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Anciana le prohíbe a su yerno asistir a su funeral: él va de todos modos y la ve abrir los ojos en el ataúd - Historia del día

Georgimar Coronil
18 jun 2022
06:40

Una anciana le dice a su hija antes de morir que no quiere que su yerno asista a su funeral. Sin embargo, por amor a ella, él va y se sorprende cuando los ojos de su suegra se abren durante el servicio.

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Patricia González era una mujer de 85 años cuyo marido le había dejado una gran fortuna tras su muerte, por lo que no tenía que preocuparse por nada. Lo único que perturbaba la paz de Patricia era su yerno, Jesús.

Patricia despreciaba a Jesús porque era pobre y se ganaba la vida limpiando en un estacionamiento. Por la misma razón, se oponía a que se casara con su hija. Pero Kathy González estaba locamente enamorada de Jesús, y la mujer finalmente tuvo que ceder.

Mujer con lentes. | Foto: Pexels

Mujer con lentes. | Foto: Pexels

A lo largo de los años, Patricia nunca ablandó su corazón en cuanto a sus sentimientos por Jesús, aunque él la adoraba. Una vez, en el cumpleaños de Patricia, le regaló flores y una tarjeta de felicitación, pero la mujer las tiró delante de él.

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"¡Sé que has envenenado esas flores!", exclamó ella. "¡Voy a olerlas y a morir, y tú vas a recibir mi dinero! Eso es lo que quieres!".

Kathy intentó explicarle a Patricia que Jesús no tenía esas intenciones, pero ella no quiso escuchar. "¡Eso es lo que quiere, estúpida!", continuó furiosa. "¿No ves que quiere mi dinero?".

"Sra. González..." Jesús susurró, con los ojos llorosos. "Yo... yo nunca haría eso... ¡Se equivoca!".

Pero Patricia no escuchaba razones. "¡Cállate y piérdete!", le gritó.

Jesús se sintió herido por las palabras de su suegra, pero no le dijo nada. Recogió las flores y se fue a casa con Kathy.

Varias semanas después del incidente, Patricia llamó a Kathy para decirle que su salud estaba fallando y que le preocupaba morir pronto. "Puede que no esté aquí mucho tiempo, Kathy, pero tengo algo que decirte", le reveló.

"¡Mamá, te pondrás bien! No vas a ir a ninguna parte". Patricia la regañó suavemente. "¡No deberías hablar así!".

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Mujer hablando por teléfono. | Foto: Pexels

Mujer hablando por teléfono. | Foto: Pexels

"No, cariño, escucha", insistió ella. "Quiero que sepas que he dejado mi testamento con mi abogado, el señor Bernardo. Y asegúrate de que tu marido no esté presente en mi funeral. No quiero que ese hombre se acerque a mí".

"¡Mamá, tienes que parar esto!" Le dijo Kathy, irritada. "¡Jesús no es quien tú crees!".

"¡Mi decisión es definitiva y no la cambiaré! Si ese hombre está cerca de mí durante mis últimos ritos, mi alma nunca descansará!", gritó y colgó.

Kathy suspiró y sacudió la cabeza, cansada de escuchar a su madre criticar a Jesús. Rezó para no tener que cumplir con las ridículas exigencias de su madre y ser testigo de cómo Jesús volvía a salir herido por culpa de sus palabras.

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Lamentablemente, el personal de Patricia le informó unos días más tarde de que la mujer había partido hacia su morada celestial. Le dijeron a Kathy que ya se habían encargado de los preparativos del funeral de Patricia y que lo único que tenía que hacer era asistir a presentar sus respetos.

Kathy recordó lo que Patricia le había dicho sobre Jesús y, aunque le dolía, no podía ir en contra de la última voluntad de su madre. Entonces, le dijo a Jesús que no estaba invitado a su funeral. Pero a pesar de sus objeciones, Jesús insistió en ir. Quería despedirse de su suegra personalmente.

Kathy trató de detenerlo, pero él no quiso escuchar. Cuando finalmente llegaron al funeral, Jesús se sorprendió al ver que Patricia no había sido embalsamada. Preguntó por ello a los cuidadores, que le dijeron que estaba especificado en su testamento.

"Esto es raro", pensó mientras iba a presentar sus respetos.

Ataúd. | Foto: Pexels

Ataúd. | Foto: Pexels

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Pronto se reunieron otros familiares, entre ellos el Sr. Bernardo. El abogado anunció que según el testamento de Patricia, ella quería que sus bienes se distribuyeran delante de sus familiares antes de ser enterrada. Y así, haciendo honor a ello, reveló:

"La señora Patricia González donará toda su fortuna a un refugio de animales, dejando 2.000 dólares a su hija. Nada más".

Cuando el cuñado de Patricia, Enrique, escuchó esto, se enfureció. "¿Cómo puede no dejar nada a su única hermana, que estaba tan unida a ella? No paraba de decirle a mi mujer que era la que más quería. ¡Esa vieja bruja nos engañó!".

"¡No puedo creerlo!", añadió su esposa, Juana. "¡Nunca debí preocuparme por ella!".

"¡Oh, me hizo perder tanto tiempo! A este paso, ¡no me habría importado que se muriera antes! Es mejor que esté muerta. Mujer inútil!", gritó Enrique mientras se daba la vuelta para alejarse, pero Jesús lo tomó del brazo.

"Siento interrumpir, señor", dijo. "Pero tiene que disculparse con la Sra. González".

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"¡¿Disculparme?!", Enrique lo fulminó con la mirada, apartando su mano. "¿No ves que ella también te engañó a ti? Eres su supuesto yerno y, sin embargo, no te dejó ni un centavo”, se echó a reír.

Jesús le sonrió. "No me importa que no me haya dejado nada, señor. Aunque era mi suegra, la traté como a una madre, soy huérfano... Cada vez que me reclamaba por algo, nunca me sentía mal por ello”.

Hombre con rostro serio. | Foto: Pexels

Hombre con rostro serio. | Foto: Pexels

"Puede que no se dé cuenta, señor, pero a medida que la gente se hace mayor, se siente insegura al quedarse sola, y como no es capaz de expresarlo en voz alta, se desquita con uno poniéndose a veces de mal humor.

"Ahora que ya no está con nosotros, debemos rezar para que su alma descanse en paz y no pelearnos por cosas triviales como el dinero... ¡Era una buena persona que merecía ser respetada! Lo siento, señora González", dijo Jesús, volviéndose hacia ella, "le pido disculpas por…”, pero se detuvo bruscamente al notar algo extraño.

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"¡SRA. GONZÁLEZ!", gritó de repente. "SUS OJOS... ¡Tiene los ojos abiertos!", gritó, dando un paso atrás, horrorizado al ver a su suegra abrir los ojos.

Pronto, Patricia se levantó del ataúd y se puso en pie delante de todos.

"Señora González... usted..." Antes de que Jesús pudiera decir nada más, ella se acercó a él y lo abrazó. "¿Podrías perdonarme por haber sido grosera contigo, Jesús? Lamento no haber reconocido que tenía un diamante en mi casa y haberlo desechado como si fuera carbón. Todavía estoy viva, querido. Muy viva".

Patricia le explicó que todo era una treta para poder elegir a su heredero. Jesús no solo pasó la prueba, sino que se ganó su corazón porque, a diferencia de sus codiciosos parientes, realmente la apreciaba y respetaba.

"Esperaba que abandonaras a Kathy en cuanto te dieras cuenta de que no te había dejado nada. Nunca me gustaste porque supuse que te habías casado con mi hija por su dinero. Pero me demostraste que estaba equivocada. Me disculpo".

"Oh, Sra. González, no tiene que... Está bien", murmuró Jesús mientras le devolvía el abrazo.

A partir de ese día, la señora González empezó a querer a Jesús como si fuera su propio hijo. También cambió su testamento, dividiendo su patrimonio a partes iguales entre un refugio de animales, Kathy y Jesús. Pero lo mejor es que vivió feliz durante muchos años más con su hija y su yerno.

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Mujer mayor. | Foto: Pexels

Mujer mayor. | Foto: Pexels

¿Qué podemos aprender de esta historia?

Que nunca hay que juzgar a la gente por su estatus y su aspecto: A Patricia no le gustaba Jesús porque era pobre, pero se dio cuenta de que estaba equivocada.

Las personas mayores necesitan amor y cuidados; no te tomes a pecho si a veces se ponen de mal humor: Como Jesús creía, Patricia no era una mala persona. Solo era una anciana a la que le preocupaba que el hombre en la vida de su hija fuera un aprovechador, y por eso estaba molesta con él.

Este relato está inspirado en la vida cotidiana de nuestros lectores y ha sido escrito por un redactor profesional. Cualquier parecido con nombres o ubicaciones reales es pura coincidencia. Todas las imágenes mostradas son exclusivamente de carácter ilustrativo. Comparte tu historia con nosotros, podría cambiar la vida de alguien. Si deseas compartir tu historia, envíala a info@amomama.com.
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