Hombre visita la casa de su difunto padre y ve allí la bicicleta de su infancia como nueva - Historia del día
Un hombre visita la casa de su difunto padre por primera vez en años para buscar algunos documentos. Sorprendentemente, ve la bicicleta de su infancia estacionada allí en excelentes condiciones, y tiene curiosidad por saber quién la habría dejado allí.
Jorge era un ejecutivo corporativo de 36 años que tenía todo lo que podía desear en la vida. Buenos ahorros, un trabajo estable y bien pagado, una hermosa esposa y dos hijos muy especiales.
Lo único que Jorge no tenía era una buena relación con su padre, con quien había discutido cuando solo tenía 19 años. Desde entonces, nunca lo volvió a ver. Ni su padre ni él hicieron esfuerzos por volver a contactarse.
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Cuando Jorge tenía 29 años, recibió una llamada del abogado de su padre diciendo que él había fallecido y que le había dejado su antigua casa. Sintió que se le oprimía un poco el pecho.
Por un momento se sintió arrepentido de no haber tratado nunca de arreglar las cosas con su padre, pero pronto recordó lo que había sucedido 10 años atrás y todo el rencor reapareció.
Más adelante, fue a visitar la casa de su infancia, y los sentimientos de nostalgia afloraron mientras la recorría. “No necesito esta vieja cabaña”, murmuró.
Desde entonces, nunca más volvió a la casa ni mencionó de nuevo a su padre. Continuó con su vida, ascendiendo en la escala corporativa sin dejar de ser un esposo y padre amoroso.
Sin embargo, un día, mientras se preparaba para un gran negocio, se dio cuenta de que necesitaba algunos documentos personales que estaban en la casa de su padre. Decidió armarse de valor e ir puntualmente a buscarlos.
Sin embargo, cuando llegó, vio algo que lo sorprendió: había una bicicleta estacionada enfrente de la casa. No era una bicicleta cualquiera, era la que había tenido de niño.
“Esa no puede ser mi vieja bicicleta”, se dijo.
Cuando salió del auto, la revisó más de cerca. Estaba seguro de que era la bicicleta que su padre le había regalado de niño. Pero estaba en perfectas condiciones, y la de él debía estar desgastada; habían pasado 20 años desde la última vez que la había usado.
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Estar en la antigua propiedad de su padre hizo que Jorge se pusiera sentimental y sus ojos se llenaran de lágrimas. Tocó la bicicleta; de alguna manera le había gustado verla allí como un recordatorio de los hermosos momentos que disfrutó en su infancia.
Vinieron a su mente imágenes de cuando su padre le había enseñado a andar en bicicleta y del día en que se había escabullido para manejar en la carretera, y había sufrido un accidente. Su padre lo cargó casi un kilómetro hasta el hospital más cercano.
“¿Por qué está mi bicicleta aquí?”, se preguntó. Entró en la casa y no vio a nadie allí. Quería saber quién la había dejado allí, pero tenía poco tiempo. Consultó su reloj, corrió a buscar los documentos y se fue.
Cuando llegó a casa esa noche, no podía dejar de pensar en su bicicleta. “¿Quién pudo haber dejado mi bicicleta allí? ¿Y por qué estaba en buenas condiciones?”, le preguntó a su esposa, Melinda.
Melinda se encogió de hombros. “No lo sé, cariño. Tal vez deberías ir de nuevo a la antigua casa de tu padre para averiguarlo”, sugirió.
Esa noche, Jorge se dio cuenta de que el aniversario de la muerte de su padre era al día siguiente. Por primera vez desde el funeral, decidió visitar el cementerio, y al llegar, volvió a ver la misma bicicleta, esta vez al lado de la tumba.
Luego notó a un joven de unos 25 años sentado muy cerca. Estaba vestido con ropa harapienta y parecía pobre. “¿Esta bicicleta es tuya?”, le preguntó Jorge.
Sorprendido, el joven asintió con la cabeza. “Sí, ahora lo es. Él me la dio”, dijo, señalando hacia la tumba del padre de Jorge.
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Curioso por escuchar su historia, Jorge se sentó a su lado. “Soy Jorge. Soy el hijo del señor Hernández. ¿Cómo lo conociste?”, preguntó.
“Soy Alex. He oído hablar mucho de ti”, dijo. “Tenía unos 11 años cuando conocí a tu padre por casualidad. Vivía con mi madre, que estaba enferma, en una pequeña choza cerca de su casa. Un día, él se dio cuenta de que necesitábamos ayuda, e hizo todo lo posible para cuidarnos”.
“Mi madre no podía caminar y no teníamos dinero para gastar en el autobús o el metro. Yo caminaba largas distancias solo para llegar a la escuela, a la farmacia o al supermercado. El señor Hernández encontró cómo facilitarme las cosas”.
“Buscó la antigua bicicleta que había pertenecido a su hijo, y me la dio. Era tuya, ¿cierto?. Todo lo que me pidió fue que la mantuviera en buenas condiciones y la cuidara”.
“Dijo que la bicicleta significaba mucho para ti, así que también significaba mucho para él. He cumplido esa promesa porque el señor Hernández era un buen hombre”.
En este punto, Jorge pudo sentir que sus ojos se llenaban de lágrimas. Era cierto que su padre era un buen hombre, pero el incidente que sucedió cuando tenía 19 años le hizo pensar lo contrario.
Su madre lo había atrapado engañándola con una compañera de trabajo, por lo que decidió marcharse. Desde entonces, Jorge se llenó de ira hacia su padre, sin cuestionar jamás a su madre.
Sentía que él había arruinado su oportunidad de tener una familia completa y feliz. Nunca volvió a ver a su madre, y también culpó a su padre por eso.
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“Tu padre nos ayudó económicamente, dándonos todo lo que pudo. Era un hombre tan bueno, y siempre le estaré agradecido por todo. Era como el padre que nunca tuve”, concluyó Alex.
“¿Dónde está tu mamá ahora?”, preguntó Jorge.
“Murió hace unos años”, respondió Alex. “Sin embargo, con los cuidados que pudimos darle gracias a la ayuda de tu padre, vivió mucho más de lo que los médicos habían pronosticado. Le agradezco mucho ese tiempo con ella”.
“Eres el hijo que mi padre merecía tener”, le dijo Jorge a Alex en voz baja mientras miraba hacia su tumba. “Me alegro de que te haya tenido cerca para hacerle compañía mientras yo no estaba. Eres un buen hombre. Has cumplido la promesa que le hiciste”.
“Siempre estaré en deuda con él. Lo menos que podía hacer era cumplir con su deseo. Además, amo esta bicicleta”, sonrió Alex.
Jorge se estremeció ante las palabras de Alex. Pensó en la antigua casa de su padre y en cómo también se la confió a su cuidado, pero él nunca se molestó en hacerlo.
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“Yo, en cambio, he sido un hijo terrible”, admitió Jorge. “Ni siquiera vine a visitar la casa que me dejó y me la dio desde el fondo de su corazón. Aunque nunca hice las paces con él, me dejó ese lugar y jamás lo cuidé”.
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“Supongo que la única razón por la que la casa está en buen estado después de todos estos años es gracias a ti”, dijo, mirando a Alex.
El joven asintió. “No es un problema. Es lo menos que podía hacer. Me paso por la casa y el cementerio todas las semanas para honrarlo”.
Después de encontrarse con Alex en el cementerio ese día, Jorge cambió de opinión. Decidió pedir perdón a su padre, aunque ya no estaba en la tierra. Y como una forma de compensarlo, supo lo que debía hacer.
En las siguientes semanas, Jorge encontró tiempo para contratar un equipo de constructores para reparar y renovar la antigua casa de su padre. Una vez que estuvo terminado, llamó a Alex y le entregó las llaves.
“Esto te pertenece ahora, Alex. Gracias por cuidar a mi padre y amarlo sinceramente”.
Alex no podía creer lo que Jorge había hecho por él. La casa se veía hermosa, y era todo lo que podía soñar. No pudo evitar llorar, ya que esto significaba que no necesitaría buscar lugares para vivir, ya sea un remolque o una casa abandonada.
"No sé qué decir. Muchas gracias", dijo Alex, dándole un abrazo a Jorge.
Jorge prometió apoyar a Alex tanto como pudiera. Lo ayudó a encontrar un trabajo, y lo invitaba a cenas familiares en ocasiones especiales.
Desde entonces, Jorge y Alex cuidaron juntos de la antigua casa del señor Hernández, como una manera de honrarlo. Su amistad se profundizó y de alguna manera se convirtieron en familia.
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¿Qué podemos aprender de esta historia?
- Nunca olvides a aquellos que te ayudaron cuando más lo necesitabas. Alex no podía olvidar las buenas acciones del señor Hernández. Cumplió las promesas que le hizo incluso después de su muerte.
- Honra a tus seres queridos mientras vivan. Cuando su padre aún vivía, Jorge nunca hizo ningún esfuerzo por acercarse a él después de su gran pelea. Al final, terminó arrepintiéndose de esto cuando ya no podía abrazarlo.
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