Niño teme que su padre enterrado sienta miedo a la oscuridad: lleva una vela a su tumba y ve una carta allí - Historia del día
Cuando Daniel tenía cinco años, su mundo se vino abajo. Su padre murió y él no podía entenderlo. ¿Cómo pudo morir su papá, que era el hombre más fuerte del mundo?
Su madre fue quien le dio la terrible noticia y Daniel no lo podía creerlo. Le dijo: "¡Mi papá no está muerto! Espera y verás".
Se sentó en el porche y esperó a su progenitor durante horas y horas, hasta que se hizo de noche. Fue en ese momento cuando las primeras lágrimas empezaron a rodar por sus mejillas.
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Dos días después, Daniel, su madre y su abuela paterna fueron a un lugar tranquilo con muchas flores donde la gente hablaba en voz baja.
Su papá estaba allí, pero no era el hombre de voz fuerte y risa alegre que Daniel recordaba. Estaba acostado en una urna larga y brillante y llevaba un traje.
La madre de Daniel no quería que se acercara a la urna, pero él insistió. Quería verlo. Se quedó de pie junto a ella durante mucho tiempo observando la cara de su padre.
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Esa noche, Daniel no pudo dormir. No podía dejar de llorar y, finalmente, fue a la habitación de su madre y se metió en su cama. "Mamá", susurró. "Papá está en la oscuridad..."
Su madre se despertó y abrazó a Daniel. "No, cariño", dijo. "Papá está en el cielo".
Daniel negó con la cabeza. "Papá está en esa caja y lo han enterrado, mami. Está oscuro y tendrá miedo... para siempre".
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Y no importaba lo que su madre dijera o cómo intentara explicarlo, el niño no escuchaba. Su papá estaba a oscuras y debía tener miedo, porque a Daniel también le daba miedo la oscuridad.
El pequeño no paraba de llorar, así que su madre lo llevó con una simpática señora que tenía muchos juguetes en su despacho y ella también le dijo que papá estaba bien y que no tenía miedo.
"¿Cómo lo sabes?", preguntó. "Tú nunca has muerto. No sabes nada". Daniel lanzó los juguetes de la señora contra la pared y gritó hasta que entró su madre.
"Tiempo", le dijo la mujer a su madre. "Necesita tiempo. Tráigalo dos veces por semana. Trabajaremos en ello".
Esa noche, la madre de Daniel llamó por teléfono a su suegra. "Morelia", dijo. "Te necesito, Daniel te necesita. No sé qué hacer, cómo ayudarlo".
El niño se alegró mucho cuando vio a su abuela llegar a su casa. Sabía que ella lo entendería porque papá, era su hijo pequeño.
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"Abuela Morelia", le dijo cuando lo arropó esa noche. "Papá debe tener tanto miedo, solo en la oscuridad...".
"¿Tú crees?", preguntó la abuela Morelia. "No había pensado en eso. ¿Tienes tú miedo a la oscuridad?".
"Sí", dijo Daniel. "Así que mamá y papá me compraron una lámpara, ¿ves?". Daniel señaló la luz en su mesita de noche.
"Bueno, Daniel", dijo la abuela Morelia. "Déjame pensarlo. Entre los dos encontraremos una solución".
Al día siguiente, la abuela Morelia llevó a Daniel de compras. Compraron tres velas dentro de bonitos tarros rojos. "Son para tu papá", explicó la abuela Morelia.
La cara de Daniel se iluminó. "Así no tendrá miedo", dijo. "Tendrá las velas...".
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La abuela Morelia y Daniel fueron al cementerio y ella lo condujo hasta la tumba de su papá. El nombre de su padre estaba escrito en ella, y debajo decía: "Amado esposo y padre".
Daniel aún no sabía leer, pero la abuela Morelia se lo dijo. Luego colocaron las velas en la piedra y la abuela Morelia las encendió con cerillas. "¿No las apagará el viento?", preguntó Daniel.
"¡No!", dijo ella. "¿Ves el cristal rojo? Protegerá las velas para que nunca se apaguen".
Daniel se sentó en la tumba de su padre. "¿Ahora está bien?", preguntó. "Ahora no estará oscuro...".
Y fue entonces cuando Morelia exclamó: "¡Mira, Daniel!" Daniel miró, y justo encima de la lápida de su padre había un sobre. En el anverso había una de las pocas palabras que sabía leer: "DANIEL".
"¡Es una carta, para ti!", dijo la abuela Morelia y le dio a Daniel el sobre. Lo abrió y sacó una hoja de papel con algo escrito.
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"¿Puedes leerla para mí, abuela?", preguntó.
Morelia tomó la carta y leyó: "Querido Daniel, gracias por las velas, pero no las necesito. ¡No tienes que preocuparte por mí, porque el Cielo está tan soleado y luminoso como un día de verano!".
"Estoy bien, Dani, y ya no me asusta la oscuridad. Te quiero mucho, mi dulce niño. Recuerda que siempre estoy contigo. No puedes verme porque la luz del cielo es demasiado brillante, pero estoy aquí mismo sosteniendo tu mano".
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La abuela Morelia miró a Daniel y dijo: "Está firmada, es Papá".
Daniel lloró, pero fueron lágrimas de curación. Esa noche, por primera vez desde que murió su padre, durmió como un ángel. Su madre y su abuela se levantaron varias veces para ver si estaba bien.
"Mira", susurró la abuela. "¡Su cara brilla!".
La madre de Daniel abrazó a su suegra y dijo: "Creo que es la luz del cielo, Morelia, nunca más estará a oscuras".
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¿Qué podemos aprender de esta historia?
- A los niños les resulta difícil lidiar con el dolor y necesitan paciencia y comprensión: Daniel solo podía pensar que su padre estaba solo en la oscuridad hasta que la abuela Morelia le llevó al cementerio.
- Las personas que amamos viven en nuestros corazones: El padre de Daniel se había ido, pero su recuerdo le acompañaría el resto de su vida.
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Este relato está inspirado en la vida cotidiana de nuestros lectores y ha sido escrito por un redactor profesional. Cualquier parecido con nombres o ubicaciones reales es pura coincidencia. Todas las imágenes mostradas son exclusivamente de carácter ilustrativo. Comparte tu historia con nosotros, podría cambiar la vida de alguien. Si deseas compartir tu historia, envíala a info@amomama.com.