muchas veces, Lucy. Pero... Tenía 17 años, ahora tengo 72... soy un hombre diferente, más sabio. Tal vez no sea demasiado tarde para nosotros". Tomás sacó el anillo de su abuela. "Por favor, cásate conmigo, Lucy. Pasemos nuestros últimos días juntos, ¡dame una última oportunidad para hacerte feliz!".
Lucy miró a Tomás y sonrió. "Sabes, Tomás", dijo suavemente. "¡A veces Dios deja lo mejor para el final!".
¿Qué podemos aprender de esta historia?
- Los padres nunca deben tratar de regir el destino de sus hijos: La familia de Tomás lo separó de Lucy y fue infeliz toda su vida hasta que la halló de nuevo.
- Nunca es demasiado tarde para volver a amar: En sus años dorados, Lucy y Tomás volvieron a encontrar el amor y la felicidad que se les había negado.
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Este relato está inspirado en la vida cotidiana de nuestros lectores y ha sido escrito por un redactor profesional. Cualquier parecido con nombres o ubicaciones reales es pura coincidencia. Todas las imágenes mostradas son exclusivamente de carácter ilustrativo. Comparte tu historia con nosotros, podría cambiar la vida de alguien. Si deseas compartir tu historia, envíala a info@amomama.com.